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Cada día tiene su afán

El diputado nacional del PP Vicente Ferrer ha compartido sus impresiones sobre la campaña y por último proporciona su visión de los resultados del 20N

Vicente Ferrer

Soy padre de cuatro hijos, diputado nacional por el PP y candidato a la reelección, madrugador por castigo y nunca me ha gustado desayunar solo. Todo ello me conduce indefectiblemente a trasegar el primer café de la mañana en compañía de mi perro, único que parece compartir mis costumbres en mi casa.

Lo natural

21 de noviembre. Cualquier cosa menos sorprendidos o perplejos. Ha pasado lo que razonablemente cabía esperar que pasara. Cuando las cosas van viento en popa todo el mundo nos permitimos alguna alegría, pero cuando el tema se tuerce nos ponemos en nuestro sitio. No es el hecho de que las encuestas vinieran vaticinándolo desde hace meses, la realidad es que todos de alguna manera lo sabíamos, lo esperábamos y nos hemos limitado a respirar con alivio, de entre estos últimos no pocos socialistas. La percepción generalizada entre los ciudadanos era que el Gobierno socialista había gestionado la crisis con torpeza, de manera incompetente, y que eso había agravado profundamente las consecuencias de este mal trago para nuestro país. No somos pocos los que pensábamos que en realidad nunca supieron como hacerle frente, que se limitaban a dar palos de ciego, a realizar marchas y contramarchas, a afirmar hoy para desdecirse mañana, dibujando una política errática, vacilante y desnortada. Daba la impresión de que teníamos un Gobierno de reyes pasmados, siempre superados por la situación y con una absoluta perdida del control de cuanto acontecía a su alrededor. La consecuencia natural es que, si crees que un Gobierno lo está haciendo rematadamente mal, apoyes un cambio, que lo sustituyan, son las cosas de la democracia. Por otra parte, las posibilidades de los socialistas de darle un vuelco a la situación eran muy limitadas, por no decir nulas. Para tratar de invertir el curso natural de la historia, tendrían que haber sido capaces de ofrecer a la sociedad un proyecto con tales garantías que permitiera que, descartado el discurso continuista de su política, permitiera que la ciudadanía los percibiera como una alternativa de si mismos. Tendrían que haber generado confianza y eso era una quimera porque para trasmitirla necesitas una buena dosis de credibilidad personal, y los socialistas habían agotado todo el crédito en esta materia. No era ya solo una cuestión de incompetencia, además se había faltado constantemente a la verdad, se había negado lo evidente hasta la saciedad, se había mantenido un doble discurso disociado de la realidad en todo momento, y ofrecido una imagen de ligereza y frivolidad en medio de una crisis nacional de magnitud desconocida. Y claro si no te fías de los individuos que componen el Gobierno, lo natural vuelve a ser que votes por que los sustituyan. El Partido Popular se ha limitado, que no es poco, a ofrecer solidez, solvencia, seriedad, coherencia y un currículum que le convertía en el candidato idóneo para concitar los apoyos y buena parte de las esperanzas de los españoles. Luego no ha pasado nada que no fuera razonable y previsible en democracia. A partir de ahora los socialistas se enfrentan a una situación nada envidiable. El proceso de renovación que encarnó en su momento la generación Zapatero ha quedado prácticamente inservible y sus integrantes inhabilitados. ¿Quién podría tratar de aunar sus fuerzas, dispersas y desmoralizadas, para hacer frente a la vieja guardia? Carmen Chacón, ha recibido un varapalo en Cataluña de tal magnitud que la deslegitima para postularse como alternativa a Rubalcaba, que a su vez se ha convertido en un lastre para el partido y ha desautorizado la posibilidad de recurrir al felipismo y a quienes lo encarnan, al situarse él, su mas insigne representante, al frente de la candidatura y por tanto convertirlos en cómplices del naufragio. La generación que podría sustituirlos a unos y a otros aun no ha terminado la ESO. Ahora bien, para situaciones nada envidiables la que ha heredado Mariano Rajoy, tiene que hacer frente a una tarea titánica, en medio de una situación catastrófica y en el peor de los escenarios posibles. Pero les diré que yo tengo una fe ciega en los caballeros de provincias que, desde Cánovas, vienen introduciendo seriedad, sensatez, obstinada resolución, prudencia, tino, tiento y sentido común en la política nacional que se cuece en los fogones de la Villa y Corte. Por cierto, y aunque no venga a cuento, no quiero acabar mi colaboración en este blog sin enviarles un fuerte abrazo a nuestra gente en Afganistán, el Líbano o el Cuerno de Africa, que se están batiendo el cobre como leones, suerte y como decían en aquella serie policiaca: “Tengan cuidado ahí fuera”.

Inglaterra espera

18 de noviembre. Estudié bachiller de ciencias y fue una experiencia espeluznante. El porqué de elegir Ciencias pese a mi aversión por los números es una larga historia. Me decidí por una carrera de letras el día que fui consciente de que preparaba los exámenes de Física y Matemáticas memorizando los problemas como si se tratara de la lista de los Reyes Godos. Esa alergia a las cifras, consideradas individualmente o en columnas de cuatro en fondo, me hizo descartar Económicas y esa, a la vista de la que está cayendo, fue una de las decisiones mas afortunadas de mi vida. Compadezco, en los tiempos que corren, a mis vecinos del Paseo de Blasco Ibáñez. Entonces Derecho y Económicas estaban la una junto a la otra. Debe ser terrible tratar de explicar todos los días una tragedia como la que estamos viviendo. Los imagino repasando viejos manuales por si se saltaron el capítulo que llevaba por título Crisis brutales, concepto, naturaleza y clases, o releyendo a Adam Smith y a Keynes, uno siempre busca refugio en los clásicos cuando vienen mal dadas. Cualquiera que sea el diagnóstico lo que es un hecho irreversible es que, cinco millones de desempleados y el maldito diferencial con el bono alemán por encima de los quinientos puntos, constituyen la tormenta perfecta. Estamos en una situación de emergencia nacional. EL PAÍS, nuestro anfitrión, me pidió ayer que escribiera este artículo para que quedara colgado en el blog durante el sábado. Puedes explicar las razones por las que piensas que se debe votar al Partido Popular, me dijeron. No lo voy a hacer, llevo quince días dedicado a ello. Hoy preferiría que hiciéramos otro tipo de ejercicio de reflexión colectiva. Opiniones hay para todos los gustos y todas son igualmente respetables, pero creo que la mayoría podríamos coincidir en que nuestro país atraviesa una hora dramática de su historia. Es innegable que la crisis mundial ha sido determinante en esta situación, pero creo que pocos negarían que la gestión incompetente, inepta y errática del Gobierno socialista ha agravado extraordinariamente las consecuencias y los efectos que la crisis ha tenido para nuestro país. Creo que tampoco nos costaría ponernos de acuerdo en la necesidad de un cambio político de envergadura como primer paso para romper una situación que asfixia a la Nación. Tampoco nos costaría llegar a la conclusión de que precisamos un Gobierno con el suficiente respaldo como para garantizarnos ese cambio. Llegados a este punto, si usted estima honradamente que la opción mas razonable es repetir el mismo Gobierno yo no se lo voy a discutir, es su opinión y merece todo el respeto, vote socialista, pero si piensa que deberíamos dar una oportunidad al cambio le ruego que considere la posibilidad de votar al Partido Popular, en beneficio de todos. Los ingleses tienen la facilidad nacional de regalar frases memorables para la historia. Hoy me viene a la memoria la que Nelson pronunció poco antes de Trafalgar: “Inglaterra espera que cada uno cumpla con su deber”. Pues mire por donde lo mismo espera España de cada uno de nosotros. A mi juicio un cambio de Gobierno no solucionará todos nuestros problemas por el mero hecho de elegirlo, pero ese cambio es una condición ineludible, constituye el primer paso indispensable para dar todos los demás.

Objeción

17 de noviembre. Sigo con extraordinaria atención el caso del joven ilicitano (en esta tierra no nos privamos de nada) que ha decidido objetar de su obligación de ser vocal en una mesa electoral, por la razón de que nuestro sistema no le parece suficientemente democrático. A sus veintisiete años, fruto de su larga experiencia vital, tras un profundo análisis de la situación y sesudos debates con sus colegas del movimiento X, del bar de la facultad o de la peña ilicitana de su barrio, vete a saber quiénes compondrán tan notable asamblea, ha llegado a la conclusión de que los demás ciudadanos de este país no somos más que un atajo de descerebrados, pobres e ingenuas marionetas en manos de ocultos poderes siniestramente dirigidos por la CIA, el Banco de Santander o el Gran Muftí de Jerusalén. Venía yo pensando que en el fondo es un tipo con suerte. Verán, tiene la suerte de ser joven, si en lugar de tener 27 años tuviera 57 y se le hubiera ocurrido negarse a formar parte de la mesa de uno de los referéndums o en las elecciones a Procurador por el tercio familiar que, de vez en cuando, organizaba el general ferrolano, la lucecita del Pardo, el vigía de occidente, los grises se lo habrían llevado detenido ipso facto. En la comisaría de Elche le habrían dado la primera mano de hostias, disculpen la crudeza en el uso del idioma pero las expresiones cachete, pescozón o bofetada, no me ha parecido que recogieran en toda su amplitud el tratamiento. Si hubiera persistido en explicarle al comisario sus puntos de vista, habría dado con sus huesos en la Dirección General de Seguridad en la Puerta del Sol, a la que habría llegado sin dificultad alguna porque en aquella época no era moneda corriente que la plaza fuera ocupada con independencia del grado de indignación del personal, manías de los gobernadores civiles. En la Dirección General le habrían aplicado una dieta muy similar a la dispensada en comisaría, solo que mas profesional, habría sido expulsado de la Facultad o perdido su trabajo casi con toda seguridad, y conducido ante el Tribunal de Orden Público que le hubiera prescrito un periodo de reflexión en alguna soleada institución como el Penal del Puerto de Santamaría. También tiene la suerte de ser español. Imagínate chaval si en lugar de haber nacido en la ciudad de las palmeras hubieras visto la luz en Pyongyang, o en cualquiera de las bellas provincias de ese paraíso del socialismo real, de la democracia popular que es Corea del Norte, ahora estarías muerto, te habrían fusilado, no sin antes conectarte los cataplines a la batería de un camión… durante meses. Miren es cierto que este país necesita cambios pero no vayan a pensar que son solo económicos, alguien tiene que explicarle a este joven que, a veces, a lo largo de la vida, uno tiene que hacer cosas aunque no le gusten o discrepe de ellas, que su voluntad, capricho, gusto o preferencia no es soberana ni constituye, per se, fuente del derecho, que el cumplimiento de la Ley, además de resultar una conducta cívica, es la mejor garantía que tenemos los ciudadanos de preservar nuestros derechos y libertades tanto individuales como colectivas, que es el escudo que nos protege de los poderosos, y que es lo único que nos hace iguales en un mundo que rara vez nos trata por igual, que el cumplimiento de tus deberes como ciudadano es el precio a pagar por el gozo de tus derechos civiles y lo que legitima el disfrute de los mismos. ¿No lo explicaban en educación para la ciudadanía?, o ese día estabas enfermo. En fin, como les decía sigo el caso de cerca porque si objetar del sistema te permite eludir tus obligaciones electorales, objetar de la justicia, burlar sus sentencias y objetar del destino de los fondos públicos, eximirte de tus obligaciones como contribuyente… Les confieso que yo, que acabo de pagar el segundo plazo del IRPF, estoy muy interesado en el asunto este de la objeción, especialmente en su vertiente fiscal.

Pensat i fet

16 de noviembre. En España el trabajo intelectual nunca se ha valorado debidamente, aquí toda actividad que no incluya un pico y una pala nos ha sonado a escaqueo, y cualquier laboreo que no requiriera como ejercicio preparatorio arremangarse y tuviera una sudada de caballo como consecuencia natural, ni nos ha parecido trabajo, ni su autor digno de respeto alguno. El pensat y fet que en tantas ocasiones se ha querido presentar como un ejercicio de precipitación, a mí siempre me ha parecido una máxima digna del mismísimo Confucio porque consagraba la secuencia natural de toda actividad humana, probablemente porque he visto que en demasiadas ocasiones el orden se veía alterado y que las cosas se hacían primero y se pensaban después. Hago esta encendida defensa de las acciones meditadas porque dentro de escasamente cuatro días vamos a vernos en el brete de tomar una decisión fundamental para el destino de nuestro país, y haríamos bien si le pegáramos alguna vuelta. Hay decisiones que por su naturaleza resultan extremadamente complejas, gasolina o diesel, Rioja o Ribera (yo opto por los valencianos siempre que puedo) muslo o pechuga y otras que no lo son. La que debemos adoptar el próximo día 20 es trascendental pero, dado lo limitado de las opciones reales, a mi juicio relativamente sencilla. Veamos, dos son los posibles gobiernos que podrían salir de las urnas. En primer lugar un gobierno multipartito con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente, al que los socialistas deberían sumar tantos socios como votos resultaran necesarios para lograr la investidura. Si ustedes consideran que un ejecutivo de estas características tendría la agilidad necesaria, le daría estabilidad al país, realizaría las reformas precisas y trasmitiría confianza a nuestros socios europeos, no le quepa la menor duda, esta es su opción. La otra posibilidad es un gobierno del Partido Popular del que Mariano Rajoy sería su primer ministro, si usted es de los que esta convencido de que España necesita un cambio de ciento ochenta grados en sus políticas y un gobierno fuerte que garantice ese cambio, entonces optará por la segunda de las posibilidades. Es cierto que también se escoge entre dos formas de gestión. Los socialistas, primero, contribuyen a crear una cifra record de parados, como consecuencia de ello nos encontramos con cinco millones de españoles que, en lugar de contribuir a las arcas del Estado, se hacen acreedores del subsidio de desempleo, al que por otra parte tienen todo el derecho del mundo. Esta situación conlleva serias dificultades para hacer frente a los gastos del país, especialmente los sociales, que constituyen la parte del león, la solución que se aporta es pasar la gorra es decir subir los impuestos. Esta a su vez genera menos consumo y, junto con la falta de crédito, menos inversión productiva, por tanto mas paro y vuelta a empezar. Los populares, sin embargo, somos de la opinión de que en España quienes crean trabajo son los empresarios (me agota la expresión emprendedores), especialmente los pequeños, los medianos y los autónomos, si los apoyamos con una política fiscal que incentive en lugar de retraer, reordenamos las finanzas públicas y, de una vez por todas, el sector bancario, para favorecer que fluya el crédito, y le damos confianza y estabilidad a la nación, recuperaremos el consumo y la inversión productiva capaces de generar empleo, y con el empleo trasformaremos al perceptor de subsidios en contribuyente, las arcas del Estado recaudarán y estos recursos asegurará las pensiones, la sanidad, la educación y el resto de políticas sociales. Pues bien pensemos y escojamos.

Mentiras, mentiras, mentiras

15 de noviembre. Mentir, dejando a un lado consideraciones morales, es un arte y como tal requiere de práctica y ciertas dotes naturales. Es imprescindible tener aplomo, un punto imaginativo, buena memoria, habilidad para el disimulo, capacidad de análisis de los auditorios y mucha intuición; el secreto del éxito de una mentira reside en averiguar cuál es la versión adecuada, para un público concreto, en el momento favorable y no olvidar la regla de oro: no le cuentes nada a la gente que no esté previamente dispuesta a creerse. Mentiras hay de muchas clases, las hay grandes y pequeñas, piadosas y crueles, innecesarias, preventivas, seriadas, mentirijillas, retorcidas, toscas o elaboradas pero todas persiguen generalmente un objetivo común: librar al autor de las consecuencias más desagradables de sus actos, básicamente lograr la impunidad. Es cierto que existe la figura del mentiroso compulsivo, el que lo hace por deporte, sin un objetivo conocido, solo por el placer de engañar, pero eso ya trasciende el ámbito del arte para adentrarse en el oscuro mundo de la psiquiatría. La fórmula del éxito de un mentiroso reside fundamentalmente en su credibilidad; por eso es una tragedia que le pesquen, que le desenmascaren, porque a partir de ese momento ha agotado su crédito y quien le escucha lo hace prevenido, se genera a su alrededor un hálito de desconfianza que pone fin a su carrera. Les hago esta disertación porque el Gobierno socialista nos ha mentido sistemáticamente durante años. No se alteren, la mía no es una afirmación infundada hija del tiempo electoral en el que vivimos, es fruto de la observación desapasionada de la realidad vivida. Negó la crisis incluso cuando esta era la compañera cotidiana de todos los ciudadanos de este país; no contento con ello, elaboró posteriormente la doctrina de los brotes verdes y media España se pasó un año entrecerrando los ojos para ver si de esa manera conseguía vislumbrarlos y todo ello a sabiendas de que la realidad era un secarral estepario digno de un poema de Machado; nos endilgaron que el sistema bancario nacional era el más sólido ¡del mundo! para luego descubrir que nuestras entidades de crédito necesitaban, ellas solas, la cuarta parte del fondo de rescate aprobado en Bruselas para apuntalar a toda la banca europea. Y la querencia al embuste no se ha limitado al área económica, baste recordar las explicaciones ofrecidas por el Ejecutivo a lo largo de todo el proceso negociador con ETA, ¡pero si nos han mentido hasta con el gesto!; permanecer sentado al paso de la bandera norteamericana para a continuación embarcarnos en todas las hazañas bélicas que en el mundo han sido, no fue más que otra forma sutil de engaño. El problema está en que con la verdad han matado también la confianza, y las consecuencias de una crisis como la que estamos viviendo se multiplican y se agravan exponencialmente cuando nadie, ni dentro ni fuera de nuestras fronteras, se fía del Gobierno que teóricamente debe tomar las decisiones que nos saquen del profundo agujero en el que estamos metidos. Si Zapatero hubiera sido el Churchill de 1940, en lugar de pronunciar el famoso “sangre, sudor y lágrimas”, se habría dirigido a los Comunes afirmando que el hecho de que decenas de miles de alemanes se dirigieran aquel verano en tropel hacia las playas de Dunkerque, era la prueba evidente de que, en contra de rumores infundados y maliciosos, se trataba de un grupo de turistas germanos ávidos de sol, y que la política que cabía esperar de un Gobierno responsable no era otra que invertir en las infraestructuras hoteleras de la zona para no dejar escapar las amplias oportunidades de negocio.

Llegó el agua

La plaza de toros

13 de noviembre. El mitin del coso de la calle de Xàtiva no es una reunión cualquiera. No en balde, el propio Mariano Rajoy la ha definido esta mañana como el acto central de su campaña electoral. Ganas de agradar aparte, es cierto que en el imaginario popular estas reuniones tienen algo especial. En el mitin de la plaza de toros de Valencia se alcanza tradicionalmente el clímax de la campaña, todo lo que se ha organizado previamente a lo largo de la geografía nacional parece tener un carácter preparatorio de este acontecimiento, y una vez se ha producido con éxito, lo que resta por llevarse a cabo parece producirse de forma automática, como si no hubiera nada mas que deslizarse cuesta abajo hasta el domingo de las elecciones. No ha llovido. No me sorprende. Si el dios de la lluvia se rige también por la ortodoxia católica, es decir, se limita a disponer las cosas y a partir de ahí rige el libre albedrío, para las cuestiones de su negociado en forma de vientos, grados de humedad y acumulaciones nubosas debe concluirse que el dios de la lluvia es básicamente un liberal, y por tanto, por una elemental cuestión de afinidad política parece lógico que no haya querido aguarnos la fiesta a los populares. De todos modos debo decir que el personal venía dispuesto a mojarse lo que hiciera falta. La nuestra es una militancia estupenda, y permítanme que llegados a este punto rompa una lanza por ellos, especialmente en reconocimiento de quienes militan en el Partido Popular, pero no solo de ellos, sirva también para quienes lo hacen en cualquier otra formación política. Son personas dispuestas a sacrificar muchas horas de tiempo y esfuerzo, de entrega, a padecer sinsabores y en muchas ocasiones a soportar que les señalen a cambio de nada y por la más noble de las causas, una idea. Nunca he entendido por qué valoramos tanto la pertenencia a una ONG y tan poco la militancia política; para mí son dos opciones igual de legítimas, generosas y admirables. Pero volviendo a la plaza, es mucho lo que se ha dicho pero por pura lógica voy a centrarme en lo manifestado por el candidato a la presidencia del Gobierno. Para empezar, les aseguro que Rajoy en Valencia se siente como en casa, está cómodo, feliz y se le nota, y tal vez eso haya influido en el tono de su intervención. Más que nunca ha llamado al entendimiento de los españoles, a la reconciliación y al diálogo. Se ha comprometido a gobernar desde el centro, con sentido común, con sensatez, sin frivolidades ni ocurrencias. Yo personalmente y por lo que lo conozco, creo que se ha comprometido a gobernar como es él; de hecho, no concibo que pudiera hacerlo de otra manera. Ha pedido el apoyo de todos los que creen preciso un cambio para un gobierno fuerte que lo garantice, porque solo un gobierno así puede hacer frente con un mínimo de garantías a la situación de emergencia nacional que vivimos, y ha ofrecido el proyecto del Partido Popular a toda la sociedad española, precisamente porque ha prometido gobernar para todos sin distinción. Otra cuestión que a mí me ha parecido fundamental es el hecho de que nos haya asegurado que nos dirá siempre la verdad, por dura que esta sea. Me parece bien, creo que los españoles soportamos mejor los sacrificios que los desengaños, y el Gobierno socialista nos ha ocultado sistemáticamente la verdad cuando no nos ha engañado deliberadamente. Y en esto coincido con Rubalcaba, en cualquier caso España se merece un Gobierno que no le mienta.

De taxistas y políticos

12 de noviembre. He cogido un taxi, tenía puesta la radio y desgraciadamente he coincidido con un boletín informativo que narraba las andanzas de un ministro presuntamente implicado en un caso de corrupción. No daré su nombre porque no es de su asunto de lo que pretendo hablarles. El ministro era blanco… de todo tipo de comentarios. Pasados algunos minutos, el profesional del volante ha decidido confiarme sus opiniones sobre la clase política de este país. Me he preparado para lo peor. La primera de las reflexiones venía cargada de sutileza: “Todos los políticos son unos corruptos”. He decidido pasar por alto que el buen hombre me estaba diciendo a la cara que el hijo de mi padre era un rufián por el mero hecho de dedicarme a la cosa pública. He intentado introducir a la desesperada en la conversación las últimas aportaciones al pensamiento moderno de Pep Guardiola como tema alternativo, pero he fracasado estrepitosamente. “La cosa está en que son políticos profesionales y, ¡claro!, tienen que aferrarse al cargo”, ha sido la segunda de las finezas que mi Maquiavelo del volante ha tenido a bien dedicarme. Les aseguro que la he encajado sin pestañear, he probado suerte con un comentario sobre lo fluido que es el tráfico en Valencia comparado con el de Madrid, puestas todas mis esperanzas en el hecho probado de que pocos españoles nos resistimos a una invitación tan directa a dar una lección magistral sobre un tema que dominamos a quien suponemos un profano en la materia. ¡Pues ni por esas! La última confidencia que ha decidido compartir es que en su opinión era, literalmente, una vergüenza que los diputados tuvieran su trabajo o negocio particular; a su juicio debía ser incompatible con todo. He respirado hondo y le he preguntado: “¿Usted le encargaría la administración de su finca o la reparación del taxi a alguien que no fuera profesional? Y si piensa que hay que ser idiota para confiarle el cobro de los recibos o el arreglo de su vehículo a un amateur, ¿por qué cree que es una buena idea encargar el gobierno de España a un aficionado?”. Me ha mirado como si el idiota fuera yo y he estado a un paso de dejarlo ahí, pero ya me había tentado y me pasa como a Oscar Wilde, “lo resisto todo menos la tentación”. He tratado de hacerle ver que algunas de sus afirmaciones escondían una contradicción y he añadido: “Si usted está en contra de que los diputados mantengan sus trabajos o sus empresas mientras ejercen de tales, les está obligando a convertirse en profesionales de la política porque no hay negocio o carrera profesional que aguante cuatro u ocho años de abandono. Luego, amigo mío, o una cosa o la otra pero las dos a la vez no pueden ser. O aceptamos que sean profesionales o no los declaramos incompatibles. Además eso que le parece tan detestable, que cobren por su trabajo, es decir que sean profesionales, se lo crea o no es un avance democrático que le debemos a la Revolución Francesa, es lo que permite que cualquier ciudadano pueda ser diputado, de otro modo solo podrían aspirar a serlo los muy ricos o los funcionarios y eso no parece muy sensato ni….muy democrático”. Decidido a echar el resto le comenté que yo había oído en infinidad de ocasiones que era práctica común entre los taxistas llevarte a tu destino dando un rodeo para alargar la carrera y así cobrarte más. “¡Eso es mentira!”, me espetó, “alguno habrá pero la inmensa mayoría somos honrados”. ¿Ve usted? Igual que los políticos. La democracia parlamentaria es un grandísimo paso de la humanidad y necesita de políticos por la misma razón que no hay toreo sin toreros. Nos equivocamos como todos y algunas veces no tenemos la tarde o… hay mucho toro, y al final el respetable decide, pero les aseguro que lo hacemos lo mejor que sabemos, y somos casi todos, como los taxistas, gente honrada.

Un valenciano tranquilo

11 de noviembre. Ayer di con mis huesos en Rótova. Es un pueblo estupendo. Aquello más que un mitin acabó siendo un happening. Después de unas palabras del alcalde, un tipo fenomenal dueño de La venta de Toni (Toni es él), restaurante que les recomiendo encarecidamente, y de mi consabida filípica, se abrió un turno de intervenciones y preguntas. Francamente, esperaba un par a lo sumo, siendo lo más corriente una o ninguna, y aquello acabó en un interesantísimo debate de cerca de hora y media. Les aseguro que fue una experiencia gratificante. Cuando nos dirigíamos a Gandia a cenar vimos un par de coches detenidos en la carretera. Junto a ellos y en mitad de la calzada nos dimos de bruces con un vehículo volcado sobre el techo y unos metros desplazado otro completamente destrozado; los ocupantes estaban todavía en el interior. El alcalde y yo nos detuvimos unos pocos metros pasado el accidente, llamamos al 112 y empezamos a hacer señales a los automóviles que iban llegando para que se detuvieran y no arrollaran a las personas que se arremolinaban junto a las víctimas. Es tremendo. Cierto que el simple hecho de cruzar una calle puede suponer una aventura, pero arriesgarse a perder la vida en un accidente de tráfico es demencial, estúpido. Por favor, tengan cuidado. Les decía ayer que me gustó la intervención de Esteban en Llíria y hoy quiero hablarles de la que tuvo el presidente de la Generalitat. Alberto Fabra es un hombre cercano, afable, inteligente y sensato, pero si tuviera que definirlo con una frase recurriría al título de una película espléndida que protagonizó John Wayne, creo que era de Ford, Un hombre tranquilo. Alberto es un hombre que trasmite tranquilidad, sosiego, calma, y tienes la impresión de que si le encargas algo lo has dejado en buenas manos. Los valencianos le hemos confiado que gobierne nuestras cosas y cuando lo conoces, hablas con él, lo escuchas y luego te separas, lo haces con la sensación de que no hay problema, que hemos acertado, que nuestros asuntos están en las mejores manos. En su intervención introdujo algo que estaba echando de menos a lo largo de estos días; nos introdujo a nosotros, a los valencianos. Es cierto que la crisis económica es el eje de toda la campaña, no es para menos con la que está cayendo, y no voy a discutirles que eso condiciona que todos los instrumentos electorales se afinen en clave española, pero les aseguro que jamás había visto una campaña en la que los intereses territoriales estuvieran más ausentes, sea quien sea el orador y milite en el partido que milite. Me encantó pues, ver al presidente recordándonos a todos que en este envite no solo están en juego nuestros intereses como españoles y europeos, también aquellos que nos afectan en nuestra condición de valencianos. Puso el acento en aquellas cuestiones que preocupan particularmente a quienes vivimos en esta bendita comunidad, nos habló del agua, del paso adelante que ha supuesto el corredor mediterráneo, de la preocupación de nuestros agricultores, empresarios, comerciantes o autónomos, defendió nuestra sanidad y a nuestros profesionales de las frivolidades que se permitió el amigo Rubalcaba, reclamó la financiación que nos ha negado el Gobierno de Madrid ignorando deliberadamente la existencia de un millón de valencianos, y encontró tiempo para recordarnos a los militantes del PP que hemos sido pieza clave en el partido y que de nuestra capacidad de influencia dependen no pocas cuestiones en beneficio de todos. En fin, fueron las palabras que cabía esperar de un valenciano, dirigidas a un buen puñado de sus paisanos y pensando en el interés de todos. Lo dicho, salí tranquilo, confiado y seguro de que las cosas en manos de Alberto nos van a ir bien.

Quedan ustedes invitados

10 de noviembre. Ayer estuve en Llíria para asistir a un almuerzo electoral, luego en un mitin vespertino en Paterna, hoy vuelvo a Paterna para una comida y por la noche voy a una cena-mitin en Rótova. Que nadie me malinterprete, agradezco enormemente a mis compañeros el esfuerzo que realizan hecho con la mejor voluntad y no poco acierto, pero les aseguro que una campaña electoral es capaz de arruinar cualquier esfuerzo por preservarse en forma. La sucesión de bocadillos tan sabrosos como contundentes, léase blanco y negro con habitas o en su defecto con pimientos verdes amorosamente rehogados, y platos de paella sin solución de continuidad, ya sea al mediodía como para la cena, que los valencianos nunca le hemos hecho ascos a un arroz nocturno, sumado al natural abandono de toda práctica deportiva, conducen inexorablemente a destrozar los esfuerzos y sacrificios de un año por perder alguno de esos kilos que, cuando llegas a mi edad y tienes buen diente, se convierten en tus más leales compañeros. Solo se me ocurre para un candidato una situación peor que engordar como una vaca durante la campaña electoral… engordar y, además, perder las elecciones. Pero volviendo a Llíria debo decir que me gustaron especialmente algunas de las cosas que les escuché a los oradores. Empezaré por Esteban; es verdad que es un tipo brillante y con cierta facilidad natural para cautivar a los auditorios, y ayer hizo como siempre una buena intervención. Pero me quedo con una idea: en Llíria llamó a los votantes socialistas a unirse al esfuerzo de todos para sacar este país adelante, les invitó a apoyar en esta ocasión un gobierno del Partido Popular, un proyecto en el que, como dijo, todos tiene cabida. Es cierto que habrá quien se sentirá más cómodo y quien tendrá que realizar un esfuerzo mayor porque no todas las medidas que integran ese proyecto sean de su agrado. Bueno, eso nos pasa incluso a los militantes del PP. La política a la búlgara pasó a la historia, a Dios gracias, y estoy dispuesto a comprender que para algunos suponga un sacrificio, pero permítanme que les diga que en tal caso valoro doblemente su esfuerzo o sacrificio porque todos sabemos que salir de esta no va a ser fácil. Estamos en una situación de emergencia nacional y España nos pide a todos generosidad y altura de miras. Generosidad a la hora de aceptar renuncias a los que han sido en muchas ocasiones nuestros puntos de vista, nuestros gustos, preferencias, tendencias o simpatías naturales, porque nuestro país necesita de nosotros y nos necesita unidos. Unidos ante la adversidad y ante las dificultades, porque para superar esta crisis que se está llevando lo mejor de nuestras vidas hacemos falta todos, somos todos y cada uno imprescindibles en esta hora difícil que nos ha tocado en suerte. Y altura de miras porque debemos abstraernos de diferencias pasadas, de política pequeña, de mediocridades o juegos de salón, porque todos coincidimos en dos cuestiones que sabemos son fundamentales en el momento de la historia que nos ha tocado vivir. Por un lado, necesitamos un cambio, un cambio político radical y, por otro, precisamos de un Gobierno fuerte capaz de garantizar ese cambio. Podemos tener cada uno nuestra forma de pensar y eso está muy bien, nos hace libres, pero estarán ustedes de acuerdo en que hoy por hoy solo el Partido Popular está en condiciones de hacer frente a este doble reto. De manera que permítanme que me sume a la petición y les invite a todos a que respalden este proyecto político para España, unos porque siempre han creído en él y otros porque actuarán con la generosidad y altura que esta vieja nación precisa.

Tiro al pato

9 de noviembre. Esto de la política tiene sus días y no siempre es fácil. Yo siento una enorme solidaridad, una profunda identificación con los patos de las barracas de feria desde que me dedico a ella. Verán, tu eres un modesto pato de hojalata que no molesta a nadie, que se limita a ir dando tumbos por los caminos de media España y cumplir cada mañana con el ritual de tu trabajo. Procuras ponerte bien alineado en fila con el resto de patos pintados como tú de un horroroso amarillo chillón, haces esfuerzos por sobrellevar, con un mínimo de dignidad, esa sonrisa bobalicona que te han forjado en la cara pese el dolor de cabeza que te producen los gritos del titular de la barraca anunciando que por un euro te dan tres tiros, y los berridos del propietario de la tómbola de al lado relativos a una tal muñeca ‘chochona’, que no se qué les parecerá a ustedes pero a mí me resulta una grosería, y tratas de mantener en todo momento el tipo. Uno es un profesional, pese a los desconchones y abolladuras fruto de los muchos años de servicio. Total, para que luego venga un niñato descerebrado con ganas de impresionar a la novia o un fulano que pretende hacerle creer a su hijo que su padre es una especie de Daniel Boone y te suelte un perdigonazo, así es la vida amigo. Les cuento esto porque hoy el Sr. Morera, diputado del Bloc, de Compromis, de Equo, bueno ya no sé muy bien de dónde es y sospecho que él tampoco, se ha acercado a la feria de las vanidades, ha pagado un euro, se ha comprado dos perdigones y le ha disparado a Rubén Moreno, que es un tipo amable, bien educado, discreto, con buena cabeza, un magnífico profesional y una excelente persona, pero culpable de haber aceptado formar parte de la candidatura del Partido Popular, donde ocupa el número cinco y hace bueno aquello de que no hay quinto malo. Lo primero que a juicio del Sr. Morera descalifica a Rubén Moreno es el hecho de ser amigo de Alberto Fabra y de Carlos Fabra, ¡estamos aviados¡, porque yo también me declaro amigo de los dos. En mi ingenuidad valoraba, es más me complacía la amistad del President de la Generalitat y de quien lo fue durante años de la Diputación de Castellón, pero al Sr. Morera no le gustan nuestros amigos y eso nos inhabilita como políticos o como personas o puede que para ambas cosas. Pues mire Morera, cuestión aparte de que no es usted quién para elegirme los amigos, le diré que su actitud me parece sectaria, inquisitorial y en general ‘fascistizante’. Si yo me abstengo de comentar sobre sus amistades, familia y compañías, seguro que usted puede realizar el mismo esfuerzo. No contento con ello pretende desacreditar a Rubén Moreno como profesional afirmando, sin encomendarse a Dios ni al diablo, que: “llegó a ser director general del Centro Príncipe Felipe sin méritos”, y claro uno se pregunta: ¿Qué es lo que le parece poco meritorio al Sr.Morera? ¿Qué se trate de un médico de reconocido prestigio? ¿Las becas obtenidas? ¿Los cinco años dedicados a la investigación en Estados Unidos? ¿Su experiencia como Secretario General de Gestión y Cooperación Sanitaria en el Ministerio de Sanidad? o que sea de Castellón. Francamente Sr.Morera, desconozco su curriculum e ignoro sus méritos pero espero que sean tantos como mezquinas, ruines y prepotentes son sus afirmaciones. Permítame, querido amigo, que a modo de despedida le deslice alguna sugerencia. Si toda su aportación a una campaña electoral en la que los valencianos tenemos tanto en juego va a tener la inteligencia, la profundidad y la calidad humana de esta, le aseguro que podemos prescindir de ella. La suya ha sido una de esas intervenciones que califican a quien las realiza por su nivel, altura y honestidad intelectuales. Lo suyo, Morera, no es la puntería, le aconsejo que la próxima vez ignore la galería de tiro y compre boletos de la tómbola a ver si le toca la dichosa muñeca, entre otras cosas porque para matar hacen falta balas no perdigones.

Tal y como sospechaban… El debate.

8 de noviembre. Inevitable hablar sobre el debate e inevitable definir un ganador. Respecto a esto último parece claro que fue Rajoy, no lo digo yo, es la opinión generalizada entre los medios de comunicación y coincide con la manifestada por los ciudadanos en la práctica totalidad de las encuestas realizadas. En cualquier caso, las cámaras no dejaron lugar a duda, en aquella sala solo había un presidenciable y no era ni Rubalcaba ni Campo Vidal. Cito al moderador porque si Alfredo no dio en mejor presidente que Rajoy, debemos reconocerle que como periodista le dio un baño a quien dirige la Academia de Televisión. Durante buena parte de la retrasmisión, no tuve la sensación de estar asistiendo a un debate entre candidatos, más bien parecía la entrevista de un periodista agresivo al flamante Presidente del Gobierno, hecha al poco de su elección. Todos podemos tener nuestra opinión y gustarnos más o menos alguno de los candidatos, pero de lo que estoy convencido es de que ninguno de los doce millones de españoles que seguimos atentamente el programa, vimos ni por un instante al candidato socialista como posible ganador de las elecciones y el culpable no fue otro que el propio Pérez Rubalcaba por la forma en que planteó el duelo. Si algo quedó patente es que no cree para nada en sus posibilidades y se hace difícil pensar que, si ni tan siquiera tú tienes fe, puedas despertarla en los demás. Por otro lado, su estrategia de afianzar el mensaje del miedo a los recortes hizo aguas con demasiada facilidad. En primer lugar, centró la discusión sobre el programa del Partido Popular hasta el punto de que en algún momento pareció que los socialistas carecía del mismo o Rubalcaba de ideas, y siempre dio la sensación de que era el programa que defendía Rajoy el único con opciones serias de trasformarse en política de gobierno. En segundo, permitió a Mariano Rajoy negar con contundencia. Llegó a decirle que mentía, y ante medio país, sobre cuestiones como la rebaja del subsidio de desempleo, mensaje que no por falso resultaba menos importante en el arsenal del miedo que define la campaña del PSOE. Por último, acusar de recortes al PP cuando tú has sido hasta hace cuatro días el vicetodo del gobierno que mayores recortes sociales, pensiones y sueldos de funcionarios incluidos, ha perpetrado en los últimos treinta años de la historia de España, debió prever que le conduciría directamente al naufragio. Mariano Rajoy estuvo como debía estar. Sensato, razonable, sobrio y creíble, que es lo que necesitamos en un país harto de bandazos, improvisaciones y frivolidades, centrado en los problemas que nos preocupan a todos: La gravísima situación económica y el drama del desempleo. Iba a utilizar la expresión “dando imagen”, pero no lo haré porque no es una cuestión de imagen es que el tío es así, serio y con aplomo, dos virtudes que le vendrán que ni al pelo a la hora de enderezar el desastre que nos van a dejar como herencia los socialistas. Por otra parte, tampoco cabía esperar otra cosa, heredar un desaguisado de estos caballeros es ya una costumbre nacional por más que en esta ocasión se les haya ido la mano. Más que buscar un ganador, en este tipo de debates creo que es mucho mas razonable determinar quién ha logrado ver cumplidos los objetivos con los que entró en el plató. Miren, yo no me fío un pelo de las encuestas, tan solo te detectan un determinado estado de opinión. Con todo y con eso, es cierto que son prácticamente el único instrumento del que se dispone a la hora de definir estrategias. Hoy por hoy, coinciden en indicar que lo mas probable es que el Partido Popular obtenga una victoria electoral el próximo día 20, suponiendo que se cumplan las expectativas. Alfredo Pérez Rubalcaba se enfrentaba a la mejor, sino la única, oportunidad que le brindaba la campaña, y su objetivo era invertir las tendencias que marcan las encuestas. Coincidirán conmigo que para eso necesitaba una victoria aplastante, si me lo permiten, devastadora. El objetivo de Mariano Rajoy no era otro que afianzar la necesidad del cambio y para eso le bastaba con un empate, si además los medios de comunicación confirman que se le dio mejor el debate que a su oponente pues….tal día como hoy hizo un año. En resumen, Rajoy logró holgadamente su objetivo y Rubalcaba quemó sus naves.

El chelín del rey

7 de noviembre. Hace seis años acepté el chelín del Rey que es como los ingleses describen el hecho de alistarse en las filas. Lo hice como oficial de la reserva en la Infantería de Marina. Que no les sorprenda: Me crié en una base naval y mis recuerdos de infancia son blancos en verano y azules en invierno con el gris de los barcos al fondo. Comprenderán que hoy no esté de humor para política; ayer mataron a un compañero. Paso todos los años una temporada con ellos. Hasta que nos dejó, conviví con uno en casa y todavía no alcanzo a comprender qué extraño impulso puede llevar a un hombre a aceptar como natural el hecho de que puedan matarle por mil quinientos euros al mes. Los he visto alistarse por mil razones distintas: por patriotismo, por vocación, por tradición, por necesidad o por una apuesta tras una borrachera. Y he llegado a la conclusión de que los motivos no importan, al final todos aprietan los dientes, saltan del agujero y arriesgan la vida por mil quinientos euros al mes. Son como nosotros. Tienen los mismos temores, su miedo es igual al nuestro, sufren como lo hacemos usted y yo cuando las cosas vienen mal dadas, los vicios son idénticos y sus faltas también, se sacrifican como todos, les divierten las mismas cosas, ríen las mismas bromas, quieren a sus familias del mismo modo que lo hacemos nosotros, ambicionan como todos, hacen planes o viven al día como cualquiera de sus vecinos y vestidos de civil no los distinguiría salvo por el hecho de que jamás se nos ocurriría preguntarles por su peluquero… Y, sin embargo, llegado el momento, todos esperamos que se la jueguen a espadas por mil quinientos euros al mes. Los mandamos al culo del mundo, a lugares de los que ni siquiera habían oído hablar, por razones que no siempre les explican y no todos comprenden, ni puñetera falta que hace. Duermen poco y mal, sin mas compañía que cuatro kilos de acero o el incesante balanceo del barco. Hoy hace un frío que pela y mañana un sol de justicia; hoy les toca comer y mañana es abstinencia. Defienden a gente que no les entiende y no siempre les aprecia. Cumplen órdenes sin preguntar, algunos vienen de lejos y más lejos que les hemos enviado y pese a todo bailan con la muerte por mil quinientos euros al mes. Les enseñamos a querer cosas que otros compatriotas desprecian. Cuando llegan a casa, guardan el uniforme no sea que vayan a herir la sensibilidad de alguien. Si esperan agradecimiento van dados que este país nunca se hizo famoso ni por agradecido ni por dadivoso, si tienen suerte una cruz esmaltada y si pintan bastos será de madera o un saco de nylon y una bandera que hoy todo ha adelantado mucho, y cuando finalice el mes mil quinientos euros que bien le vendrán a la familia. Ayer los que cayeron en Pavía, en Las Terceras, en Lepanto, en Rocroi, en Madonna del Olmo, en Trafalgar, en las Lomas de San Juan, en Annual, en Kosovo, en Haiti, en Somalia, en el Líbano o en Afganistán alistaron un sargento primero. Estarán contentos: Todo el mundo sabe lo bien que viene un buen suboficial. Descanse en paz.

La búsqueda de la felicidad

Volvamos a Bruselas

200.000 gallinas

4 de Noviembre. Hoy he sentido el peso de la multitud, el poder de la masa. No hay nada comparable a ello, es increíble cómo la suma de individualidades acaba generando un ser distinto a cada una de ellas. Sentía que habríamos podido hacer cualquier cosa juntos de haber tenido la oportunidad de discutirlo previamente. Allí estábamos mirándonos cara a cara doscientas mil gallinas y yo. He conocido a dos tipos estupendos, los hermanos Girbés de Algemesí. Empezaron el año 67 con unos pocos animales en una nave pequeña y hoy producen millones de huevos. ¿Se les habría ocurrido pensar que los huevos además de por docenas se pueden contar por centenares de miles? A mí desde luego no. Dan trabajo, entre unas cosas y otras, a treinta personas y mientras te hablan de lo dura que está siendo la crisis, te enseñan unos terrenos a los que le tienen echado el ojo para ampliar la granja y doblar el número de empleados en cuanto despeje un poco el panorama. La verdad es que están hechos de una pasta especial. Me decía uno de ellos que “tuvo la suerte de hacer la mili en el Sáhara” y que volvió de aquellos arenales con el firme propósito de dejar el campo y montar un negocio, ¿Cómo puede alguien utilizar el término suerte asociado al hecho de cumplir el servicio militar en El Aiun? Los hermanos Girbés y la gente como ellos son la solución contra el paro que está minando la voluntad de este país. Quienes nos gobiernen tienen como primera obligación conseguir que se den las condiciones para que ellos amplíen la explotación y doblen el número de trabajadores. Para eso, en nuestra opinión, nada mejor que bajarles los impuestos. Eso creemos los populares, es cierto que no es la única medida pero es importante reducirles el impuesto de sociedades, no obligarles a ingresar el IVA de facturas que todavía no han cobrado y permitir que se desgraven hasta el último euro que destinen a la ampliación. Que destinen en definitiva a crear esos quince puestos de trabajo y como ellos esos miles y miles de valencianos dispuesto a abrir un pequeño negocio, una tienda en el barrio o poner en marcha una idea capaz de sacar a un puñado de familias de la negra desesperación del paro. Es curioso que los socialistas pretendan presentarse en esta campaña como los garantes del estado de bienestar, después claro está de coserlo a puñaladas. Parecen olvidar que han sido ellos los que han perpetrado los mayores recortes sociales que ha conocido nuestro país en los últimos treinta años y además ¿Qué estado de bienestar es aquel que genera cinco millones de desempleados?. Miren, la cosa, a mi modesto entender, no es tan difícil, los españoles nos merecemos los mejores servicios…que podamos pagarnos. Con el 22% de la población en paro los ingresos para mantener esos servicios disminuyen a ojos vista y los recursos que destinaríamos a mantenerlos y mejorarlos se nos van, en buena parte, para pagar subsidios al desempleo y ayudas a las personas.

¿De Bambi a Leónidas?

3 de noviembre. Les mentiría si les dijese que es un conversador brillante pero juega en su favor que el animal rara vez te lleva la contraria, este rasgo le distingue también de mis vástagos. Comentábamos amigablemente esta mañana el inicio de la campaña electoral, le trasmitía mis inquietudes a la vista de los eslóganes y el temor que me atenaza de que vayan a marcar el tono de los debates de los próximos quince días. Debo reconocer que el hecho de que los socialistas se decantaran por un sonoro ¡pelea!, me pilló con el paso cambiado, en un primer momento me sorprendió, me traía a la memoria el ¡Santiago, Santiago!, ¡Desperta Ferro! o el mas moderno ¡A las barricadas! seguido como es costumbre en este país de la degollina general tan española, tan de nuestro gusto. Intuía que el tránsito de Zapatero a Rubalcaba, con el que pretenden regalarnos los socialistas, era algo así como pasar de Bambi a Leónidas de una sola tacada y el asunto me tenía perplejo. ¿Desvelaba el eslogan socialista un radical cambio de rumbo?, ¿habría un antes y un después?, ¿los habían militarizado y yo como siempre sin enterarme? El caso es que, tras algún cabildeo, llegué a la conclusión de que el lema no encerraba ruptura alguna, muy al contrario destilaba coherencia y continuidad con lo que hasta el día de hoy había supuesto para el país el binomio Zapatero-Rubalcaba, Rubalcaba-Zapatero, que tanto monta. Si les movía el ardor guerrero no debía sorprendernos, que desde que en nuestro imperio no se ponía el sol y poner una pica en Flandes nos costaba un ojo de la cara y la yema del otro, no habíamos tenido tanta tropa repartida por el mundo, ni reñido tanta guerra, ni tantos americanos en Rota como con este Gobierno. Si el asunto se limitaba a una estratagema electoral tampoco resultaba novedoso, al fin y al cabo llevaban ocho años arrojándonos a los unos contra los otros siempre que entrevieran que ello podía rendirle alguna ventaja en las urnas a la grey socialista. Unas veces por cuenta del agua o de la ubicación de un almacén de residuos, otra por un crucifijo de más o de menos o por el color de las balas que mataron al abuelo y últimamente, como pintan oros, han echado mano de un clásico: “La lucha de clases”, ya saben ricos contra pobres, que al fin y a la postre el argumento lo tenían olvidado pero eso sí, muy trabajado. Frente a este, el “Únete al cambio” de mi partido, por mucho que cambio y unidad sean lo que el personal está demandando a gritos para salir del pozo al que nos han llevado, palidece en tonos pastel a ojos vista, nada que ver con el aguerrido y colorista ¡pelea! que seguro nos lleva de cabeza a una campaña bronca y copera y si no al tiempo. Mi perro parece ser de la misma opinión.

Vicente Ferrer, diputado nacional del PP y candidato a la reelección el 20-N.
Vicente Ferrer, diputado nacional del PP y candidato a la reelección el 20-N.

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