Luiz Antonio, el niño manipulador
Tiene toda la pinta de ser el clásico monstruito cargante que lo discute todo. Si con tres años ya es así, no quiero ni pensar en la adolescencia que les va a dar a sus padres


Quería yo hablarles del anuncio de Aquarius, ese superéxito de la publicidad para el que no tengo suficientes aplausos: nunca una reivindicación de lo obvio -que hay políticos honrados- trajo tanta polémica, y nunca un comercial puso en evidencia la deriva populista de un país tan abrasado por la corrupción que empieza a discutir las bases de la democracia.
Sin embargo, la rabiosa actualidad me obliga a poner el foco en otro tema aún más caliente: Luiz Antonio. Para aquellos desinformados que aún no le conozcan, explicaré que Luiz Antonio es un niño brasileño de tres años que, en palabras de ABC.es, “emociona al mundo por negarse a comer carne”. ¿Y cómo lo emociona? Pues como se emociona ahora siempre que se quiere emocionar: con un vídeo viral en YouTube.
La escena sucede en el comedor de casa. Luiz Antonio está sentado en su trona, tiene delante un plato de ñoquis de pulpo, y habla con su madre. El crío le pregunta dónde está la cabeza del pulpo. Mami contesta que en el mercado, donde un pescadero la cortó. Luiz Antonio entra entonces en una espiral dialéctica con su progenitora, en la que cuestiona por qué tenemos que matar animales para comer. “¿Por qué mueren? ¡Tenemos que cuidar a los animales, no comerlos!”. La microobra acaba muy arriba, con la madre llorando de emoción por el hijo tan compasivo que tiene y dando permiso a Luiz Antonio para que no se coma los ñoquis.
Como la cámara quiere a Luiz Antonio tanto como a Shirley Temple, Macaulay Culkin o el chaval aquel que salía colocado del dentista, el vídeo ha arrasado, superando los cuatro millones de reproducciones. Lo que me obliga a nadar contracorriente en este río de sentimentalismo vegetariano y, de paso, dar rienda suelta a mi escepticismo respecto a la inocencia infantil.
Mi interpretación es la siguiente: Luiz Antonio tiene toda la pinta de ser el clásico monstruito cargante que lo discute todo. Si con tres años ya es así, no quiero ni pensar en la adolescencia que les va a dar a sus padres. No le apetece comerse el pulpo y se inventa todo este discurso moralizante de compasión animal como subterfugio para escaquearse. Como es superdotado y ha nacido para la manipulación, termina convenciendo a su madre, un ser emocionalmente más débil que él, para que le deje salirse con la suya.
¿Un análisis demasiado amargo? Muéstrenme un vídeo de Luiz Antonio rechazando unos espaguetis boloñesa: ese día creeré en la bondad innata del ser humano y me haré vegano.
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