La ruptura del pacto en el País Vasco
La vuelta al acuerdo es imprescindible para el equilibrio entre las fuerzas políticas de Euskadi
No era fácil mantener el pacto entre el PSE y el PP en el País Vasco. Desde su inicio, el mismo se contempló desde una doble perspectiva: como un acuerdo coyuntural que permitiese desalojar al PNV del Gobierno de Vitoria o como un acuerdo de fondo entre una tradición liberal de signo español y una opción socialdemócrata de significativo arraigo en la vida vasca contemporánea. Esta segunda perspectiva, la única que daba auténtica legitimidad al pacto, tuvo que enfrentarse desde un primer momento con la dinámica de oposición frontal entre el PSOE y el PP en el conjunto de la vida española, una oposición frontal que ha hecho abstracción de los efectos devastadores de la crisis económica y social en que vivimos. Y puede concluirse que esta dinámica ha terminado por interponerse en el desarrollo del entendimiento entre socialistas y populares del País Vasco.
El motivo concreto de la ruptura ha radicado en una sobreactuación de los dirigentes políticos del País Vasco. Todo el mundo entendía que el lendakari Patxi López no estuviese de acuerdo con las líneas políticas seguidas por el Gobierno de Mariano Rajoy. Pero del desacuerdo a encabezar una política de oposición radical iba un trecho que probablemente el lendakari podía haberse ahorrado.
En la misma línea, Basagoiti podía haber evitado una respuesta frontal a la toma de posiciones de Patxi López. El resultado final es el cuestionamiento de un pacto que había levantado muy altas expectativas en el País Vasco y el conjunto de España.
Los políticos, atentos a las estrategias de sus partidos, se habrían distanciado del claro mandato de buena parte de la sociedad civil
Las consecuencias más obvias de la ruptura del entendimiento entre el PSE y el PP pasan por las posibilidades de una recuperación del poder en Vitoria por parte del nacionalismo, sin que esté claro si habrá de ser el nacionalismo moderado o el radical quien se haga con la victoria. La otra posibilidad es que socialistas y populares, claramente separados en las próximas elecciones, alcancen unos buenos resultados que les permitan plantear una nueva edición del pacto sobre bases distintas. Aunque es posible que esta estrategia no haya estado ausente en los artífices de la presente ruptura, es razonable pensar que se trata de una visión en exceso optimista que no se compadece con el previsible rumbo de la actual vida vasca.
En última instancia, lo que explicaría la ruptura del pacto PSE-PP es la falta de percepción de su significado y trascendencia para nuestra vida política. La opinión autonomista, satisfecha de su condición española, con expresión política en el centro-izquierda y en el centro-derecha, no ha conseguido imponerse a la dirección de los partidos que la expresan políticamente. O dicho en otras palabras: los políticos profesionales, atentos a las estrategias inmediatas de sus aparatos y organizaciones, se habrían distanciado de lo que muchos ciudadanos vascos veíamos como un claro mandato de buena parte de la sociedad civil.
La ruptura del pacto amenaza con tener consecuencias para el futuro inmediato de la sociedad vasca y española. De la crisis no vamos a salir solamente mediante el fin del terrorismo y el indispensable acuerdo con las fuerzas políticas nacionalistas. Para su definitiva superación, tendrán que movilizarse aquellos sectores de la sociedad vasca que conectan con una conciencia liberal-demócrata y social-demócrata favorable al entendimiento con el conjunto de la sociedad española. En esta dirección apuntaba el pacto ahora interrumpido. Hay que confiar en que haya sido la falta de comprensión del mismo por un sector del voto socialista y popular el que explique su interrupción y que pueda por ello restablecerse después de las próximas elecciones. Es indispensable para ello olvidar su carácter coyuntural y hasta oportunista para centrarse en la hondura de sus raíces sociales.
Quizá ha sido un pacto en exceso gestionado desde arriba. Es posible que aquellos sectores de la sociedad vasca que alentaban el mismo, bloqueados todavía por la persistencia de la presión de ETA y su entorno, no hayan sabido explicarlo y justificarlo como merecía. Hay que confiar, sin embargo, en que su actual fracaso no resulte al fin, sino un incidente en una decisión de largo alcance que acabe por abrirse camino en el País Vasco. El objetivo final no puede ser otro que la vuelta a una política en que se combine el equilibrio entre una opinión nacionalista, otra socialdemócrata y una tercera herencia de la tradición liberal-democrática vasca. Y es a la luz de este objetivo como debe ser evaluado el pacto que ahora se ve interrumpido.
Andrés de Blas Guerrero es catedrático de Teoría del Estado en la UNED.
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