Inmigración: las lecciones de Obama para Europa

Tras cuatro años de indecisiones y promesas incumplidas, el Presidente Obama se decide finalmente a abrir el melón de la reforma migratoria. Las razones se cuentan a lo grande: al menos 11 millones de extranjeros que residen en EEUU en situación irregular; 18.000 millones de dólares destinados en 2012 al control y deportación de inmigrantes; centenares de millones invertidos cada año en la educación y capacitación de ciudadanos que acaban siendo obligados a retornar a sus países de origen; alrededor de 200.000 deportaciones realizadas sin amparo judicial; y, muy fundamentalmente, doce millones y medio de votantes hispanos garantizando la reelección presidencial el pasado 6 de noviembre.

Si creen que Europa es diferente, que no existen razones para reconsiderar nuestras políticas de inmigración, conviene que miren otra vez:

- Los mecanismos que controlan la movilidad han fracasado: Europa debe encontrar una regulación más inteligente de la entrada y salida de inmigrantes. A pesar de la intensificación y sofisticación de los controles, se estima que el número de inmigrantes irregulares en la UE-27 podría alcanzar los cuatro millones de personas (5,5 antes del acceso de Bulgaria y Rumania). La lógica bulímica del sistema obliga a acumular bolsas de inmigración irregular hasta que el sentido común impone amnistías más o menos masivas. En los últimos veinticinco años, los países europeos han realizado nada menos que 57 de ellas.

- Nuestras economías y Estados del bienestar necesitarán de forma desesperada la mano de obra que hoy rechazamos: Incluso si los niveles de inmigración anteriores a la crisis continuasen en el futuro (lo cual es abiertamente rechazado por cualquier aspirante político con espíritu de supervivencia), la UE vería su población virtualmente estancada en 2050… con una diferencia sustancial: la proporción de jubilados crecería un 71% mientras que la población en edad laboral disminuiría un 12%.

- La radioactividad política que rodea el debate migratorio impide pasos atrás: 70 de las 92 reformas legislativas llevadas a cabo por países europeos desde 1990 estuvieron dirigidas a restringir la inmigración: procesos más largos, costosos y complejos para obtener un visado; reducciones en los permisos de trabajo y residencia; u obstáculos para la reunificación familiar.

- La lógica de este modelo pone contra las cuerdas al estado de derecho más correoso: el apartheid sanitario, las reclusiones arbitrarias, el acoso de extremistas, los procedimientos extrajudiciales y la denegación del derecho de asilo y refugio se han convertido en moneda corriente para los inmigrantes en muchos países europeos, destruyendo décadas de progresos legales y sociales. España, que se ha incorporado con entusiasmo a este viaje en el tiempo, encuentra una retribución recíproca en el trato que reciben nuestros propios emigrantes cuando se trasladan a algunos países.

- Cuando el trabajador regulariza su situación, se convierte en un sujeto de obligaciones, además de derechos:las pérdidas fiscales como consecuencia de la economía sumergida en la que se ven obligados a operar los inmigrantes irregulares constituyen un coste intolerable para las economías europeas. Solo en el caso británico, un influyente informe publicado en 2009 sugiería que la condición legal de muchos inmigrantes supone para las arcas públicas un coste de oportunidad superior a los 1.100 millones de euros, y posiblemente los datos reales sean mucho mayores.

Existen muy buenas razones para la reforma de un modelo que genera sufrimiento para los inmigrantes, ansiedad para las comunidades de acogida y frustración para los políticos decentes. Las alternativas son diversas y merecen una discusión serena en el marco de una verdadera Política Migratoria Común. Pero, como ha ocurrido en EEUU, el primer paso solo vendrá forzado por una opinión pública informada y un liderazgo político que hoy brillan por su ausencia en Europa.

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