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EL ACENTO
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Calcetines obligatorios

La nueva ordenanza que regula la actividad de los taxistas en Madrid es mucho más estricta y prohíbe determinadas prendas de vestir

MARCOS BALFAGÓN

El Gobierno de Madrid aprobó el jueves pasado una nueva ordenanza que regula la actividad de los taxistas. Sustituye a la anterior, de 1980, y es un poco más precisa (y más estricta). Si entonces se les obligaba simplemente a “cuidar su aspecto personal y vestir adecuadamente”, ahora se les prohíbe, de manera expresa, utilizar “prendas y calzado deportivo y de baño, así como pantalones cortos, camisetas sin mangas y sandalias”. Es obligatorio usar calcetines. Los castigos: multas de hasta 300 euros y prohibición de ejercer su actividad durante 15 días.

Hay otros detalles que cambian respecto a la legislación anterior. Deben tener el graduado de Educación Secundaria (ESO), para garantizar un mejor trato a los extranjeros, y no se les pide ya un certificado de buena conducta, pero sí un expediente sin antecedentes penales. En 1980 se les prohibió tener enfermedades infecto-contagiosas: entonces se pensaba en la tuberculosis, hoy afecta a los que padecen sida.

La norma entrará en vigor a finales de año y será entonces el momento de calibrar cómo se toman las nuevas exigencias. El taxista es el paradigma puro del indignado. Quienes trabajan en este oficio andan todo el rato cargándose de razones contra diferentes males que les complican seriamente su trabajo. Crece el precio de los combustibles, y se cabrean (con razón). Cada vez hay más atascos, y se siguen enfadando (con mayor razón). Hay muchos automovilistas que conducen mal, lo que suele sulfurarlos (hacen bien, qué caramba). Y, en fin, los clientes dejan mucho que desear: andan apurados, son exigentes, les presionan, se bajan a medio trayecto si hay exceso de paradas.

Además de todos estos males, ahora los taxistas tendrán que llevar siempre calcetines. Pongamos agosto a mediodía y bajo el peso de 40 inclementes grados (sin poder usar sandalias, ni pantalón corto, ni camisetas sin mangas): es posible que la indignación rompa en ese instante todos los récords. Y seguro que tendrán razón una vez más. Pero las normas son las normas. Así que tendrán que acordarse del lado positivo: ¡su jornada de trabajo ha quedado limitada a 16 horas! Bienvenidos, pues, esos calcetines.

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