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PORTERA DE DÍA
Columna
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Ha nacido una estrella

"Por lo menos que se queden con mi cara", debió pensar Cristina Díaz, directora de Política Interior, ante el marrón de salir a dar la cara para informar a la peña de la huelga del 14-N

Luz Sánchez-Mellado
Cristina Díaz, directora de Política Interior.
Cristina Díaz, directora de Política Interior.

Tengo un dilema gordiano, ¿o era un nudo? Da igual, no tengo el día para discusiones bizantinas, pero navego en un mar de dudas. Me han llamado de la TDT de mi urbanización para tertuliana estrella en un foro de política comunitaria, he dicho que sí antes de que se arrepientan, y ahora a ver qué hago. Lo malo no es que no sepa qué decir sobre el asunto, que también, pero ya saldré por algún sitio, de labia no me quejo. Lo peor es que no sé qué ponerme. Que si la tele engorda cinco kilos, que si los estampados hacen moaré, que si tienes que iluminarte como un estadio o la cámara se te come viva. Una papeleta, chica. Total, que he rescatado el top de pedrería de Nochevieja y si no epato por mi discurso, por lo menos que la audiencia se quede con mi jeta.

Algo así debió de pensar Cristina Díaz, directora de Política Interior, cuando le encomendó su ministro Jorge Fernández Ídem el marrón de salir a dar la cara para informar a la peña de la huelga del 14-N. Tenías que verla cantar los datos de incidencias y detenidos de la jornada con una voz más monocorde que los niños de San Ildefonso. La alegría de la huerta no es esta Cristina, para eso ya está su tocaya Cifuentes, la delegada del Gobierno en Madrid, que va de motera tatuada con sus lóbulos hiperperforados y su incontinencia tuitera, pero hay que reconocer que la ilustrísima señora Díaz iba vestida y pintada para brillar como una supernova. Con ese suéter de lúrex, esa chaqueta con bandas flúor, y ese pasote de base color ladrillo y rímel negro zaíno, la directora general no pasará a la historia de la oratoria política, pero se ha hecho un hueco en el imaginario colectivo.

La del jersey galáctico, la llaman ahora, no me invento nada, y yo la entiendo. Estás tú todo el santo de servidora del Estado a la sombra, ejerciendo de fontanera en la cocina del ministerio y chupando moqueta con tu pedazo de currículo –jueza de carrera y exportavoz de la Asociación Profesional de la Magistratura–, te sale de chiripa un acto público con telediario asegurado, y te lo cuelgas todo, ¿o no? Con el ministro que tienes, además, que no da ni bola a los esbirros con lo que le gusta chupar cámara, ya sea para adelantar acontecimientos en casos sub judice o para decir que lo del matrimonio gay ni es matrimonio ni es nada y lo que diga el Constitucional se la refanfinfla. Así que tú tranqui, Cristina, un error de dress-code lo tiene cualquiera, y a lo hecho, pecho, que aún te queda mucha legislatura.

El que me tiene preocupada de veras es Guindos. Estos días le he visto mustio y alicaído, con lo que él ha sido de chulo. Ni a la mismísima vera de Supersoraya presentando el banco malo y el plan antidesahucios en el Consejo de Ministros se me vino arriba. Como que yo creo que ha echado su pelín de chepa, se le ha bajado un tono el bronce del tenis y se le ha caído su poquito de pelusa de los occipitales. Ni la sombra de lo que era cuando le palmeaba las espaldas y los carrillos a Olli Rehn en Bruselas. Pero, mira, quien siembra, recoge. Mientras Cristóbal Montoro y Fátima Báñez hicieron mutis por el foro el día del paro –estarían en el Rocío Chico–, fue Oli el que salió a echarle un capote diciendo que está haciendo los deberes de la hoja de ruta. Ay, Luis, de buenas todos somos amigos, pero de malas aquí se hace el sueco todo cristo menos el ídem.

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Sobre la firma

Luz Sánchez-Mellado
Luz Sánchez-Mellado, reportera, entrevistadora y columnista, es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y publica en EL PAÍS desde estudiante. Autora de ‘Ciudadano Cortés’ y ‘Estereotipas’ (Plaza y Janés), centra su interés en la trastienda de las tendencias sociales, culturales y políticas y el acercamiento a sus protagonistas.

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