El pueblo (probablemente) más bonito de la República Checa


Hoy escribo desde Český Krumlov, probablemente el pueblo más bonito de la República Checa. Dado que las calles están llenas de turistas creo que no he descubierto ningún secreto –alguien más había reparado antes en la belleza y la armonía de este pueblo de la región sur de Bohemia, muy cerca de la frontera con Austria- pero sí es cierto que es muy poco conocido entre los viajeros hispanos, que suelen quedarse en Praga.
Český Krumlov no es solo un pueblo perfecto, casi de cuento de hadas. Es también el más extraño que he visto en mi vida ¿O alguno/ a de vosotros/as había visto antes una ciudad por la que pase dos veces el mismo río?
Krumlov está construida en un lugar muy especial, un doble meandro del río Moldava tan retorcido que el cauce gira 359º y casi se vuelve a juntar consigo mismo. Sobre esa roca rodeada de río como si fuera un istmo de interior se construyó el pueblo de manera que a los turistas nos cuesta horas, o días, orientarnos en una localidad tan pequeña en la que sin embargo te puedes encontrar en una calle el río yendo hacia el sur y en la calle de al lado, el mismo río yendo hacia el norte. Al final, como los gallegos, ya no sabes si vas o vuelves. ¡Un lío, vamos!
Dejando a un lado el asunto topográfico, Český Krumlov es además un pueblo tan perfectamente conservado que no existe un solo elemento arquitectónico que chirríe: es el pueblo de urbanismo medieval perfecto, casi todo peatonal, lleno de fachadas de esgrafiados geométricos y revocos de vivos colores; casas góticas, renacentistas y barrocas restauradas ahora como pensiones familiares o cálidos restaurantes; inclinados tejados rojizos con gabletes puntiagudos, escalonados o de campana y puentes de madera que salvan el ir y venir del Moldava y de los canales abiertos en paralelo para mover los antiguos molinos.
El pueblo era una ruina hasta los años 90, cuando fue declarado Patrimonio de la Humanidad. La mayoría de las casas estaban abandonadas y los lugareños preferían vivir en los nuevos barrios del racionalismo soviético, más feos que un dolor pero más confortables que aquellas viejas casas medievales llenas de humedades y ratas. Poco a poco empezaron a llegar artistas y bohemios que compraban fincas por cuatro coronas y las arreglaban para instalar sus estudios y viviendas. Con la declaración de Patrimonio por parte de la UNESCO empezó a fluir el dinero para rehabilitaciones y Český Krumlov terminó convertida en una de las joyas turísticas del país.
Tanto que ahora casi el 100% de las viviendas de la ciudad medieval están dedicadas a pensiones, hoteles, restaurantes y tiendas de las más diversas mercancías para uso viajero. El resultado es el mismo que en otras localidades hiperturísticas: la población local se ha vuelto a ir fuera y apenas queda un centenar de personas viviendo en el viejo Krumlov. Igual que ocurría antes de que empezar a restaurarse, pero por muy diferente motivo. Es la cara y la cruz del turismo.
Hay muchas cosas que ver y hacer en el pueblo: el museo del pintor Egon Schiele, el museo Fotoatelier Seidel), el museo de Marionetas… aunque simplemente con pasear por sus calles y explorar sus rincones se te va un día.
La visita inexcusable es al castillo, la gran figura omnipresente en el skyline de Krumlov. Y no es una hipérbole: es una de las fortalezas más grandes de Europa. Ocupa varias colinas unidas entre si por puentes soportados por grandes estructuras de arcos que permitían a su antiguos moradores, la familia feudal Rosenbergs, ir de un lado a otro, desde su jardines a sus aposentos y de allí a los diversos monasterios sin tener que pisar las calles del pueblo. Del castillo fascina el teatro barroco, el salón de las Máscaras y sus increíbles pinturas murales, los jardines, las interminables salas llenas de objetos históricos y muy en especial, la gran torre troncocónica pintada también con esgrafiados y frescos (ojo, en invierno los interiores del castillo están cerrados a las visitas).
Hay que subir a lo alto de esa torre, sí o sí, para dejar perderse la vista en la perfecta planimetría de Český Krumlov y entender de una vez por todas cómo el Moldava es capaz de ir y venir en dos direcciones opuestas por las calles del mismo pueblo.
Datos prácticos
Cómo llegar. Český Krumlov está a 160 kilómetros al sur de Praga. Por la carreteras nacionales 3 ó 4 se tarda unas dos horas y media en hacer el trayecto. La empresa de autobuses Student Agency tiene un enlace cada dos horas en ambas direcciones que tarda 2 horas y 50 minutos y cuesta 200 coronas (8 €)
CK Card. Merece la pena comprar en la oficina de Turismo la Český Krumlov Card, que te permite entrar a los cuatro museos de la ciudad, incluido el castillo, y cuesta 200 coronas (8 €). Solo la entrada al castillo vale 130 coronas.
Comer.
U dawu Maryí. En una casa de 1585 muy cerca del puente grande. Buena cocina tradicional checa en un ambiente totalmente siglo XVI.
Na Louzi. Cocina tradicional checa con una decoración desenfadada y muy local. Aunque está en plena ruta turística es un sitio muy auténtico y frecuentado por checos.
Barbakan. En los bajos de la pensión del mismo nombre, a la entrada del pueblo. El sitio es un tanto claustrofóbico (antiguas bodegas de la barbacana, sin ventanas), pero preparan la mejor carne a la brasa de la localidad.
Dormir.
Hotel Ruze. Es el más caro y selecto de la ciudad, en un antiguo convento de jesuitas en pleno cacso viejo, pero tiene todavía demasiado “aire” a convento. Si te va el estilo parador medieval, es tu sitio.
Otros alojamientos recomendables:
ApartamentosCastle View
Apartamentos Athanor
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