10 lugares asombrosos a vista de pájaro (o de satélite)
Una huella digital gigante, una pupila submarina, un lago perdido en medio de un mar de dunas o esa isla a la que viajamos en sueños cuando no podemos más.
Cerca de allí, arropada por una duna gigante, se encuentra la pagoda del Lago de la Media Luna, y los Mil Budas de Mogao, centenares de cuevas excavadas en un acantilado del desierto, a 25 kilómetros de Dunhuang, que fueron descubiertas por los arqueólogos en 1900. Contienen 2.500 esculturas, entre ellas gigantescos budas y 50.000 metros cuadrados de frescos con fábulas y cuentos que dejaron artistas persas, chinos, hindúes y cristianos bactrianos procedentes de los confines de la Ruta de la Seda. En una de ellas se encontró el texto impreso más antiguo del que se tiene noticia: el Sutra del Diamante.
Pagoda del Lago de la Media Luna, en el desierto del Gobi (China). / ISIDORO MERINO
2.- La cumbre del Everest (Nepal y Tíbet, China)
“Encaramado a la cima del mundo, con un pie en China y el otro en Nepal, limpié de hielo mi máscara de oxígeno, encorvé la espalda al viento y contemplé, abstraído, la enorme extensión del Tíbet. De un modo difuso, con cierto distanciamiento, comprendí que el paisaje que se extendía debajo de mí presentaba una vista espectacular (…). A 8.848 metros, en la troposfera, me llegaba tan poco oxígeno al cerebro que mi capacidad mental era como la de un niño retrasado. En aquellas circunstancias, poca cosa podía sentir, a excepción de frío y cansancio”. El primer párrafo de Into Thin Air, del montañero, escritor y periodista Jon Krakauer, publicado en español como Mal de altura (Ediciones B, 1999; Desnivel, 2008), resume la durísima aventura que supone llegar al techo del mundo.
3.- Great Blue Hole (Belice)
El Great Blue Hole de Belice tiene para los buceadores la fuerza de atracción de un agujero negro, aunque desde el aire se revela como una enorme pupila de color azul oscuro rodeada de someras aguas turquesa. Un círculo perfecto de 305 metros de diámetro y casi 130 metros de profundidad que se abre en medio del Lighthouse Reef (el arrecife del Faro), en la gran barrera coralina --la segunda mayor del mundo después de la de Australia-- que se extiende de norte a sur a lo largo de la costa de Centroamérica.
Se trata de un cenote submarino (cavidad de piedra caliza llena de agua), una gruta formada durante la última glaciación y cubierta por el mar tras la fusión de los hielos, donde los submarinistas pueden nadar entre enormes estalactitas, formaciones coralinas y tiburones.
Las excursiones que llevan hasta este acuario natural parten de Belice City y del cayo de Ambergris. Su inmediato competidor es el Dean’s blue hole, en Bahamas, aunque hay otros.
El Great Blue Hole, en Lighthouse Reef, cerca del cayo de Ambergris (Belice). / WIKIMEDIA
4.- Waddenzee (Holanda)
En el Waddenzee, o mar de las marismas holandesas, el paisaje lo deciden las mareas. En la bajamar, grandes extensiones quedan completamente secas, y los barcos que transitan la zona, de fondo plano y sin quilla embarrancan sin problemas permitiendo a sus pasajeros recorrer a pie varios kilómetros por un dominio lacustre donde viven más de 300 especies de aves.
5.- El Guardián de las Badlands (Canadá)
Una curiosidad geomorfológica cerca de Medicine Hat en el sureste de Alberta, Canadá. Desde el aire, esta formación rocosa parece una cabeza humana de perfil: el rostro de un indio americano con un tocado muy similar al que muestran algunos bajorrelieves mayas.
Siguiendo con las similitudes anatómicas: en Hove Park, cerca de Brighton, se puede ver esta huella digital gigante, en realidad un laberinto.
6.- Maldivas
"Islas blancas y dulces, como caderas frescas", escribió el poeta chileno Pablo Neruda. Y en pocos lugares se concentran tantas y tan blancas como en Maldivas, un archipiélago de casi 1.200 islas repartidas en 26 atolones en el océano Índico, a 800 kilómetros al sur de India.
Un barco de pesca en el atolón de Ari, en Maldivas. / I. M.
7 .- Gran Mar de Arena (Egipto y Libia)
Decenas de turistas suben cada día a las dunas de Erg Chebbi, una ola de arena de 15 kilómetros de largo y 150 metros de altura cerca de la ciudad de Merzouga, al sur de Marruecos, para contemplar y fotografiar la salida del sol o dar un paseo en dromedario. El número de alojamientos en Merzouga se ha multiplicado en poco más de una década, pero al otro lado de las dunas no hay hoteles: entre Erg Chebbi y El Cairo se extiende la inmensidad del Sáhara y sus misterios.
Como el Gran Mar de Arena, que engulló el ejército del rey persa Cambises y oculta el misterioso oasis de Zerzura y su ciudad blanca, descritos en el Kitab al Durr al Makmuz (El libro de las perlas enterradas) y buscados infructuosamente por exploradores como el francés Théodore Monod (1902-2000) o el aviador y aventurero húngaro László Almásy (1895-1951), en el que se basó El paciente inglés.
8.- Isla corazón (Croacia)
Su nombre verdadero es Galešnjak y se encuentra en el Adriático, muy cerca de la costa Dálmata (Croacia). Charles-François Beautemps-Beaupré, cartógrafo de Napoleón, fue el primero en dibujar su romántica, cardiaca forma sobre un mapa, aunque su fama le llegó gracias a las imágenes aéreas de otro francés, el fotógrafo Yann Arthus-Bertrand. La foto de abajo es una captura de pantalla de Google Maps.
9.- Rapa Nui (Chile)
Sólo siete moais del millar que existen en la isla chilena de Pascua (Rapa Nui) miran en dirección al mar: son los de Ahu Akivi, un santuario en las laderas del volcán Maunga Terevaka. Los siete colosos de lava representan a los exploradores enviados por el mítico rey Hotu Matua en busca de nuevas tierras.
Grupo de moais de Ahu Tongariki, en la isla chilena de Pascua. / I. M.
La leyenda dice que arribaron a la playa de Anakena (en la foto de abajo). Desde su descubrimiento por los europeos en 1722, un aire de misterio envuelve estos 167 kilómetros cuadrados perdidos en mitad del Pacífico, a 3.800 kilómetros de las costas de Chile y a 4.000 de Tahití.
10.- Parque nacional de Yellowstone (EE UU)
El parque nacional Yellowstone (EE UU) ocupa la caldera de un monstruoso volcán latente, donde se juntan la mitad de los géiseres del planeta (más de 300). En la primera reserva natural de la historia (1872), los osos conviven con lobos, alces y cerca de 4.000 bisontes.
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