¿Puede un .jpeg emocionarnos?
Hay (mucha) gente que echa de menos el Messenger y los CD-Rom. Y la respuesta está ¡en las galerías de arte!
Mire atentamente la imagen que encabeza este artículo: parece una creación digital, pero es una fotografía real de un objeto real. Un ratón de ordenador, concretamente. ¿Tuvo alguna vez uno similar? ¿Hace cuánto que lo sustituyó por el trackpad del portátil o por algún diseño minimalista y ultratáctil? Este, además, lleva impresa una textura digital. Es una escultura del colectivo Barriobajero y, estos días, es la estrella de la exposición colectiva Nicely Offensive, en la Galería Ponce+Robles de Madrid hasta el 23 de mayo.
¿Nos hemos vuelto locos? No lo parece. A lo mejor nos hemos vuelto demasiado listos. Un pelín irónicos de más, quizás. ¿Se puede ser demasiado irónico? En 2015, difícilmente.
Volvamos a la pieza. Vista desde cerca, tiene algo de magnético, como aquellas aventuras gráficas en 32 bits frente a las que se consumió nuestra primera adolescencia. Ups. Me he delatado. Acabo de dejar claro que nací en los ochenta, que aprendí a teclear URLs y a copiar CD-Roms antes de que existieran Google Imágenes, los servidores en nube e incluso los lápices ópticos.
Lo mismo le sucede a los artistas que la comisaria Cristina Anglada ha reunido en esta exposición. Todos están entre los veintitantos y los cuarenta y pocos. Y son una avanzadilla de algo que la crítica ha venido a llamar Post Internet, no porque hable de la destrucción de la Santa Red del Servidor Perpetuo, sino porque, en lugar de utilizarla sin más, se propone hablar sobre ella.
Describir sus principios no es fácil. Antes intentábamos que los rudimentarios filtros de Photoshop imitaran objetos reales. Ahora, el Post Internet hace lo contrario: toma esas texturas digitales y las aplica a objetos reales. El render, ese tipo de simulación en 3D que tan bien conocen los diseñadores de producto, se ha convertido en un ideal estético. Como el kitsch soviético, este culto al render genera imágenes inocentes y a la vez siniestras. Los objetos reales quieren parecer renders. Algunas personas también (hola, Kardashians).
Las obras de arte recrean los fallos técnicos de internet, sus distorsiones, su lógica interna y también sus mensajes, inmediatos y repetitivos, como este columpio (también de Barriobajero) que transforma el eslogan de una marca de aeroyoga (“Turning the World Upside Down”) en una explicación de lo que ha hecho Internet con nuestras vidas. Piénselo, y vuelva a mirar cualquiera de estas obras. Le parecerán mucho menos simples que a primera vista. Puede que también algo más inquietantes.
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