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Junior, la voz cálida del primer pop español

Triunfó con Los Brincos y Juan & Junior, antes de iniciar una carrera en solitario Los conflictos familiares le terminaron convirtiendo en personaje de la prensa rosa

Diego A. Manrique
Antonio Morales, Junior.
Antonio Morales, Junior.Fernando Alvarado (EFE)

Antonio Morales Barretto, eternamente Junior, pertenecía a la estirpe cosmopolita de los pioneros del pop español. Entre la generación que puso los cimientos del rock and roll nacionales abundaban los jóvenes pertenecientes a familias viajadas, fuera por compromisos profesionales del paterfamilias o por proceder de antiguos enclaves del imperio español.

Junior, fallecido este martes en Madrid, había nacido en Manila en 1943 (mismo año y lugar que Luis Eduardo Aute, por ejemplo). Cuando estos retoños llegaron a la España franquista, se encontraron con un clima cultural cerrado y opresivo. Muchos de ellos, que habían conocido otros ambientes, se rebelaron. Y una de las vías pasaba por formar conjuntos músico-vocales, como se decía entonces.

Junior, con su belleza exótica y su voz dulce, destacó rápidamente en el mundillo musical madrileño; dominaba el inglés, toda una rareza entonces. En 1964, editaba bajo su apodo un Extended Play de cuatro canciones con el sello Philips. Anteriormente, Junior ya había grabado en Hispavox con los potentes Pekenikes, donde cedió el micro a Juan Pardo.

Ambos coincidieron en Los Brincos, el intento deliberado de la compañía Zafiro de crear una versión local de The Beatles: canciones propias, juegos de voces, sabor español, conjunción de talentos. Y funcionó extraordinariamente, tanto en términos de popularidad como artísticos. Su talón de Aquiles resultó ser la relación interna: el baterista (Fernando Arbex) ejercía de líder en un grupo teóricamente democrático. Y sus jugadas determinaron la marcha airada de Juan Pardo y Junior (su hermano, Ricky Morales, entraría en la formación, seguido más tarde por el menor de los hermanos, Miguel).

Juan y Junior despegaron inmediatamente en 1967, con canciones como La caza, Bajo el sol o Nada. Musicalmente, se pasaba del sonido beat evolucionado al pop orquestal. Era un proyecto ambicioso, que incluso llegó a grabar temas exclusivos en inglés con vista al mercado internacional. A pesar de que conseguirían impactos del calibre de Anduriña (¡con portada de Pablo Picasso!), el tándem no se solidificaría: su único LP se publicó en 1969, cuando ya se sabía que el dúo desaparecía.

Con la separación, Junior saldría perdiendo: Pardo era hiperactivo, estaba fascinado por la producción y generaba sin parar canciones, comerciales a la vez personales. Por el contrario, Junior dependía de la ayuda creativa exterior. Además, tras casarse en 1970 con una de las mujeres más queridas del país, Rocío Dúrcal, pareció acomodarse en su nuevo papel de consorte.

A partir de 1969, grabó singles para Zafiro, atado como estaba por aquellos contratos leoninos de la compañía madrileña. Fichado por RCA en 1972, hubo un intento más serio de establecerse como solista. Hizo canciones en inglés y en español, con diferentes productores. Uno de ellos, Simon Napier-Bell, cuenta en sus memorias pintorescas anécdotas de la tacañería de Junior.

Según avanzaban los setenta, Junior se fue desentendiendo del negocio musical. En realidad, había faena en casa: Rocío había iniciado su aventura mexicana, que la convertiría en una de las divas de la ranchera moderna. También Junior intentó su particular Operación MacArthur: regresó a Filipinas, donde protagonizó películas y grabó en tagalo. No prosperó.

Parecía un hombre en paz consigo mismo, sin la necesidad de plantearse grandes retos: en los eternos desencuentros entre Arbex y Pardo, siempre se colocaba al lado del segundo, manifestando escaso interés por la resurrección de Los Brincos. Se suponía que ejercía de asesor de las carreras artísticas de sus tres hijos.

Tan risueña imagen se rompió tras la muerte de Rocío en 2006. Los conflictos familiares le convirtieron en personaje codiciado por los programas de la televisión basura, donde rara vez se mostraba su mejor cara. Intentó enderezarlo con una autobiografía de escaso calado, Mucho antes de dejarme. Terminaría siendo coprotagonista involuntario de una serie de Telecinco, Rocío Dúrcal: volver a verte. A esas alturas (2011), pocos recordaban que intervino en algunos de los más elegantes temas del pop español de los sesenta.

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