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El hombre del tesoro de la sala 52 A

José Luis Várez Fisa no acudió el lunes a inaugurar el espacio del Museo del Prado que hoy lleva su nombre Lo que allí se exhibe es también la historia oculta de un mecenas y su familia

José Luis Várez Fisa (a la derecha) con su mujer, María Milagros Benegas (de verde).
José Luis Várez Fisa (a la derecha) con su mujer, María Milagros Benegas (de verde).CRISTÓBAL MANUEL

Durante los últimos días, el nombre de José Luis Várez Fisa se ha convertido en sinónimo de gran mecenas, de puro amor al arte y de una generosidad poco habitual entre la poderosa élite económica española. Un impresionante artesonado, construido en torno a 1400, bajo el que se expone un soberbio conjunto de piezas medievales y renacentistas, tiene la culpa del interés mediático mundial que ha suscitado el coleccionista. Várez Fisa prefirió no asistir el pasado lunes a la multitudinaria presentación de la sala que lleva su nombre en agradecimiento a su generosidad. Dejó que los responsables del Museo del Prado presumieran de su nuevo y envidiable tesoro. Pero lo que ahora se expone en la sala 52 A es también la historia oculta de uno de los pocos coleccionistas españoles merecedores de aparecer en la exigente lista de Art News, la Biblia de este exquisito club que forman 200 privilegiados.

Nacido en Barcelona en 1928, de él se sabe que estudió Ingeniería Industrial en la Politécnica de Barcelona y que poco después se instaló en Navarra, donde trabajó como consejero en la sucursal del Banco de España en Pamplona. Su actividad empresarial comienza en la década de los sesenta, en Laminaciones Lesaca, una industria de derivados del acero en Navarra. Por esos años, su colección empieza a crecer. Junto a su mujer, María Milagros Benegas, visita anticuarios en España y en el extranjero y empieza a comprar arte antiguo. Les interesan todas las épocas, técnicas y estilos, y, según cuentan quienes les conocen de cerca, sus seis hijos conocen desde pequeños cada una de las piezas que el matrimonio ha ido adquiriendo.

A Madrid llegan en 1970. Las amenazas de ETA les obligan a dejar el País Vasco, y después de liquidar allí sus negocios, Várez Fisa se dedica a la promoción de desarrollos inmobiliarios y compañías financieras. Funda Agepasa, una gestora de patrimonios y carteras, y el Banco Inversión. Madrid representa la seguridad familiar y la proximidad con su museo más querido: El Prado.

Detalle del artesonado en madera de la techumbre cedida al Prado por Várez Fisa.
Detalle del artesonado en madera de la techumbre cedida al Prado por Várez Fisa.álvaro garcía

Su aproximación a la pinacoteca no pudo ser más generosa. Nada más llegar regaló el Retablo de San Cristóbal, obra de un maestro anónimo castellano de finales del siglo XIV y único ejemplo del llamado gótico lineal que posee El Prado. En 1988 donó otro San Cristóbal, pintado por el italiano Orazio Borgianni.

Su generosidad, conocimiento y buenas relaciones en el mundo financiero le llevaron al Patronato del Prado en 1980.

Alguno de sus compañeros de entonces le recuerdan como un hombre parco en palabras, pero cercano y de sonrisa amplia. Alto, trigueño y de ojos claros, Várez Fisa no ha sido nunca de los que se amedrentan ante el poder de turno. En 1992, cuando el Patronato del Prado acordó el traslado del Guernica de Picasso desde el Casón hasta el Reina Sofía, solo dos personas manifestaron su disconformidad. Una de ellas fue Várez Fisa, por entender que no se estaba respetando la voluntad del artista malagueño. En consecuencia, abandonó el patronato.

Sus amigos dentro del museo han sido —y siguen siendo— bastantes. Uno de ellos es el también coleccionista Plácido Arango, anterior presidente del patronato. Otro, y muy importante, fue Alfonso Pérez Sánchez, director del Museo entre 1983 y 1991, una de las opiniones que más valoraba y tenía en cuenta el coleccionista a la hora de comprar. Otro de sus principales asesores y amigos ha sido José Gudiol, gran experto en tablas románicas y góticas.

Un nuevo techo para el Prado

El conjunto donado por José Luis Várez Fisa viene a llenar una de las lagunas principales del Museo del Prado. Está constituido por una veintena de obras de arte, datadas entre los años 1200 y 1500 y procedentes de los reinos de Castilla, Aragón, Valencia y Cataluña. La pieza principal es una gigantesca techumbre de madera de pino de 66 metros cuadrados y seis toneladas de peso, adornada con escenas de caza, temas bíblicos, escudos cuartelados de Castilla y León, mujeres y dragones. El artesonado fue construido hacia el año 1400 para el sotocoro de la iglesia de Santa María de Valencia de Don Juan, en León.

Dentro del tipo de piezas que le han interesado se cuenta todo aquello que a él o a su esposa les pareciera bello. De hecho, la familia siempre ha convivido con las obras. Quienes conocen su casa de la Moraleja (Madrid) han podido ver las piezas adornando las paredes, e incluso se dice que el artesonado que ahora se ve en El Prado cubría los techos de uno de los comedores.

A propósito del premio al mejor coleccionista que le concedió la Fundación Arte y Mecenazgo en 2011, su hijo Juan, consejero delegado de Christie’s España, cuenta en un vídeo de homenaje al coleccionista que, desde bien pequeños, sus padres les hacían participar en la llegada de una nueva obra a la casa. Aprendían su historia, su significado y procedencia, y ayudaban en su instalación.

El arte español disperso en el extranjero ha sido objeto de su interés. “Eso sí, siempre cuidaba de no interferir si El Prado estaba interesado en la obra. Me consta que, para él, El Prado ha estado siempre por delante”, aseguran en el museo.

Como todos los grandes coleccionistas del mundo, Várez Fisa a veces se ha desprendido de algunas obras para comprar otras, pero no parece que se haya movido nunca por intereses especulativos. La mayor venta de parte de su colección la realizó con el Museo Arqueológico, donde en 1999 vendió 187 piezas egipcias, iberas, griegas y romanas por 12 millones de euros.

La parte más conocida de su colección es la pintura, aunque la platería y la cerámica son también de primer nivel. Al margen de las piezas románicas que ahora se pueden ver en El Prado, cuenta con tesoros firmados por Goya, El Greco, Velázquez, Ribera, El Bosco, Murillo, Sánchez Cotán o Luis Meléndez. Colaborador de los grandes museos, gran parte de los cuadros han sido prestados para diferentes exposiciones.

Dicen quienes le conocen de cerca que hay una aventura de pasión artística entre el coleccionista y cada una de esas obras. Recuerda al Shanti Andía de Pío Baroja, un personaje cargado de nostalgia buscando la fuerza en aventuras remotas y siempre en conflicto con su entorno.

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