Montoro embolado
Para semana de gloria, la que lleva el titular de Hacienda Redistribuir no redistribuye, pero que lo de Montoro es hacer amigos no se lo discute nadie
Lo que no me pase a mí no le pasa a nadie. Te conté la semana pasada que me postulaba a primera mujer portavoz episcopal de la historia. Pues bien, ahora que me sabía la Biblia en pasta y llevaba una ídem gastada en logopeda para clavar la voz meliflua requerida para el puesto, me viene una activista de Femen a proponerme engrosar sus filas. Que están hasta las ubres de que las critiquen por mostrar solo cuerpos perfectos en sus protestas, me dice. Y que, con mi jeta de mala hostia y mis mamas de mujer madura, doy el tipo perfecto para su nueva ofensiva: mostrar al mundo la diversidad del cuerpo femenino. Y todo ese mitin me lo suelta una ucrania de uno ochenta de larga, y noventa-sesenta-noventa de ancha a cuya verita Natalia Vodianova se queda en un samovar, vulgo botijo. Lo que quieren esas frescas es una menopáusica sin vergüenza propia ni ajena dispuesta a despelotarse por un minuto de gloria y de paso lavar su conciencia de género, como hacen las revistas femeninas con su número anual de gordas. Me tienen clavada, las muy pécoras.
Me ofendí lo justo, no creas. No está el mercado para ponerse digna, ni el laboral ni el otro. Así que, mientras sigo comiéndome encíclicas y aflautando el tono por si suena la ídem, me lo estoy pensando. Lo de sacar pecho feminista, digo. ¿Que no está bonito coquetear con Femen y postularse a la portavocía de la Conferencia al mismo tiempo? También queda feo haber llevado a pique a Bankia y fichar por Telefónica a los cinco minutos, y mira a Rato, tan tranquilo. Dirás que qué película tan mala te estoy contando esta semana, y no seré yo quien te lleve la contraria. Primero, no tengo el cuerpo precisamente de jota por mucho que hoy sea la Fiesta Nacional y el mismísimo Pilar de Zaragoza. Y, segundo, al fin y al cabo, esto es una película española, y ya dijo Montoro que el problema del sector cinematográfico es su baja calidad y no el IVA salvaje con que lo grava por sus santas gónadas.
Por cierto, que para semana de gloria, la que lleva el titular de Hacienda. Redistribuir no redistribuye, pero que lo suyo es hacer amigos no se lo discute nadie, no sé qué están pensando los de Facebook que no lo contratan de imagen planetaria. Empezó faltando a los cineastas acusándoles de ser los malos de la película. Siguió faltando a los contribuyentes con que si estos son los Presupuestos más sociales de la democracia. Y terminó faltando a la inteligencia colectiva soltándole en la jeta a Cayo Lara que los sueldos no es que bajen, sino que han moderado levemente su subida. Mira, el bueno de Cayo se quedó tan estupefacto que tuvieron que llamar a los ujieres para despegarlo del escaño. Grandes profesionales, por cierto, los lacayos del Congreso: entre eso y desalojar a las Femen agarrándolas de donde yo te diga, se han ganado el sueldo a pulso.
Al final tuvieron que ser Josep Piqué y Juan Rosell, dos empresarios poco sospechosos de bolcheviques, los que pusieron a Montoro en su sitio diciéndole que de qué vas, Cristóbal, no lo flipes, y eso que entre bomberos no se pisan la manguera. Ahora, la que estuvo sembrada mezclando las dos noticias de la semana fue Celia Villalobos. Que a ella también le gustaría ver a tíos en bolas en el hemiciclo, soltó, picarona, sin caer en que tiene frente por frente un pedazo de Montoro Embolado.
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