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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Esperando a Modi

Las elecciones indias apuntan a un Gobierno del polémico líder del nacionalismo hindú

Ayer han acabado las votaciones en las elecciones parlamentarias indias, iniciadas el 7 de abril para afrontar las formidables complicaciones logísticas de un proceso que envuelve a más de 800 millones de personas. Si los resultados que se divulgarán el viernes confirman todos los sondeos a pie de urna, el próximo primer ministro de la India será el líder opositor Narendra Modi, jefe del partido nacionalista hindú Bharatiya Janata (BJP), una de las dos formaciones de alcance nacional. La otra, laica, es el histórico Partido del Congreso, ahora bajo las riendas del devaluado Rahul Gandhi.

La política india ha estado dominada desde la independencia por la dinastía Gandhi, con un paréntesis de 13 años. Las encuestas reflejan ahora el acusado pesimismo de un país donde crecen las aspiraciones y faltan las soluciones, harto del paternalismo y la ineficacia del partido gobernante. Alrededor de la mitad de los 1.200 millones de indios tiene menos de 30 años, la población urbana crece imparable y, pese a la terrible pobreza, los hábitos feudales arraigados durante siglos van dejando paso a realidades nuevas.

La frustración con la década perdida del apático primer ministro Manmohan Singh ha dado alas a Narendra Modi. La campaña ha perfilado al controvertido y mercurial líder de la formación derechista hindú, jefe del Gobierno del Estado noroccidental de Gujarat, como única solución a los males que más preocupan: estancamiento económico, corrupción desbocada y falta de empleos. Gujarat, 60 millones de habitantes, ha crecido económicamente en los últimos años mucho más deprisa que el conjunto de la India.

Pero Modi no representa exclusivamente una historia de éxito gestor. Arrastra un lado oscuro que, caso de ser catapultado a la jefatura del Gobierno en Delhi, espera a ser puesto a prueba. La intolerancia religiosa de su partido supone un peligro en un país laico con cerca de 200 millones de musulmanes. El jefe del BJP era primer ministro de Gujarat durante las terribles matanzas de musulmanes de 2002 a manos de fanáticos hindúes. Los tribunales le absolvieron, pero durante aquellos hechos desplegó una retórica incendiaria y un extremismo religioso alarmantes. Modi ha evitado cuidadosamente en su vigorosa campaña avanzar una agenda hinduista, pero pocos entre sus inquietantes aliados políticos creen que la haya abandonado.

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