El expresidente alemán primero dimite y ahora se separa
Christian Wulff y su esposa Bettina acaban una unión en la que él fue acusado de cohecho y ella de prostitución
Bettina Wulff tuvo un papel extraño en el hundimiento político de su marido Christian. El 17 de febrero, mientras él dimitía de la Jefatura del Estado en el palacio de Bellevue, la primera dama se mantenía erguida junto al atril, con los brazos a la espalda en una actitud más propia de guardia de corps en descanso que de esposa afligida. El rugido de obturadores proveniente de la nube de fotógrafos no le alteraba el gesto mientras él explicaba en un par de minutos por qué ya no se veía legitimado para ejercer la primera dignidad de la República federal. Terminaba, entre acusaciones de cohecho y tráfico de influencias, un mandato de menos de 600 días. Este fin de semana ha terminado la convivencia entre Christian y Bettina Wulff, tras menos de 5 años.
Wulff protagonizó un escándalo político por haber aceptado regalos y prebendas, del que trató de zafarse ejerciendo presión sobre algunos medios de comunicación. Pese a las acusaciones, él se aferró al puesto hasta que la Fiscalía de Hannover abrió una investigación legal por presunto cohecho. Durante los meses previos en que el presidente agachaba la cerviz esperando a que escampara, en Berlín se extendieron rumores sobre el pasado profesional de Bettina. Eran impublicables, pero el propio Wulff los disparó al referirse a ellos en una entrevista televisada cuando aún era presidente.
Meses más tarde fue Bettina quien presentó sendas demandas contra el gigante de Internet Google y el célebre presentador de televisión Günther Jauch, a los que acusa de contribuir a la difusión de las habladurías. Ella dejó bien claro, en público y ante un juez, que nunca se ha dedicado a la prostitución ni a labores análogas de compañía. Acto seguido sacó un libro sobre sus 598 noches de soledad palaciega.
Contó Bettina a la revista del corazón Brigitte que, aquél 17 de febrero en el que terminó deshonrosamente la larga carrera política del democristiano Wulff (CDU), ella se mantuvo distante “para recalcar [su] independencia” como mujer. Fue en septiembre, cuando los cuchicheos sobre su divorcio eran notorios. El libro de Bettina Wulff estaba siendo objeto de durísimas críticas por “oportunista”, “victimista” o sencillamente malo. El Frankfurter Allgemeine Zeitung recogía algunos pasajes reseñables: “yo tenía 16, Tom 24. Era socorrista en Sylt”. O también: “Michelle Obama no es mi amiga Silke, con quien puedo charlar tranquilamente de los lío en el trabajo o sobre ropa”. La obra autobiográfica se titula Más allá del protocolo y no se vendió mal.
Es la segunda separación matrimonial de católico Wulff. Su primer matrimonio terminó en 2008, tras 18 años juntos y 2 de separación. Tuvieron una hija. Su hijo con Bettina nació también en 2008. Se va a quedar a vivir con ella y con su hermanastro mayor, nacido en 2003 durante una relación previa de la exprimera dama. El acuerdo de separación estipula que Bettina se va a quedar con la casa que ambos se construyeron en Hannover cuando él era primer ministro de Baja Sajonia (2003-2010). Precisamente el inmueble para el que pidió algunos préstamos dudosos que precipitaron su caída hace 11 meses.
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