La anatomía de Kate Middleton, cuestión de Estado
El pacto de la reina con la prensa no evita que se difunda una foto de la duquesa víctima de un golpe de viento
No hay parte de la anatomía más privada de la duquesa de Cambridge que esté a salvo de los fotógrafos. Hace dos años, la revista francesa Closer sacó de quicio a la casa real británica publicando unas fotos de Kate Middleton tomando el sol con los pechos al aire en una casa de la Provenza francesa. Ahora el tabloide alemán Bild am Sonntag ha vuelto a generar polémica al publicar en primera página una foto de la esposa del príncipe Guillermo en la que se ve la mitad inferior de su trasero desnudo al levantársele la falta debido al viento en el reciente viaje de la pareja a Australia.
Los dos casos son en realidad muy distintos. En el de Closer, el príncipe Guillermo acabó denunciando a la revista por entender que había violado la intimidad de la que es ahora su esposa. Guillermo y Catalina estaban tomando el sol en una casa privada y las fotos se obtuvieron a varios cientos de metros de distancia con un teleobjetivo. Ahora no se trata tanto de un problema de privacidad como de una cuestión de buen gusto, o de buena educación, o simplemente de respeto hacia la duquesa, porque la pareja estaba en un acto público.
Los dos casos, sin embargo, tienen un punto común: aunque los medios británicos han renunciado a publicar las fotos, el público británico ha tenido acceso a ellas por Internet. Con la tecnología mediática del siglo XXI, es imposible ponerle puertas al campo.
Si los agresivos tabloides británicos no publican fotos como esa no es porque esté prohibido o porque fotos así no estén a la altura de sus más bien bajos estándares. Esa abstinencia forma parte del pacto no escrito al que llegaron años atrás con la familia real británica para expiar de alguna manera los excesos cometidos en tiempos de la desaparecida Diana de Gales, cuya vida estuvo marcada a partes iguales por sus malas relaciones con el príncipe Carlos y por las persecuciones mediáticas. Un pacto que implica que aquel que se lo salte será tratado por palacio como si no existiera.
Sin embargo, la forma en que los medios británicos cumplen ese pacto en casos como el presente es un poco sui géneris, por no decir hipócrita: es cierto que no publican la polémica foto o que la reproducen castamente censurada de forma que se vea todo menos el trasero desnudo de la duquesa, pero los tabloides cuentan todos los detalles de la historia, multiplicando así de forma exponencial su impacto en Reino Unido y tentando a los lectores a echar mano de Internet para ver desde fuera lo que se considera pudorosamente inadecuado publicar en casa.
La imagen captada en un acto oficial fue difundida por medios internacionales
Y no hace falta entender alemán para saber lo que dice el Bild porque la prensa británica ya lo ha traducido todo al inglés. Algún diario incluso va más allá y publica una larga serie de traseros de señoras en bañadores minúsculos para que el lector pueda elegir cuál le gusta más.
La foto fue tomada cuando Guillermo y Catalina abordaban un helicóptero con destino a Sidney tras una jornada de estancia en las Blue Moiuntains australianas en la que visitaron Winmalee, una pequeña comunidad en la que 195 casas habían sido destruidas por los peores incendios en Australia en 10 años. Un remolino de aire causado por las aspas del helicóptero levantó la falda de la duquesa.
La imagen fue rechazada por la prensa británica y puesta luego a subasta para el mejor postor, que resultó ser el Bild am Sonntag alemán. El diario la ha publicado junto a sendas fotos de las hermanas estadounidenses Kim y Khloe Kardashian, dos famosillas de la televisión. Y, con el subtítulo “Gracias al viento por esta intimidad de la casa real”, el periódico añade: “Nunca le habíamos estado tan agradecidos a un helicóptero por provocar un viento semejante”.
No es la primera vez que la familia real británica tropieza con el Bild. Según recuerda el Daily Mail, el tabloide publicó en 1994 unas fotos del príncipe Carlos desnudo en un balcón en Avigon, sur de Francia, sin más ropa que una bata blanca sobre los hombros. “Cachas como estatua griega”, definió entonces el periódico al heredero de la corona británica, que tenía entonces 45 años.
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