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Villa griega para Guillermo y Máxima

Los príncipes herederos compran un complejo de veraneo en el Peloponeso

Isabel Ferrer
El príncipe Wilem Alexander y la princesa Maxima de Holanda
El príncipe Wilem Alexander y la princesa Maxima de HolandaGTRES

En su búsqueda del veraneo perfecto, Guillermo y Máxima de Holanda tienen ya listo el lugar de sus sueños. Se trata de una villa de lujo en Kranidi, en la península griega del Peloponeso. La región linda con lugares de nombres tan evocadores como Arcadia y Corintia, y produce naranjas y aceite. Este último con denominación de origen. Allí, a la orilla del mar, se alza la nueva casa de los herederos de dinastía Orange. En realidad, la propiedad completa tiene tres viviendas, piscina y embarcadero propio, en una superficie de 4.000 metros cuadrados. La pareja quería un lugar fijo para pasar las vacaciones y la encontró por casualidad. Fue en 2010, durante la boda del príncipe Nicolás de Grecia y Tatiana Blatnik, desposados en la cercana isla de Spetses. Enamorados de la zona, Guillermo y Máxima buscaron en los catálogos de las inmobiliarias locales hasta dar con el complejo. Su antiguo propietario, el fotógrafo alemán Manfred Rieker, pedía 4,5 millones de euros. Ellos no pidieron rebaja alguna.

Rieker fue el responsable del diseño de la casa principal y consiguió unas espectaculares vistas al Mediterráneo. Rodeada de árboles y bañada por un sol generalmente esquivo en Holanda, tiene suficiente espacio para recibir a familiares y amigos sin ser molestados. Pasar el verano en privado fue precisamente la razón esgrimida por el príncipe Guillermo para justificar la compra. Eso, “y facilitar la labor de los servicios de seguridad, que no tendrán que desplazarse cada año a un enclave distinto”, dijo. La residencia no forma parte de una urbanización, pero entre sus distinguidos vecinos figura el presidente ruso, Vladimir Putin. El actor escocés Sean Connery, antiguo James Bond del cine, amante del golf y de preservar su intimidad, es otro de los asiduos.

Cumplir con su sueño veraniego no ha sido fácil para Guillermo y Máxima. Grecia es un destino europeo, a la vez exótico y cercano, y no ha generado excesivas críticas. El Gobierno holandés calificó la operación de “asunto privado”, y los príncipes dieron su nueva dirección una vez cerrado el trato. Su anterior aventura inmobiliaria fue mucho más accidentada. El primogénito de la reina Beatriz ha pasado por diversas fases de aprobación a lo largo de su vida. Pero desde que encontró a Máxima (Zorreguieta de soltera), una joven nacida en Argentina, se ha beneficiado de la popularidad de su esposa. Ella es el miembro más querido de la Casa Real holandesa y parece tirar de los demás. En ese idilio con su pueblo se encontraban ambos cuando en 2007 ordenaron construir una casa en Machangulo, al sur de Mozambique.

Las aguas son allí del Índico y la playa de fina arena blanca. El problema es que el proyecto cristalizó en plena crisis financiera mundial, y los príncipes parecieron ignorarlo. La excusa de tanta lejanía era “el amor por África y los deseos de intimidad”. A medida que pasaba el tiempo, sin embargo, emergieron los detalles del pago. Cuando en 2011 se supo que habían girado una parte a un agente inmobiliario con cuenta corriente en la Isla de Jersey, la situación se hizo insostenible. Jersey es un paraíso fiscal en el Canal de la Mancha. Y aunque los príncipes no se lucraron y pagaron sus impuestos, daba otra impresión. De modo que en enero pasado vendieron la casa. “Era un gran sueño cargado de buenas intenciones. Pero una casa no puede estar por encima de nuestro trabajo”, declaró la princesa Máxima a la televisión nacional. Ante el parón de los mercados, la aventura de Mozambique acabó con una venta por un precio simbólico a una cooperativa con intereses locales.

El argumento de que su presencia hubiera favorecido la economía del lugar, uno de los países más pobres de África, no cuajó en Holanda. Tampoco ha servido en el caso de la villa griega. A pesar de la atracción que pudieran ejercer, el vendedor es un particular. Y sus vecinos en la costa sur de Grecia son políticos, artistas, o descendientes de armadores multimillonarios, como los Niarchos. Por eso, una transacción de esta índole ha pasado casi desapercibida. Los príncipes holandeses adquirieron en 2009 un rancho en la Patagonia Argentina. El país natal de Máxima se vuelca cuando va de visita, y resulta imposible pasar inadvertida. La estancia, situada al pie de Los Andes, tiene 1.500 hectáreas. Cercana a la localidad turística de San Carlos de Bariloche, costó un millón de euros. “Un dinero salido del bolsillo privado de los príncipes”, se apresuró a subrayar el Gobierno holandés.

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