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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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La espiral

El Monarca parecía conforme con el mensaje megalítico: él también está atrapado en una espiral, de deseos, de ambiciones y reflexiones

Boris Izaguirre
El rey Juan Carlos durante la emisión del mensaje de Nochebuena.
El rey Juan Carlos durante la emisión del mensaje de Nochebuena.Borja (AP)

Muchos están dispuestos a calificar este 2013 del peor año posible. Y el final del año parece rubricar esa frase con un toque apocalíptico. Iglesias que arden a la orilla del mar. Justin Bieber anunciando su despedida de los escenarios. Montserrat Caballé reconociendo que está horrorosa en el anuncio de la Lotería de Navidad. Y una escultura de Martin Chirino en forma de espiral robándole el protagonismo al Rey en su discurso de Nochebuena.

El mensaje ha perdido miles de espectadores, pero ha ganado profundidad en lo relativo a la realización televisiva: al poner el foco en la escultura ubicada en el jardín, las palabras del Rey se hacían más envolventes y centrífugas. La espiral como símbolo existe desde tiempos remotísimos, es una línea curva generada por un punto que va alejándose progresivamente del centro cada vez que gira a su alrededor. Una metáfora del tiempo que vivimos, escribió Juan Cruz. El Monarca parecía conforme con el mensaje megalítico: él también está atrapado en una espiral, de deseos, de ambiciones y reflexiones. De poder. En estos tiempos donde se exige transparencia, esa espiral al fondo iluminada por focos de la televisión pública era un contraste integral.

La fuerza circular de la espiral habla de la no permanencia de las cosas y la realización de uno mismo. Según el propio Martin Chirino, las espirales son “serenas, precisas y elegantes”. ¿Quién no está atrapado en una? ¿Quién no se hipnotiza contemplando una? En muchas cenas giraban preguntas sobre si la familia del escultor recibiría algo por derechos de imagen o si la palabra “ejemplar” terminará por convertirse en otra muleta del Monarca. Más de uno deseó estar invitado a la cena de Nochebuena en palacio para oír cómo se comentaba el discurso. Se rumoreó que los duques de Palma pensaban asistir y que todos los miembros de la casa, incluidos los príncipes de Asturias, habían decidido enfrentar la pequeña ciclogénesis de salón intercambiando una frase corta, o dos, con ellos. “¿Te gustó el discurso del jefe?”. Luego los duques amenizarían a todos confirmándoles que la vida en Ginebra es tan segura como La Zarzuela, pero mucho más aburrida. ¿Condenados al aburrimiento?

Mientras, en la intemperie, gastamos mucho tiempo discutiendo las vueltas de la espiral generada por la apuesta soberanista de Cataluña sin querer reconocerle al anuncio de la Lotería de Navidad su inequívoca capacidad de unión de todo el territorio nacional. España entera lo declara una y otra vez: es horroroso. No solo porque nadie sale del todo bien parado, ni siquiera Bustamante, ni la querida Marta Sánchez, reyes de la fotogenia pop, sino porque la propia Montserrat Caballé ha declarado en una gala benéfica que ella misma se ve horrorosa. Xavier Sardá, uno de los rostros del anuncio de Campofrío, percibido como una respuesta amable al exceso gótico de Loterías, explica que “horrorós” en catalán se refiere más bien a lo feo, incluso a lo repugnante. En castellano es relativo al miedo. El año 2013 pudiera haber sido horroroso, 2014 es probable que sea solo horrorós. Caballé hace hincapié en que la responsabilidad es del director, el admirado Pablo Berger, célebre por Torremolinos 73 y una versión siniestra de Blancanieves. Caballé, con voz clara y directa, sentencia: “El director habrá pensado que era algo cómico”. Ha conseguido unir a todos los españoles en una idea-fuerza: lo feo une más que lo bonito.

Otra cosa que pudiera estar en el centrifugado de lo bonito y lo feo, el rimbombante Palau de les Arts diseñado por Santiago Calatrava en Valencia, cierra sus puertas por derrumbes. Otra metáfora, otra despedida. Uno de los símbolos de nuestro nuevo riquismo se deshace como si fuera un milhojas de merengue atrapado en la férrea voluta del paso del tiempo.

Ese paso del tiempo lo lamentan millones de tuiteros ante la despedida de Justin Bieber, que a los 19 años necesita hacerse adulto. Desde los días de Shirley Temple (que viajó de Hollywood a Naciones Unidas con mucho éxito), Judy Garland, Marisol, pasando por Joselito y terminando en Miley Cyrus, es complicado crecer, pasar de gorgoritos aniñados a una música con significado en la vida adulta. Ante el desconcierto de los fans, Justin reculó con tuits al estilo de Chabelita Pantoja, crípticos y semimísticos: “Sed amorosos los unos con los otros”, aconsejó el rey del pop adolescente.

El revuelo garantizó que Justin consiguiera colarse otra vez entre los hombres del año. La lista de 2013 está polarizada entre el papa Francisco y Thamsanqa Jantjie, el interprete esquizofrénico que estuvo más de tres horas haciendo gestos celestiales durante el funeral de Mandela, en pasmosa proximidad física a líderes como Barack Obama. Como nuestro mundo es un lleva y trae de líderes, Thamsanqa ya cuenta con infinidad de seguidores que o bien imitan sus característicos movimientos (“a medio camino entre una sesión dance en Ibiza y un concierto de Siempre Así en Sevilla”, aseveró un estudioso) o directamente le señalan como el nuevo mesías. “Solo él sabe lo que las voces celestiales pretendían decirle”, defiende una fan. Visto lo que parece esperarnos en 2014, aceptemos que Thamsanqa simplemente pretendía desearnos un año nuevo que, como la virgencita, nos deje como estamos.

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