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La excentricidad de Isabella Blow está de vuelta en Londres

Una exposición recuerda a la musa y mecenas de diseñadores como Alexander McQueen y Philip Treacy

Fotografía tomada por el fotógrafo Mario Testino, de la estilista británica Isabella Blow.
Fotografía tomada por el fotógrafo Mario Testino, de la estilista británica Isabella Blow.Mario Testino (EFE)

Resulta difícil adjudicar una sola ocupación a Isabella Blow. Editora de moda, cazatalentos, musa, mecenas… era una de esas figuras inclasificables que mueven los hilos de la moda sin tener que diseñar. “Me documento históricamente, encuentro a personas desequilibradas, elijo fotógrafos y localizaciones”. De esta manera describía Blow su trabajo en un perfil publicado en la revista Tatler.

Sin ella no puede entenderse en éxito de diseñadores como Alexander McQueen, Hussein Chalayan o Philip Treacy, ni el de modelos como Stella Tennant y Sophie Dahl. Una apasionada de la cetrería, ella misma actuaba como un halcón. En el momento en el que reconocía lo extraordinario, se lanzaba sin titubeos. Así lo hizo cuando compró la primera colección de McQueen, que entonces era un estudiante de Central St Martins.

Algunas de las piezas de esa antigua colección forman parte de la exposición Isabella Blow: Fashion Galore!, en la Somerset House de Londres. Completan esta muestra ejemplos de su trabajo, vídeos y un centenar de prendas de su armario personal, que fue adquirido en su totalidad por su amiga Daphne Guinness para impedir que se fragmentase en una subasta de Christie’s. O al menos lo que se salvó de la voracidad de las polillas británicas que dicen dio buena cuenta de su guardarropa.

El de Blow es un armario fastuoso pero con sentido del humor, que nunca se ve embalsamado y que refleja su forma de vestir sin remilgos ni visión práctica. Quemaba los sombreros acercándose demasiado a las velas y olvidaba sus efectos personales en taxis. Las prendas expuestas (la mayoría de sus favoritos McQueen, Treacy y Blahnik) están muy vividas y algunas lucen lamparones y quemaduras que aportan un singular empaque.

Descendiente de una familia noble –los Delves Broughton- y excéntrica hasta la médula, dejaba su impronta allá donde iba. Trabajó en la revista Tatler, en el Sunday Times y como asistente de Anna Wintour en el Vogue estadounidense, pero de joven no tuvo problemas para ganarse el pan como limpiadora. Sus altibajos financieros nunca permitieron que el pragmatismo se impusiera a la fantasía. Era desprendida, derrochadora y los directores de publicaciones temblaban al recibir sus hojas de gastos. Pero la generosidad que mostraba con sus protegidos no siempre fue correspondida. Blow reprochaba a McQueen que no le ofreciese un puesto remunerado al vender su firma al entonces grupo Gucci.

Prendas del armario personal de Isabella Blow, expuestas en la Somerset House, de Londres.
Prendas del armario personal de Isabella Blow, expuestas en la Somerset House, de Londres.SUZANNE PLUNKETT (REUTERS)

Fue una aristócrata que vivió en mansiones y en casas de okupas. En ella se juntaban dos polos opuestos que definen la moda británica: la irreverencia y la tradición. Su estilo era tan audaz como erudito; uno de sus sombreros favoritos de Treacy, en forma de galeón, era una referencia a una moda del siglo XVIII con la que las mujeres aludían en sus tocados a las victorias navales de su país.

Blow se quitó la vida en 2007, a los 48 años. Había sufrido depresión y le acababan de diagnosticar un cáncer de ovario. Las ganancias de la exposición se destinarán a la fundación Daphne Guinness, dedicada la investigación de enfermedades mentales y a becas para estudios de moda.

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