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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Perder en silencio

La crisis en la izquierda encubre la falta de reacción del PP al serio aviso electoral recibido

Con una participación tan baja como la registrada en las elecciones del domingo pasado, nadie puede estar seguro de que los resultados del 25-M se repetirán en las elecciones municipales, autonómicas y generales del año próximo. La abstención siempre es menor en ese tipo de elecciones, porque los votantes saben que está en juego el poder. Aun así, el partido del Gobierno ha recibido un castigo enorme: le han votado 6,5 millones de personas menos que en las generales celebradas hace dos años y medio. O, si se prefiere una comparación más correcta, ha perdido 2,6 millones de sufragios sobre el resultado de las europeas de 2009.

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El estrechamiento de sus bases de apoyo plantea el problema de cómo gobernar lo que resta de legislatura. La vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, ha anunciado la aceleración de una serie de cambios, sobre todo en materia de impuestos. Sin embargo, acumular mantos protectores y describir nuevos horizontes resulta una táctica cada vez menos creíble, visto que reformas ya comprometidas se quedan a medias o sufren una intensa contestación, como ocurre con las leyes procesales y penales, la regulación del aborto o el cepillado al que ha sido sometido el proyecto de ley de seguridad ciudadana, después de tropezar con la oposición política, el poder judicial y la fiscalía. Por no recordar la indecisa reforma de la Administración.

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En definitiva, si la mayoría absoluta de la que ha dispuesto el Gobierno no da para mucho más, apenas le queda tiempo para recuperarse antes de poner en juego toda su base de poder. El principal partido de España ha salido de estas elecciones casi tan perjudicado como el segundo, aunque las consecuencias para el PSOE hayan sido mucho peores al haberse acentuado el brutal descenso del respaldo electoral iniciado en 2011.

La solución al alcance del partido del Gobierno consiste en concentrar otra vez los votos de centroderecha y derecha. Queda por ver si esa operación es posible en el seno del electorado natural de los populares, y si aceptará una dramatización del peligro de coaliciones de izquierdas, o de éstas con los nacionalistas, cediendo a la tentación de un planteamiento del estilo o nosotros o el desorden.

En toda esta semana apenas se ha escuchado al presidente del Gobierno, ni sobre el corrimiento de tierras en el terreno electoral, ni sobre la patata caliente del avance independentista en Cataluña, ni sobre el modo de rebajar los niveles de paro y precariedad social. Menos aún respecto a la voluntad de sanear a fondo los focos de corrupción. Solamente ha anunciado una serie de estudios y un plan para dinamizar al partido en septiembre. Los pocos dirigentes del PP que han hablado dicen que se trata de un problema de comunicación, como lo pensaron todos los demás Gobiernos anteriores al sufrir reveses electorales. En ese caso, no se entiende a qué espera Mariano Rajoy.

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