El volcán Pacaya vuelve a despertar en Guatemala
El volcán Pacaya, uno de los más conocidos de Guatemala, acaba de entrar en erupción. La última vez que estalló fue en mayo de 2010 y dejó tras de sí un paraje volcánico tan singular que su cono humeante se había convertido en una de las visitas turísticas más solicitadas del país centroamericano. Ya nada será igual.
Éste es el post que escribí sobre el Pacaya el 21 de enero de 2013 con el título "La interesante historia del hombre que era amigo de un volcán". Tras la explosión de este fin de semana me pregunto si Rodolfo Pineda podrá seguir viviendo de su amado volcán.
"La interesante historia del hombre que era amigo de un volcán"
Si el Creador hubiera hecho una apuesta consigo mismo para elegirel lugar más inapropiadopara colocar un país, le habría salidoGuatemala. Este pequeño país centroamericano desde el que continuo escribiendoes una tierra ubérrima y rica, con bellas montañas, selvas, lagos, cafetales, ruinas mayas, un clima bonancible y paisajes soberbios. Pero Dios tuvo la guasa de colocarlaencima de la confluencia de tres placas tectónicas. ¡Casi nada! Placas en movimiento que garantizan un terremoto digno de apertura de noticiero cada 50 años y unos cuantos de menor intensidad repartidos por ese intervalo. Como consecuencia de esa pesada digestión magmática que se gesta en su subsuelo, el país está atravesado además por unacadena de volcanesactivos de incomparable belleza, pero que añaden al panorama otros plus de catástrofes naturales que llegan con regularidad de reloj suizo.
Uno de los últimos en entrar en erupción fue elvolcán de Pacaya, de 2.600 metros de altitud, a una hora de distancia de la capital del país. El27 de mayo de 2010 el cráter principal del Pacaya pegó un estornudo, lanzó una nube de material piroclástico que se elevó a kilómetro y medio de altitud y escupió una lengua de lava que a punto estuvo de tragarse la aldea de El Patrocinio, una de las muchas que se desparraman por sus laderas.
Las nuevas coladas de lava del Pacaya y el paisaje del Averno que la erupción dejó a su pasoson hoy una de las atracciones turísticas de Guatemala. Como otros muchos viajeros, subo hasta la antesala del cráter para disfrutar de un día de excursión por un paraje recién creado por la naturaleza. El Pacaya es un parque natural protegido al que hay que en entrar obligatoriamente con guía. El mío se llamaRodolfo Pineda, tiene 38 años aunque aparenta muchos más y destila una vitalidad contagiosa. Mientras subimos por un sendero marcado entre basaltos y piedra pómez me dice que hasta 1961 el Pacaya era solo “una montaña”, por esoviven más de 9.000 personas en sus laderas. Pero que ese año entró en erupción y desde entonces vomita lava y fuego regularmente. Él está aún reparando los daños provocados por la erupción de 2010 en su casa.
“Nunca me iría de aquí,no quiero vivir en otro sitio, si me fuera a la ciudad me moriría”, me contesta.
“¿Sabe por qué sigo viviendo aquí y no me pasa nada? Porqueel volcán es mi amigo y nos damos protección el uno al otro. El volcán atrae turistas y de eso vivimos; el volcán fertiliza los suelos con sus cenizas volcánicas, aporta potasio y otros nutrientes que son muy buenos para cultivar el café. Subo todos los días con visitantes y soy feliz cuando estoy aquí arriba; el día que no vienen turistas y no veo el volcán me siento vacío”.
“Cuando era pequeño”, continúa, “mi padre quería que fuera a ayudarle al campo, pero a mi no me gustaba eso. Yo quería subir al volcán. Los chiquillos nos poníamos a hacer los deberes al lado del camino y cuando llegaba algún coche con turistas nos ofrecíamos para ir con ellos de guías”.
Hoy hace un día radiante yel cono fracturado y aún humeante del Pacaya se recorta sobre un cielo azul límpidoy vitalista. El río de lava petrificada forma un escenario singular. Pero aún más bella es la vista panorámica que desde aquí arriba se tienen de los otros volcanes cercanos: elvolcán de Aguay elvolcán de Fuego, a cuyos pies está la ciudad de Antigua, se elevan en la distancia como cíclopes majestuosos coronados por penachos de nubes y fumarolas de azufre. ¡Una fotografía maravillosa para grabar en el disco duro de los recuerdos!
Hay bastantes turistas por los senderos habilitados y lugareños que les guían a pie o a caballo.¿Y no es peligroso andar por aquí teniendo en cuenta que el suelo se siente aún caliente?, le vuelvo a inquirir a Rodolfo.
“No, y le digo la razón. Porque nosotros conocemos el volcán, somos sus amigos y estamos pendientes de su evolución.Cuando las comunidades que viven junto al volcán están involucradas todo va mejor. La gente de estas aldeas hacen de guías, tienen un par de caballos para alquilar, venden artesanías o bastones para caminar, o trabajan en la municipalidad. Todos se involucran y cuidan el volcán. Procuramos que nadie se meta en zonas peligrosas, que no haya accidentes.Todos ganan con el volcán y lo protegen. Si a esa gente la dejamos olvidada…. como que no”.
En la erupción de 2010 solo murió una persona. Un periodista de la televisión guatemalteca que se acercó demasiado y le cayó una roca incandescente encima. Rodolfo estaba con él, según me dice. Faltaban 25 minutos para las seis de la tarde y la cosa se estaba poniendo muy fea. Rodolfo se puso de rodillas, pegó la oreja al suelo - como un guía sioux en las películas del oeste- yoyó las entrañas del volcán crepitar. Avisó del peligro al equipo de TV y dijo que había que irse de allí rápidamente. Él corrió ladera abajo con un tablón de madera sobre la cabeza para protegerse de la lluvia de fuego pero el periodista y el cámara se quedaron. Una decisión mortal.
La madre de Rodolfo, que tiene 82 años, cuando se enteró de lo sucedido le dijo:“Si tu no moriste allá arriba es porque no te tocaba. A él, le tocaba”.
Me encanta la lógica aplastante de la gente sencilla.
Datos prácticos:al volcán de Pacaya se accede en coche desde Ciudad de Guatemala o desde Antigua. Su puede subir en coche hasta media ladera y luego se continua hasta unos 2.300 metros de altitud a pie. Se pueden alquilar caballos (15 euros cada uno). La entrada al parque cuesta 5 euros por persona. El guía (obligatorio) otros 15 euros.
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