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La anciana madre de Freddie Mercury desmitifica a su hijo

El líder de Queen alimentó una imagen salvaje, provocativa y bisexual 21 años después de su muerte, su madre airea un pasado religioso y una cándida relación familiar

Hay una cosa en la que todo el mundo parece estar de acuerdo: nunca hubo un solo Freddie Mercury. Para el periodista Sean O’Hagan, de The Guardian, nada expresa esta idea mejor que la imagen del divo en el famoso vídeo de Bohemian rhapsody, rodado en 1975: “Un prisma, repetido como una representación caleidoscópica de sí mismo. Ahí estaba Freddie: el showman, el camaleón, el fantasioso en el más estricto sentido del término. Todos ellos eran tan solo pistas del que llegaría a ser con el tiempo”, escribe en uno de los textos que acompañan a Freddy Mercury, the great pretender. A life in pictures, un libro recién publicado que sirve de homenaje visual al cantante fallecido el 21 de noviembre de 1991 a causa de una bronconeumonía asociada al sida.

Esas imágenes de las que habla O’Hagan son solo la cara visible del vocalista de Queen. Al parecer, había más. Algunas, muy alejadas de esa figura de personaje salvaje, histriónico, aficionado a las fiestas en las que no faltaba de nada. Como la de su 39º cumpleaños celebrada en un club de Múnich en 1985, que aparecerá en el documental The great pretender, que se publicará en DVD el lunes. “Hay cuero, culos desnudos, bigotes, strippers y está Brian May vestido como una bruja”, dice su director, Rhys Tomas. Lo esperable, en suma.

“Freddie mantenía una estricta separación entre su trabajo, su hogar y su vida”, explicaba hace unas semanas la señora Jer Bulsara, de 90 años, en una entrevista con el Daily Telegraph. La señora Bulsara, que vive en un bungalow de tres habitaciones en la ciudad de Nottingham, es la madre de Freddie Mercury. Él jamás habló de su bisexualidad en casa. Ni siquiera con ella. Ni cuando estuvo muy enfermo. “Evitaba ciertos temas para protegernos”, contaba. “Hoy habría sido diferente, pero entonces le habría resultado muy difícil contárnoslo, y nosotros lo respetábamos”.

Brian May ha dado vía libre a Sacha Baron Cohen (Borat) para rodar un biopic centrado en los orígenes de Queen. La película recordará que Mercury tuvo una novia durante seis años, Mary Austin (un papel que se ha ofrecido a hacer Katy Perry). A pesar de que su relación se rompió cuando el cantante se inclinó por los hombres, dedicó a Austin la balada Love of my life y estableció en su testamento que ella heredara su casa de Londres.

Muchas de las fotos menos conocidas del libro que ahora se publica, fechadas en los años cincuenta, las ha donado su progenitora. Entre ellas, el retrato de un niño dentón de cuatro años con una guirnalda de flores en el pecho y un sombrero blanco de oración. U otra, realizada ese mismo día, en la que la señora Bulsara, vestida al estilo indio, y el pequeño Freddie, que entonces era Farrokh, se trasladan a un templo en un rickshaw, el taxi local de Zanzíbar, una especie de calesa de la que tira un conductor.

Porque antes de que naciera Mercury, el cantante de Queen, la superestrella del rock más teatral de la historia, en su lugar estaba Farrokh Bomi Bulsara, el hijo mayor de Jer y Bomi Bulsara, un funcionario indio de la Administración colonial británica, desplazado a la isla de Zanzíbar, en la actual Tanzania, por motivos laborales.

La familia Bulsara son parsis, seguidores de Zoroastro, al que se considera primer profeta de la historia. Una pequeña comunidad que apenas supera los 60.000 integrantes y que se agrupa principalmente en Bombay, donde son conocidos por las torres del silencio, unas estructuras circulares en las que colocan a sus muertos envueltos en un sudario para que los cadáveres sean devorados por los buitres.

La personalidad exuberante de Mercury no encajaba excesivamente bien en el conservadurismo del culto. Tras estudiar desde los ocho años en internados británicos de la India, fundó su primer grupo con 12. Cuando tenía 15, Tanzania se declaró independiente y la familia Bursala se trasladó a Reino Unido. Para sus padres y su hermana pequeña, Kashmira, que ahora tiene 60 años, fue un trauma, pero no para él, que descubrió en el Reino Unido de mediados de los sesenta un ambiente mucho más adecuado para sus intereses. “La mayoría de nuestra familia eran abogados o contables. Pero Freddie insistía en que él no era lo bastante listo y que lo que quería era bailar y cantar”, explicaba la señora Bulsara en aquella misma entrevista. Mientras buscaba el éxito con sus bandas de juventud, Mercury vendía ropa de segunda mano en el mercadillo de Kensington, despachaba el catering del aeropuerto de Heathrow o ejercía de mozo de almacén. “Mi marido y yo pensamos que era una fase y confiábamos en que pronto entraría en razón y regresaría a estudiar cosas serias. Nunca ocurrió”.

Cómo ser Freddie por un día

Decía la señora Bulsara que la omnipresencia de la música y la imagen de su hijo le habían ayudado a soportar su ausencia. De hecho, fue una de las estrellas del rock fallecidas que aparecieron en la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos de Londres. “También salió John Lennon, pero aplaudieron mucho más a mi Freddie”, recordaba la madre del cantante en su entrevista al ‘Daily Telegraph’. Es cierto que la figura de Mercury se ha agrandado en las dos décadas y pico transcurridas desde su fallecimiento. Hay que entender que solo tenía 45 años y que fue uno de los primeros famosos en morir por el sida, en un momento en que la enfermedad todavía era considerada por muchos un castigo a los homosexuales. Actualmente, cada 3 de septiembre se celebra el Freddie For a Day, una jornada anual en la que los participantes se visten como una de las múltiples caracterizaciones del divo para recaudar fondos para el Mercury Phoenix Trust Aids Charity. Del poder de convocatoria de esta organización da cuenta que a la gala que este año se organizó en el hotel Savoy de Londres asistió la princesa Eugenia de York.

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