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“Soy como la cerveza sin alcohol”

Una conversación con el presentador de 'Pasapalabra' en la que habla de su esposa, la exgimnasta Almudena Cid, sus libros y la televisión

Ilustración de Christian Gálvez
Ilustración de Christian GálvezTOMÁS ONDARRA

Pregunta. Hace poco entregó un millón y medio de euros a un concursante de Pasapalabra. ¿Qué comisión lleva?

Respuesta. Cero coma cero. Soy como la cerveza sin alcohol.

P. No me diga que César Garrido, el afortunado, no le ha puesto ni un piso.

R. De momento no ha habido ni cubata. Yo espero que lo invierta en lo que quería, que era una cosa muy bonita: financiar la investigación de enfermedades raras.

P. Supongo que su libro Sin-vergüenzas por el mundo es autobiográfico, dada su cara dura.

R. Es autobiográfico, sí. Luego he publicado otro, Que la historia te acompañe, de historia pura y dura. Yo realmente soy profesor. Hice Magisterio y me especialicé en Historia. La cuento de una manera más cercana.

P. Tendrá un personaje histórico favorito.

R. Leonardo Da Vinci, porque era un hombre visionario, inquieto, y siempre pensó en el bien de los demás. Hombre completo.

P. ¿Va de niño bonito de Tele 5?

R. No hay niños bonitos en ninguna cadena. No miman a nadie. Tú me das, yo te doy. Y a ver la audiencia al día siguiente. Es un trabajo.

P. “Me considero más listo que guapo”. Pues lo suyo tampoco es para tirar cohetes.

R. ¿A nivel de inteligencia o de belleza? La belleza es algo muy subjetivo. Así que júzguelo usted. Yo prefiero ser inteligente. Y me siento bastante orgulloso de mi coeficiente intelectual.

P. ¿Porque tira para atrás?

R. No sé cuánto es. Pero me da para abarcar muchos campos.

P. ¿Casarse con una gimnasta facilita los juegos eróticos?

A corta distancia

Me recibe en su productora, en Las Rozas, cerca de Madrid. Ya dice que hay que buscarse un plan B, y que en televisión nadie es imprescindible. Es reidor. Parece tener la cabeza sobre los hombros y los pies en la tierra. Hay en su despacho un enorme Spiderman, un robot R2D2 “galáctico”, un busto japonés, una catana. Japón le tira, por el espíritu de sacrificio y porque allí mantienen vivo el concepto de honor, que aquí, asegura, es palabra a punto de desaparecer del diccionario.

R. Uno al final se acostumbra a todo. Pero estamos hablando de juegos sexuales, no de hacer una habitación con paredes de pladur.

P. Entre sus fetiches japoneses tiene una catana. ¿La usa?

R. No es un arma ofensiva, sino defensiva. La catana era la prolongación del alma del samurái, del guerrero. Y era para defenderse, no para atacar.

P. ¿Cómo tiene usted de larga el alma?

R. No sé si la tengo muy larga, pero la tengo muy limpia.

P. Pues habría que ver cómo tiene la catana.

R. Afilada. Por si acaso.

P. ¿Caiga quien caiga es el programa donde mejor ha demostrado que tiene un morro que se lo pisa?

R. CQC es el mejor lugar para aprender a hacer televisión de manera autodidacta. Y el mejor escaparate.

P. “Mi mayor osadía fue despelotarme en la Concha de San Sebastián”. ¿Cree que los vascos no están preparados para las emociones fuertes?

R. Sí están preparados. Mi mujer es vasca. Y es la que iba conmigo.

P. ¿Hubo mucho sobresalto?

R. No. Éramos 33.000 personas en pelotas. Creo que solo se fijaron en mí porque llevaba una corbata y un micro en la mano. Y era lo suficientemente desconocido como para que no hubiera comparaciones odiosas.

P. En Internet he visto una foto suya de pecholobo, sin camisa. ¿Han picado más ellos o ellas?

R. Igual de poco ellos que ellas. Estaba en mala forma. Tenía cuerpo pera, que decía mi padre: estrecho de arriba y ancho de abajo. Lo importante es estar bien por dentro.

P. Siempre tiene que merendar algo con chocolate. ¿Falta de pilas? ¿Ego perjudicado?

R. Cuatro letras: gula. Retrospección a la infancia: tabletita de chocolate con pan, rebanada de pan con Nutella. Ahora intento cuidarme un poquito más.

P. ¿Qué recuerda de esa infancia de chocolate?

R. Muchísimas cosas. Que quería ser paleontólogo y luego cantante de heavy metal. Que no quería trabajar en televisión. Luego quise ser profesor. Y al final estoy sentado aquí, hablando con usted de otras cosas.

P. Ha hecho 1.387 pasapalabras. ¿Se ha comido muchos roscos?

R. Me he comido el rosco más importante de mi vida: la señorita Cid [su mujer, a la que conoció en el programa]. Me tocó el haba del roscón.

P. Para haber querido ser paleontólogo, se ha llevado muchos premios a la comunicación; antena de oro, micrófono de oro…, y el Ondas al programa.

R. Yo siempre digo que el presentador de televisión tiene que aprender a ser un gran secundario. Y saber que el protagonista es el entrevistado o el concursante.

P. ¿Y después de la tele?

R. En la tele tenemos que tener claro que somos muñecos, juguetes. Y cuando tienes un juguete favorito, pueden pasar dos cosas: una, que de tanto usarlo se rompa, y otra, que te encapriches con otro juguete. Aprovecha, disfruta, trabaja, genera y ten un plan B.

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