Al teatro, en la cama
Hay que subir muchos pisos, pero cuando llegas te espera la recompensa. Una cama y una narradora dispuesta a contarte un cuento. No es una cama confortable. Un colchón y una manta gris un poco áspera sobre una estructura de madera vieja. Está oscuro. Las camas son individuales. El público se saca los zapatos. Solo una luz mortecina ilumina la narradora y su libro.
Vamos a escuchar la historia de Buchettino (Pulgarcito, en italiano), según la versión de Perrault. Los niños se estiran nerviosos en sus camas. Los padres, muy cerca de ellos, también se ocupan las camas. En el ambiente, una mezcla de curiosidad e inquietud. Es más que probable, lo contrario sería sorprendente, que casi todos los presentes asistan por primera vez a una obra de teatro estirados en una cama. Arranca el cuento. Los niños escuchan atentamente. Alguno se cuela en la cama de su padre.
Estamos en el teatre Lliure de Barcelona, en un dormitorio grande que parece un refugio de montaña, con unas 50 camitas. Alba Sola es la narradora, una artista, que explica la historia y a medida que habla transforma con sus voces la habitación en una caja de resonancia, con la ayuda de los efectos que producen dos actores. Resuenan los pasos del ogro, las piedrecitas de Buchettino que deja en el camino para reconocer la vuelta a casa, el crujir de la carne asada que devora la familia, los llantos de la madre pero también resuenan la palabras que recuerdan que los cuentos infantiles nunca han sido fáciles. "Cuando el padre degüella a sus hijas por equivocación ha sido un poco fuerte", decía una madre al salir. Pero así son los cuentos de siempre. Algunos psicólogos apuntan que los cuentos tradicionales son un buen instrumento para conducir los conflictos inconscientes de los niños. La compañía Societas Raffaello Sanzio es la responsable de esta extraordinaria aventura. Una aventura que abre la imaginación de sus espectadores. Bueno de casi todos. El domingo un padre aprovechó para dormir. Fueron solo 10 minutos. Excusas.
Imagen de TEJEDERAS.
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