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Miss Mundo contra la violencia sexual

Linor Abargil se quitó la corona para defender como abogada a las mujeres La hija de Gregory Peck ha llevado su historia, incluida una violación, al cine

Linor Abargil, miss y ahora defensora de los derechos de las mujeres violadas.
Linor Abargil, miss y ahora defensora de los derechos de las mujeres violadas.AP

Los ojos de Linor Abargil –sombra lila, rímel negro, exceso de purpurina- estaban cargados de lágrimas. Su boca tan pronto se congelaba, apretando los labios, como dejaba escapar una extraña sonrisa. Con la corona de Miss Mundo sobre su cabeza, su reacción parecía natural, el desconcierto de la ganadora. Pero había más: apenas seis semanas antes de ganar el concurso en las Islas Seychelles en 1998 la joven israelí había sido brutalmente violada a punta de navaja. Solo su familia y la Policía lo sabían. Desde el mismo juicio, en el que hizo un ejercicio de valor muy poco común en un país acostumbrado a no airear estos casos, se convirtió en el símbolo nacional contra los abusos sexuales. De modelo y actriz pasó a ser abogada penalista y a representar a mujeres que han atravesado una experiencia como la que ella tan bien conoce. Su labor ahora ha quedado reflejada en un documental, La valiente Miss Mundo (Brave Miss World), que se encuentra de gira mundial.

Abargil –de 34 años, hoy trocada en judía ortodoxa y madre de tres hijos- explica que llevar a la luz el drama de la violación es la única “píldora” que conoce para “sacar del cuerpo” algo tan “duro, tan malo” y evitar que se convierta en un “tumor”. “Siento que tengo el privilegio de poder ayudar a otras mujeres”, ha declarado a la agencia Associated Press. Lo tuvo claro desde el principio gracias, sobre todo, a su madre, Aliza. Fue a ella a la que llamó entonces. “Me ha engañado. Me ha violado. Ha tratado de matarme”, recuerda la madre en el documental, dirigido por Cecilia Peck -hija del actor Gregory Peck- y que estos días se proyecta en una decena de ciudades de Estados Unidos y ha pasado ya por ocho festivales internacionales.

Linor, una chiquilla de Netanya de origen marroquí, no tenía aspiraciones de miss. No le gustaba el concurso, por rancio. Pero el premio era bueno: un viaje a Tailandia y un coche. Así que se presentó a la edición nacional y la ganó. Era marzo del 98. En septiembre ya estaba en Milán con una agencia de modelos. Acabado el primer mes de trabajo quiso volar a Israel para ver a su familia. Acudió al propietario de una agencia de viajes del que le dieron buenas referencias, un israelí de origen egipcio llamado Uri Shlomo Nur. El vendedor le dijo que no había vuelos disponibles desde Milán a Tel Aviv pero se ofreció a llevarla en coche a Roma, donde habría más posibilidades. En el camino se apartó de la autovía, paró el coche tras unos matorrales, apuñaló a la joven y, navaja en mano, la violó. Trató de estrangularla, pero ella logró escapar. No se ocultó. Fue a la Policía y fue sometida a los determinantes análisis de muestras y ADN que luego mandarían a Nur a la cárcel. Al llegar a Israel tramitó otra denuncia. En noviembre ganaba Miss Mundo. “Lo último que quería hacer era estar en ese escenario”, confiesa.

Durante semanas guardó silencio, “un tiempo especialmente duro, con miedo hasta a salir a la calle”, porque las autoridades habían planeado una estrategia para su agresor: Israel e Italia se coordinaron para hacer que el hombre, también judío, viajase a Tel Aviv y, entonces, detenerlo para ser juzgado en el país de su víctima. La jugada salió bien y Nur fue condenado a 16 años de prisión. Saldrá libre este verano. Abargil, en el juicio, no usó un nombre falso, no ocultó su rostro ni distorsionó su voz. “La violación no me define, no puede hacerlo”, repite ahora. A ello sumaba el convencimiento de que por su visibilidad en la sociedad podía convertirse en el altavoz de otras víctimas, a las que “nadie” cree. “Esa estúpida corona no habría significado nada para mí si no me hubiera dado una plataforma para denunciar”, reflexiona. Reconoce que romper el “tabú” y mostrarse “herida” ante todos ha sido muy difícil, pero se siente compensada.

Durante un tiempo siguió conectada a la moda, luego se casó con el jugador de baloncesto Sarunas Jasikevicius (Barcelona, Maccabi, Indiana Pacers) y se fue a Estados Unidos a vivir. Tras un año de matrimonio, se separó y regresó a Israel. Fue directa a la Facultad de Derecho. Tenía que ser de ayuda para las víctimas en “todas” las facetas posibles. En 2008 abrió una web de denuncias. Hoy es una de las principales letradas de la jurisdicción de Tel Aviv. Hace cuatro años se casó de nuevo y accedió a rodar el documental que Peck le proponía, en el que hablan ella, su familia y decenas de mujeres de todo el mundo víctimas de violaciones. Algunas confiesan su drama por primera vez. La cinta incluye a actrices como Joan Collins, que se casó con el hombre que la violó a los 17 años, o Fran Drescher, abusada con una pistola en la sien por unos ladrones que entraron en su casa.

La Asociación de Centros de Crisis por Violaciones de Israel constata que gracias a su juicio se “dispararon” las nuevas denuncias, un fenómeno similar al que se dio en 2011 cuando el expresidente del país, Moshe Katsav, fue condenado a siete años de prisión por violación y acoso sexual a varias de sus funcionarias. Un impulso en un país donde el 39% de las violaciones aún no se revelan. Según este centro, una de cada tres israelíes ha sido violada o asaltada sexualmente y cada año se denuncian unos 2.000 casos, pese a que reciben llamadas por más de 8.000. Hay 300 casos anuales, además, de agresiones a menores de edad.

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