El ‘selfie’ del cuerno
La masificación, los turoperadores y las nuevas tecnologías han hecho estragos en los Sanfermines
Hubo un tiempo en que los encierros de San Fermín eran ceremonias gestionadas con seriedad. Delante de los toros corrían mozos con trienios de sortear astados por la calle Estafeta, hábiles con el periódico enrollado y poco amigos del volatín y la fantasmada. Amonestaban a los aficionados temerarios e incluso llegaban a expulsarlos del circuito. Pero la masificación, los turoperadores y las nuevas tecnologías han hecho estragos en la fiesta. Ahora cualquiera echa a correr delante de la manada, pretende tocar los toros, acariciar los cuernos o tirar del rabo de la res mientras transpira calimocho mal digerido; suerte tiene si no tropieza con los cordones de sus alpargatas.
El último virus que ha aparecido en el encierro es la autofoto. Gracias a los jugueteos de Obama y a los enredos de Ellen De Generes en la última ceremonia de los Oscar, el selfie se ha convertido en la fruslería imprescindible del momento. No se conocen virtudes estéticas al invento; parece más bien el álbum de fotos del solitario. Pero reafirma las personalidades débiles y rearma los sentimientos difusos. Un quídam se siente un titán cuando dispara una autofoto, esté en Benidorm, en el sillón de su casa o con los leones del Serengueti tanzano.
En el encierro del viernes pasado, un mozo tuvo la peregrina idea —seguro que no es el primero y desgraciadamente no será el último— de hacer un selfie mientras corría el encierro, a un metro del berrendo. Ahí está, en las imágenes de prensa, en un escorzo grotesco para encuadrar su rostro y el careto del Jandilla en una pantalla minúscula. No mira para adelante ni para atrás; enarbola el móvil como una castañuela y va transmitiendo el peligro inminente de tropezarse con otro corredor y caer en tropel bajo las pezuñas.
Aseguran que la ordenanza municipal castiga con multas de hasta 3.000 euros a quienes pongan en riesgo la seguridad de la carrera. Quizá sea así. Un súbdito británico se saltó una barrera de seguridad y fue sancionado con 250 euros; y un escocés tuvo que pagar 650 euros por grabar el encierro con un dron (otra vez la tecnología). Tienen la oportunidad de penalizar el selfie del cuerno de forma ejemplar, para que el mozo del móvil aprenda a mirar hacia donde debe cuando corre por la calle Estafeta.
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