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Tribuna
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El “Mayo del 68” turco

La protesta se dirige explícitamente al primer ministro Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde 2002, cuyo estilo de gobierno no es tolerado por la sociedad

Las manifestaciones pacíficas que comenzaron el 29 de mayo pasado en la plaza Taksim, en el centro de Estambul, se han ido extendiendo a otras grandes ciudades turcas, comenzando por Ankara, su capital, y continuando en ciudades de otras regiones del territorio. La excesiva violencia policial al inicio de los acontecimientos y la consiguiente indignación han consolidado y ampliado el movimiento contestatario, del que ya forman parte ciudadanos de todas las tendencias, incluso seguidores del AKP (Partido de Justicia y Desarrollo) en el poder. Las protestas tienen visos de prolongarse. Las redes sociales de Internet han sido ampliamente utilizadas.

Una revuelta amplia y durable

¿Cómo definir o calificar la movilización masiva, sin precedentes a esta escala, de la sociedad civil turca? Los medios de comunicación internacionales la han denominado “Primavera turca”, pero un paralelo con los sucesos acaecidos en Túnez y Egipto en 2011 no es pertinente. La plaza Taksim no es la plaza Tahrir, pese a la proximidad de la consonante. Si tenemos en cuenta su ambiente festivo, su espontaneidad, su independencia de los partidos políticos, de las ideologías y de los grupos de interés organizados – aun cuando algunos sindicatos importantes se hayan unido a la protesta – la comparación con el mayo de 1968 francés resulta más adecuada. Es notable cómo la participación de todas las clases sociales y de las comunidades urbanas (un 75% de la población total), que exigen una democracia limpia de escorias autoritaristas, ha conseguido que las movilizaciones trasciendan las polarizaciones existentes en Turquía. A las protestas acuden los laicos, los musulmanes practicantes, la derecha y la izquierda, los ecologistas, los adversarios del capitalismo financiero que reivindican los postulados del movimiento “Occupy Wall Street”, los kurdos, los alevíes (tendencia heterodoxa y liberal del Islam chiíta, con un 20% de la población), las minorías no musulmanas, las mujeres laicas y las que llevan velo, los homosexuales, los burgueses, los asalariados …

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El movimiento no pone en entredicho el régimen parlamentario o la legitimidad del poder actual reelegido en 2011, con casi un 50% de los votos. La protesta se dirige explícitamente al primer ministro Recep Tayyip Erdogan, en el poder desde 2002, cuyo estilo de gobierno no es tolerado por la sociedad. Su estilo se ha hecho cada vez más autoritario y personal, de tal manera que él lo decide todo, sin buscar la concertación: desde un proyecto urbano de Estambul relativo a la plaza Taksim, punto de partida de las movilizaciones, hasta medidas de otro tipo, más generales, que constituyen intrusiones en la esfera privada, como las restricciones impuestas al derecho al aborto y al consumo de alcohol.

La sociedad civil se ha estructurado y ha adquirido autonomía frente al Estado y al gobierno

Erdogan ha emprendido algunas acciones de ingeniería institucional y social, con el riesgo de que desemboquen en un régimen prácticamente dictatorial: en el primer ámbito, quiere imponer un régimen presidencial, del cual él mismo sería el todopoderoso primer ministro, elegido por sufragio universal en 2014. En el plano social, su ingeniería consiste en imponer a la sociedad un orden moral y un estilo de vida islámicos. Y para evitar que se le acuse de atentar contra el laicismo, alega – como hábil populista - motivos seculares como la salud pública y la política demográfica, justificando así las intrusiones de los poderes públicos en la esfera privada, inaceptables en una democracia.

Una sociedad civil que se emancipa

La contestación en curso es reveladora de los profundos cambios asumidos por la sociedad turca en los últimos 30 años, que comenzaron con la apertura al exterior de la economía turca. Un modelo de crecimiento basado en las exportaciones reemplazó entonces al que se fundaba en la substitución de las importaciones. Los procesos de cambio se han acelerado bajo el gobierno del AKP, que accedió al poder a finales del 2002. Dicho gobierno consolidó y amplió hasta 2006 las reformas democráticas iniciadas en 2001, que pretendían obtener de la Unión Europea la apertura de las negociaciones de adhesión, las cuales comenzaron efectivamente en octubre de 2005. Durante el decenio 2002-12, el fuerte crecimiento económico triplicó la riqueza per cápita, que superó los 15.000 dólares. Con una economía nacional de 1.200 billones de dólares estadounidenses, Turquía se ha convertido en la 15ª economía mundial (6ª de la Unión Europea). La península de Anatolia, donde vive la mayoría de la población, despertó y llevó a cabo una revolución empresarial, de la que emergió el fenómeno conocido en Turquía con el nombre de “burguesía anatolia islámica”. Un estudio de la Fundación alemana European Stability Initiative (ESI) hace referencia a las élites económicas y sociales anatolias, calificándolas de “Calvinistas islámicas”. Este próspero grupo social constituye el pilar socioeconómico del AKP y hace la competencia al tradicional “gran capital” de Estambul y su zona de influencia. Por primera vez en la historia del país las clases medias son mayoritarias y, aunque las desigualdades sociales y regionales no han desaparecido, tienden a reducirse.

La sociedad civil se ha estructurado y ha adquirido autonomía frente al Estado y al gobierno, que siempre habían ejercido un estrecho control sobre ella. Secularizada e individualizada, acepta el pluralismo étnico, religioso e ideológico que la caracteriza. Contrariamente a las ideas de un tenaz tópico que circula sobre Turquía, los laicos y los musulmanes practicantes ya no constituyen dos bloques homogéneos enfrentados. Hay laicos nacionalistas/kemalistas y otros que son demócratas; hay musulmanes muy conservadores, pero también los hay “liberales”, “demócratas” o “de izquierda”. La contestación actual viene a ser prueba de esa emancipación, puesta también de manifiesto en otro proceso, con dimensiones éticas y simbólicas: si bien el Estado turco continúa negando el genocidio de los armenios otomanos de 1915, la sociedad civil comenzó por su cuenta, en 2005, a hacer un trabajo de memoria sobre esa cuestión y todos los años, el 24 de abril, hay reuniones públicas en las grandes ciudades para pedir al gobierno que Turquía reconozca el genocidio.

En cuanto al AKP, tiene líderes – principalmente el Presidente de la República, Abdullah Gül y el Viceprimer ministro Bülent Arinç – que son conscientes de estos cambios; han presentado sus excusas a los manifestantes por las violencias policiales y han criticado al Sr. Erdogan. Un ejercicio demasiado largo del poder en solitario ha encerrado al primer ministro en una paranoia que le disocia de la realidad y que ya le impide comprender que la sociedad a cuya emergencia contribuyó decisivamente entre 2002 y 2010, se ha emancipado. Frente al movimiento social contestatario ha reaccionado intentando poner a sus seguidores en contra de quienes rechazan su autoritarismo. Sigue gozando de popularidad entre las capas sociales desfavorecidas, cuyas condiciones de vida mejoraron gracias a sus políticas económicas y sociales. Con todo, los acontecimientos del “mayo del 68” de la sociedad turca han ensombrecido su futuro político. Es probable que el AKP gane las elecciones municipales, presidenciales y legislativas anunciadas para 2014, pero si fuera el caso se debería con mucho a la debilidad de la oposición socialdemócrata (Partido Republicano del Pueblo – CHP). En el escaso tiempo transcurrido entre fines de mayo y mediados de junio de 2013, Erdogan ha asestado un buen golpe al llamado “modelo turco” y a la positiva imagen internacional del país.

La Unión Europea ha reaccionado acertadamente, al hacerlo con fuerza, para denunciar su autoritarismo y la violencia desproporcionada contra los manifestantes de la plaza Taksim de Estambul, pero también de Ankara, la capital, y de otras grandes ciudades del país.

Turquía necesita continuar con las negociaciones de adhesión a la UE, no solamente porque se trata de su principal socio económico y proveedor de inversiones extranjeras, sino también y ante todo para proseguir con sus reformas democráticas. Sin embargo, la actitud de Bruselas hacia Ankara es más ambigua que nunca. Las negociaciones están bloqueadas desde 2010 y la apertura del capítulo sobre políticas regionales, que se preveía para fines de junio, se ha diferido hasta el mes de octubre, a petición de la canciller Angela Merkel, que privilegia así las elecciones legislativas alemanas del 22 de septiembre. Otro punto de discordia que confirma la ambigüedad de la UE reside en la presión que ésta ejerce sobre Ankara para que firme un acuerdo de readmisión de los inmigrantes clandestinos que penetran en el espacio Schengen. El gobierno turco acepta firmarlo, a condición de que la UE suprima los visados que impone a los ciudadanos turcos. La Comisión responde: “fíense de notros, firmen el acuerdo; ya veremos lo de los visados más adelante”, dando a entender al mismo tiempo que varios Estados miembros podrían oponer su veto al respecto. El resultado es que la opinión pública turca ya no sea fía de la UE: actualmente sólo el 17% cree que la UE aceptará la entrada de Turquía, mientras que en 2005, cuando comenzaron las negociaciones de adhesión, la proporción era del 70%. Incluso si jamás llegaran a buen término, interrumpir ahora las negociaciones – lo que desean 5 ó 6 miembros, de un total de 28 – sería un error histórico. Pero para percatarse de ello se requiere una visión estratégica a largo plazo, de la cual sin duda alguna carece la UE. 

Ali Kazancigil es  politólogo, especialista de Turquía. Director de la revista geopolítica Anatoli: De l’Adriatique à la Caspienne. Antiguo corresponsal del periódico Le Monde en Turquía, dirigió los programas de ciencias sociales de la UNESCO. Algunas de sus publicaciones:

- “Turquía: algunas preguntas, todas las respuestas”

(Edicions Bellaterra, Barcelona, 2010)

 - “Sécularisation et démocratisation dans les sociétés musulmanes”, Bruselas, Peter Lang, 2008 (con S. Vaner)

 - “La Turquie contemporaine: d’une révolution à l’autre” (Paris, Bayard, con D. Akagul y F. Bilici – publicación prevista en noviembre de 2013)

Traducción de  M.J. Gutiérrez Conde

 

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