Luna

Hace 12 años que mi hija, que entonces contaba siete, me convenció para acudir a un concurso de televisión con la única finalidad de que si ganaba “le comprara un perrito”. A regañadientes, y sin ninguna expectativa, acudí a la cita, conseguí el premio y no tuve más remedio, ante miles de testigos, que cumplir con lo prometido.

Desde el mismo momento que el dichoso perrito (perrita) llegó a mi casa se convirtió en la compañera inseparable de mi hija y en el animal más dócil, cariñoso y obediente de cuantos he conocido. A pesar de eso, no ha habido una sola semana en la que no me haya quejado públicamente del sacrificio y el tostón que supone hacerse cargo de un animal doméstico.

El jueves 18 de julio, al terminar un sendero por una ruta balizada en Robledo de Chavela, de una finca cuyas puertas estaban abiertas salió un perro de gran porte y, en unos segundos y ante nuestra impotencia, asfixió y desnucó a nuestra perrita. Mi hija no estaba presente pues se encontraba realizando un curso de la UMP (ya tiene 19 años y estudia Veterinaria). Al inmenso dolor que sentimos se unía el de tener que contarle lo ocurrido.

El dueño de la finca no se ha escondido y nos pondrá en contacto con su seguro, pues parece que tiene en regla la documentación. Creo que si formulamos la pertinente reclamación se nos reembolsarán los gastos que nos haya supuesto el percance: menos de 30 euros, por la incineración y recogida del animal.

No creo que vaya a reclamar semejante indemnización, ni tampoco quiero que la gente piense que antepongo la muerte de un perro (aunque fuera mi perro) a los terribles sufrimientos que nuestra sociedad padece hoy y los dirigentes que nos han tocado, pero sí quería expresar que para mi familia, al completo, lo que nos han quitado vale mucho más que 30 euros.

Gracias, Luna, por haber vivido. Nunca te olvidaremos.— Luis Alberto García Horta.