Novias de España
Hay un momento en que pasas de júnior a sénior. Sucede en todos los trabajos, hasta en el más antiguo del mundo. Y no me refiero al que tenéis en mente, malpensados, sino al oficio de vivir, que dijo Pavese, aunque sea del cuento. Quien ha pasado por eso sabe de qué hablo. Hay una inflexión, un antes y un después, un punto de no retorno. Un día te llama de usted un becario en el ascensor –ellos siempre trepando–, y ya no te vuelven a tutear ni los azafatos de Ryanair, que están obligados por contrato. Algo así le va a pasar a Tamara Falcó como siga vistiéndose de señora mayor, yendo del bracete de mamá Preysler por los salones y sin darnos más espectáculo que aparcar el Smart de canto sobre la acera encajado entre Lexus y Lexus. La va a puentear su hermana Ana como novia de la España pija. Al tiempo.
La niña Boyer, 22 añazos, debuta como portada de ¡Hola! con un posado de 20.000 de vellón, eso es un minijob para empezar a hacer currículo y no los de Báñez y Guindos. La excusa para tamaño despliegue informativo es que la han fichado los del cristal Swarovski como embajadora de la casa, sin ínfulas que están los austriacos, cualquier día la llama el ministro Margallo a consultas. Pero en cuanto la estudiante de E3 (sic) en ICADE acabe la carrera antes conocida como Derecho y Empresariales, aparte de las del Ibex 35, se la van a rifar las firmas de moda y los maromos de su círculo. Las monarquías puede que ya no, pero los ricos plebeyos siguen siendo endogámicos.
Nada que ver con la reportera Sara Carbonero, la nueva novia de la España de clase media. Una chica de pueblo que se ha colado en el Olimpo de la fama –y en el de La Finca de Pozuelo– a base de talento, belleza y estilo sin más padrinos que los de su bautismo. Bueno, y de tener catatónico a Iker Casillas, bizcos al resto de varones del país y muertas de envidia a las congéneres, a mí la primera. Sara, hija, primicias no sé si darás muchas, pero no se puede ir por la vida más mona ni más sobrada. Ocho paginones le dedica la Biblia rosa a propósito de su 28 cumpleaños, los mismos que a la citada Ana. Dime tú si empatar a páginas con una Boyer-Preysler criada en el excasoplón de Fefé en Puerta de Hierro partiendo de Corral de Almaguer, provincia de Toledo, no tiene mérito.
Ahora que, para ascenso, el de Jessica Bueno, 21 añitos y medio. La pareja de ida y vuelta de Kiko Rivera –al cierre de esta edición no habían roto– se ha currado a pulso encarnar a la novia de la España trabajadora. Con su módulo de personal-shopper, su título de Miss Sevilla y su paso por Supervivientes, se ha convertido en princesa de la periferia. Y de ciertas pasarelas. Ahí la tienes, reventando las costuras de su traje de gitana en la Semana de la Moda Flamenca, valga la redundancia. Ha pasado un ángel, sí, no tengo palabras. Cuánto daño ha hecho Victoria’s Secret, sobre todo a Sara Benítez, la modista que ha puesto a Jessi de esa guisa.
Amortizadas las sénior Preysler, Penélope y Pataky, hay relevo asegurado. Las júnior Ana, Sara y Jessica están al quite. Más quisiera la sosa de la Parker llegarles a los tobillos. De la Middleton y la Palermo hablamos otro día, ya si eso.
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