Un hogar en otros mundos
No entiendo la jerga científica, que es abusiva, pero sí capto de qué va la historia
Tengo un problema grave con el género de ciencia-ficción. También con la ciencia, a secas. Por estrechez de mente o por desidia siempre me pierdo o no comprendo cosas al parecer tan elementales y al alcance del cerebro de un niño como la física cuántica, los agujeros negros, la teoría del Big Bang, la teoría de la relatividad, e incluso la ley de la gravedad. Por mucho empeño que pusiera me resultaban tediosos clásicos de la ciencia-ficción como Isaac Asimov y Arthur C. Clarke que aseguran son asequibles y apasionantes hasta para los profanos. Amo, por supuesto, a Ray Bradbury. Porque es un poeta y también puede provocarme mucho miedo. Y al gran pionero Julio Verne, porque me cuenta aventuras.
Con el cine de ciencia-ficción me ocurre lo mismo. Dos de mis películas favoritas de la historia del cine son el primer Alien y Blade runner. Que una se desarrolle en una nave espacial y la otra en el mundo futuro no es lo que más me apasiona de ellas. Lo que me fascina es que me encuentro con una obra maestra del cine de terror y suspense y la otra es cine negro con aliento lírico.
INTERSTELLAR
Dirección: Christopher Nolan.
Intérpretes: Matthew McConaughey, Anne Hathaway, Jessica Chastain, Michael Caine, John Lithgow.
Género: ciencia-ficción. EE UU, 2014.
Duración: 169 minutos.
Interstellar, tal vez alentada por el éxito de Gravity, aquella tensa y agridulce aventura de astronautas perdidos y acorralados en el firmamento, supone otra lujosa apuesta de Hollywood para que los espectadores acudamos en masa a su propuesta de lo que puede ocurrir más allá de las estrellas. Pero no es ciencia-ficción aparatosa en la que el único protagonismo lo ejercen los efectos especiales. La firma el prestigioso Christopher Nolan, que también ha escrito el guion junto a su hermano Jonathan. O sea, cine de autor con formato de gran espectáculo, cine que además de intentar deslumbrar con sus imágenes haga pensar y sentir. Nolan, que comenzó haciendo thrillers tan atractivos y perversos como Memento e Insomnio, demostró posteriormente ser un virtuoso rodando cine de gran presupuesto sin renunciar a su personalidad en las poderosas El truco final, Batman begins y El caballero oscuro. Se me atragantó su tercer Batman y recuerdo la venerada Origen como una de las colitis mentales mas irritantes de los últimos años.
En Interstellar, como siempre, no entiendo la jerga científica, que es abusiva, pero sí capto de qué va la historia. En un futuro próximo, la Tierra ha sido devastada por las plagas y solo sobrevive con la agricultura del maíz en medio de continuas tormentas de polvo que amenazan con la agonía del planeta. Solución: encontrar planetas habitables en otras galaxias y trasladar allí al los casi desahuciados terrícolas.
Nolan cuenta la épica odisea de un piloto e ingeniero legendario junto a otros cientificos de la NASA en una misión cuyo éxito parece improbable, en la que se desconoce casi todo de lo que van a encontrar en el arriesgado camino. La aventura está bien contada, no fatiga a pesar de sus tres horas de metraje. No me provoca ni frío ni calor, síntoma alarmante cuando los personajes se juegan la vida para salvar a la humanidad. Pero lo que a Nolan más le interesa es hablar con aliento poético de las relaciones paterno filiales (el viudo y desgarrado protagonista ha dejado a sus hijos en la tierra), las alteraciones del espacio y el tiempo, la devastadora separación de lo seres amados, los viejos fantasmas que acaban siendo reales. La temática es apasionante a condición de que el narrador logre tu íntima conexión con ella. No es mi caso. Siento respeto por esta película, pero no amor.
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