Sánchez Vicario: la caída de un mito
Arantxa ha paralizado el juicio contra sus padres por un ático para buscar un acuerdo privado La batalla legal se centra ahora en las inversiones realizadas con el patrimonio de la tenista Lejos queda la imagen idílica que transmitía la familia. ¿Es imposible la reconciliación?
Arantxa Sánchez Vicario concentra en la bola su mirada briosa. La esfera amarilla no se ve, pero se intuye: ya está muy cerca. Ella, atenta, se dispone a golpearla con su revés. Una cinta blanca en la frente, convertida en fetiche del deporte español, contiene su melena negra y desordenada, salvaje. El póster publicitario es de 1989. El anunciante, pasta La Familia, celebra la épica victoria de Arantxa en la tierra batida de Roland Garros tras vencer, para sorpresa de todos, a la mejor jugadora del mundo, Steffi Graf.
La marca comercial, La Familia, se ajustaba como anillo al dedo a la imagen que Arantxa transmitía entonces en la pista y fuera de ella: la de una jugadora querida y arropada por los suyos. En el palco estaban siempre los padres, celebrando cada uno de sus éxitos (cuatro títulos de Grand Slam, otras tantas medallas olímpicas) con efusivos abrazos y muestras de cariño. Los Sánchez Vicario eran, en apariencia, una familia ideal. El padre, Emilio, gestionaba la fortuna de la campeona. La madre, Marisa, la acompañaba por todo el planeta y sujetaba a sus perros mientras Arantxa jugaba, corría y ganaba.
Aquellos lazos familiares, en apariencia irrompibles, se han deshecho por completo. Hace al menos tres años que Arantxa y sus padres no se hablan. El detonante de esa ruptura, que ha desembocado en un sinfín de batallas judiciales, fue la decisión de Arantxa de casarse con su actual marido, Pep Santacana. Ocurrió en 2008. Los padres, siempre vigilantes en todo lo relacionado con la menor de sus cuatro hijos, no se fiaron del yerno. Contrataron a un detective privado y mostraron a Arantxa las conclusiones, que no dejaban en buen lugar a su prometido.
La extenista se sintió dolida y humillada por aquel episodio de espionaje familiar, como ha reflejado en su explosivo libro de memorias (¡Vamos!), publicado en febrero, que subvierte el mito de los Sánchez Vicario como familia unida y feliz. A los motivos personales de la quiebra del clan se unieron los económicos. Arantxa, que durante su carrera se había desentendido por completo del dinero, fue condenada por estafar a Hacienda 3,5 millones. Para evadir impuestos, había inscrito su domicilio en Andorra cuando, en realidad, residía en Barcelona. La jugadora insiste en que no fue decisión suya, sino de su entorno.
Un banco avaló el pago, pero la extenista debe saldar la deuda. Cuando pidió explicaciones al padre, se encontró con que buena parte de sus ganancias se habían esfumado, según su versión. Arantxa culpa a Emilio de haberla dejado en la “ruina”, y afirma que carece de recursos financieros para afrontar la situación. “Nunca dudé de la forma en que mi padre gestionaba mi dinero (…) Soy la víctima y engañada”, recoge en el libro. Su reacción fue contundente: presentó una querella en Andorra contra su padre por apropiación indebida y malversación de unos ocho millones.
La tenista reclama que le sea devuelto el usufructo de la vivienda donde viven sus padres, un ático de 200 metros cuadrados en Barcelona
Fue el primer dardo judicial de una larga serie que ha exacerbado los reproches: a un lado de la red, Arantxa; al otro, sus padres y hermanos. El pasado jueves debía celebrarse en Barcelona un juicio para dirimir si Emilio y Marisa deben abandonar, como había pedido su hija, el piso de lujo donde han vivido los últimos 20 años. La mejor tenista española de todos los tiempos reclama que le sea devuelto el usufructo de la vivienda, un ático de 200 metros cuadrados en la céntrica Diagonal de Barcelona. Según fuentes cercanas a la familia, la pretensión de Arantxa de expulsarles del hogar rompe cualquier posibilidad de reconciliación. Más cuando, añaden, el padre está gravemente enfermo.
El juicio no se celebró. Las dos partes se han dado 60 días para llegar a un acuerdo por las buenas. En parte, pretenden evitar el desfile ante el juez (y ante las cámaras) de todo un clan que antaño fue modélico y que ahora se viene abajo. El factor que más ha influido en esa decisión, sin embargo, es la inminente presentación de una querella de Arantxa contra el padre y el hombre que le asesoró en sus inversiones (algunas fallidas), Buenaventura Castellanos. La querella, elaborada por los letrados Javier Melero y Judit Gené, ha quedado aparcada. Por ahora.
Fuentes cercanas a la familia admiten que todos ellos han vivido, en buena medida, a expensas de Arantxa, que a lo largo de su carrera ganó unos 45 millones de euros entre torneos y patrocinios. Matizan, sin embargo, que le han ofrecido a cambio todo su apoyo. Y replican que jamás se han apoderado de su dinero de forma ilícita. Las mismas fuentes atribuyen a Arantxa un importante patrimonio inmobiliario y aducen que, desde 2009, posee el control de sus cuentas.
Arantxa sostiene, en cambio, que se ha quedado sin nada y que no dispone de ningún poder sobre la maraña de sociedades tejidas por su padre y su asesor. En el tercero de los litigios judiciales en marcha, la extenista reclama, precisamente, el control sobre unos seguros y unos fondos de inversión. Su sueldo como capitana de la selección española de tenis está embargado por la deuda con el fisco, según fuentes judiciales.
Su sueldo como capitana de la selección española de tenis está embargado por la deuda con el fisco
El caso de los Sánchez Vicario tiene difícil arreglo. Más allá de lo que ocurra con el dinero, que es cosa de los tribunales, el drama familiar está larvado. Arantxa no se habla con sus padres. Y estos apenas conocen a sus nietos, Arantxa y Leo. “Para ella, la disciplina y la victoria pasaban por delante de cualquier otra consideración, cuando tal vez lo que yo hubiera precisado eran unas palabras de cariño”, escribe la jugadora sobre su madre, a quien acusa de haberla “anulado” como persona.
La réplica de la madre, a través de un comunicado, no se quedó corta: “Nos acusa de dejarla en la ruina, de quitarle todo, con un rencor y un resentimiento dignos del peor enemigo (…) Está claro que fracasamos con ella (…) Arantxa ha dado un paso más en su voluntad de herirnos y humillarnos”.
La publicación de ¡Vamos! dilapidó, a ojos de la familia, la esperanza del reencuentro. El libro de Arantxa es casi el reverso del que, bajo el inspirador título de Forja de campeones, publicaron sus padres en 1993. Al año siguiente, Arantxa conquistaría su segundo Roland Garros y su primer US Open. Eran buenos tiempos para los Sánchez Vicario. La Familia, la marca de pasta, editó el libro.
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