Túnez, el Foro Social Mundial y los laberintos de la esperanza
A Amina Tyler...
Ha comenzado en Túnez una nueva edición del Foro Social Mundial, ese extraordinario proceso de movilización y articulación de las luchas globales, nacido en Porto Alegre doce años atrás. Se trata del tercer gran encuentro promovido en África por esta inmensa red de organizaciones sociales y populares dispuestas a discutir alternativas para los grandes temas y problemas que impiden el avance de la igualdad, la democracia y la justicia social en todas las regiones del planeta.
Nacido como un provocativo contrapunto al Foro Económico Mundial de Davos, el Foro Social Mundial ha mantenido una persistente presencia como principal expresión de las luchas altermundistas. No por ello ha dejado de enfrentar intensos debates acerca de sus formas de organización, su estructura y, naturalmente, su viabilidad financiera, al sostener un cronograma anual de encuentros que suponen una disponibilidad de fondos pocas veces accesibles sin ayuda gubernamental. Sabemos que la movilización de recursos financieros y la movilización de las masas que luchan por otro mundo posible, no siempre son dinámicas que conviven armónicamente. En efecto, uno de los principales dilemas del Foro ha sido cómo mantener la autonomía, como ser una expresión viva de la diversidad y la complejidad existentes en las fuerzas que luchan por un mundo más justo y, al mismo tiempo, convencer a gobiernos y empresas públicas de los países que albergan cada evento, así como a fundaciones progresistas de algunos de los países más poderosos del planeta, a financiar y brindar sustentabilidad a una iniciativa como ésta. Sea como fuera, con sus contradicciones y potencialidades, el “Foro de Porto Alegre” ha perdurado, siendo expresión de una nueva forma de organización de las luchas contra la globalización neoliberal, la privatización del espacio público, el imperialismo, la destrucción predatoria del planeta, la explotación y la negación de los más elementales derechos humanos a buena parte de la población mundial.
Con centenas de actividades distribuidas entre el martes 26 y el sábado 30 de marzo, el Foro de Túnez será de enorme importancia política, como lo fueron el de Nairobi (Kenia), en el 2007, y el de Dakar (Senegal), en el 2011. Más de 30.000 participantes de todo el mundo, aunque fundamentalmente de los países africanos, se han congregado en la capital tunecina. Se estima que representantes de más de 4.600 organizaciones y movimientos sociales, originarios de más de 120 países, participarán de los talleres, seminarios y foros específicos promovidos en alguna de las cinco universidades que conforman el Campus de El-Manar, sede del evento. El inmenso programa expresa la diversidad de temas, enfoques y debates promovidos en este nuevo Foro, que se inició con una festiva marcha desde la Plaza 14 de Enero al Estadio de Menzah, en cuyo palco exterior se presentó el músico brasileño Gilberto Gil, cerrando la primera jornada.
Sin embargo, el Foro Social Mundial de Túnez ocurre en un escenario político regional complejo y, de modo alguno, tranquilizador desde el punto de vista democrático. El anterior foro africano, celebrado en febrero de 2011, ocurrió pocos días después que fuera derrocado el dictador tunecino Ben Ali, uno de los detonantes de las revueltas que se extenderían a otros países del Magreb. Si en aquel momento las esperanzas se depositaban en una Primavera cuyos horizontes democráticos parecían inagotables, la coyuntura tunecina parece ahora bastante más difusa y contradictoria, al igual que la de todos sus vecinos. Aunque han habido algunos avances significativos, nada parece indicar que una revolución democrática se ha propagado por el país, pagando su deuda histórica de justicia e igualdad a una sociedad marcada por la prepotencia imperial interna y externa, por un colonialismo que destruye tradiciones, valores y virtudes históricas y por un fanatismo religioso que dice apoyarse en ellas, demoliendo libertades y avasallando cualquier atisbo de autonomía y emancipación humanas. Túnez, como casi todos los países africanos, sufre la doble mordaza de una clase política religiosa retrógrada y la presión de las grandes potencias imperiales por hacer trizas cualquier aspiración democratizadora, apropiándose de todo lo que reluce riqueza y avasallando, con su catecismo de mercado, las pocas libertades de las que dispone un contingente de seres humanos reducidos a la condición de súbditos de interminables dinastías dictatoriales creadas desde adentro o desde afuera de sus propias fronteras.
Pocas semanas antes del Foro, y como evidencia del peligroso retroceso democrático que vive el país, fue asesinado el dirigente laico de izquierda, Chokri Belaid, presidente del Partido de los Patriotas Demócratas Unificado. El traslado de su cuerpo al cementerio de Al Yalaz fue la manifestación más grande en la historia de Túnez. En la ocasión, Sami Naïr, escribía en este mismo periódico:
El país parece paralizado por la incompetencia de los islamistas, cuyo trabajo esencial ha consistido estos últimos meses en repartirse los despojos del antiguo poder (casas, terrenos, coches…) mientras la crisis económica destroza cada día centenares de empleos, la inflación se dispara, la corrupción se generaliza en todas partes. El Gobierno, como tal, no existe, salvo en un campo: ha desatado la guerra contra los periodistas independientes. Frente a la crisis insurreccional provocada por el asesinato de Belaid, el primer ministro Hamadi Jebali ha decidido disolver este Gobierno. Pretende reemplazarlo por un nuevo equipo de personalidades cualificadas, sin filiación partidista. No va a lograr nada. Es demasiado tarde…
Naïr tenía razón. Días después, el Gobierno de Jebali caía bajo el peso de su propia complicidad asesina y era substituido por el del primer ministro Ali Laridi, un islamista moderado que ha formado su gabinete con mayoría de independientes, en un escenario incierto hasta las próximas elecciones de octubre.
El compromiso con las luchas democráticas en Túnez y la necesidad de que esta modesta primavera árabe se transforme en una activa y profunda revolución emancipatoria y libertaria, une a las fuerzas y a los contingentes de militantes que participan del Foro. No casualmente, una de la primeras actividades llevadas a cabo fue una multitudinaria Asamblea de Mujeres, convocada en la Facultad de Derecho del Campus de El-Manar. Militantes de todo el mundo prestaron homenaje a sus compañeras de travesía, luchadoras de diversos países africanos, cuyos derechos son cotidianamente avasallados. Estas inconclusas primaveras democráticas no hubieran sido posibles sin la lucha de las mujeres. Entre tanto, las deudas en materia de igualdad de género no dejan de acumularse por todos los países árabes. Como afirma a la agencia brasileña Carta Maior, Halima Jouini, de la Asociación Tunecina de Mujeres Demócratas: “las mujeres hemos luchado intensamente durante décadas por la libertad, contra la corrupción y las injusticias sociales, aunque lamentablemente aún enfrentamos una situación muy difícil dentro del país”. Las injusticias a las que se refiere Halima no son sólo el resultado de procesos de discriminación que viven las mujeres árabes en el mercado de trabajo o en la vida política. Se trata de algo mucho más complejo y que hará marchitar los deseos de libertad de cualquier primavera democrática. En la víspera del Foro, Amina Tyler, una joven activista de 19 años, fue condenada a muerte por un clérigo musulmán. Su “pecado”: postar dos fotos en Facebook, con el torso desnudo, apoyando la lucha del movimiento feminista Femen. La condena: diez latigazos en la plaza pública y muerte por lapidación.
El nuevo Foro Social Mundial quizás sea el Foro de la Lucha de las Mujeres Africanas. Ellas fueron las que marcaron el ritmo de la marcha y la asamblea con las que se iniciaron las jornadas del nuevo evento. A ellas es a quienes debemos rendir tributo. Y serán ellas las únicas que podrán ayudarnos a transitar el laberinto de la esperanza que se diseña sobre el futuro de África.
Desde Túnez
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