Un largo y sinuoso camino
“¿Qué hago yo aquí?"La frase que escribió Rimbaud a su casa en una carta desde Etiopía es la pregunta recurrente en algún punto de cualquier trayecto. Ahora mismo, en este blog, sin ir más lejos.
El británico Bruce Chatwin, uno de los grandes escritores viajeros del siglo XX, la tomó prestada para el título de su libro póstumo, que dejó teminado poco antes de su muerte, en 1989. ¿Qué hago yo aquí? es su libro más íntimo, una maravillosa selección personal de relatos, semblanzas y crónicas de viaje donde cabe toda la ironía y también todo el desencanto. Solo algunos relatos cortos de Truman Capote --Un recuerdo navideño (1956), Mojave (1975), Una adorable criatura * (1979), Una navidad (1982)--, o películas como The Misfits (Vidas rebeldes, 1969), de John Huston (el canto de cisne de Clark Gable, Marilyn Monroe y Montgomery Clift), alcanzan ese fogonazo de sinceridad crepuscular: brillas,te mueres, nada que demostrar.
“Los bosquimanos, que recorren inmensas distancias por el Kalahari, no imaginan la supervivencia del alma en otro mundo. Cuando morimos, morimos -–dicen--. El viento borra la huella de nuestras pisadas, y ése es nuestro final”, escribe Chatwin en Los trazos de la canción, su obra sobre los aborígenes australianos, un elogio de la vida nómada.
Pero no solo Chatwin nos lleva a regiones desconocidas. Colin Thubron (Londres, 1939), es otro de los exponentes contemporáneos de la gran tradición anglosajona de escritores viajeros. Autor de En Siberia, Behind the Wall, Entre rusos (acaba de publicar en inglés To a mountain in Tibet), representa una nueva forma de entender y contar los viajes, más crítica, comprometida y cercana al periodismo.
Desde su debú con Nápoles, 1944, el británi co Norman Lewis fue una voz excepcional entre los escritores de su generación por su mirada llena de humanidad, su discreción y su conciencia social, que le llevó a denunciar en sus obras la destrucción ecológica en Indonesia o la violenta evangelización de los indios amazónicos por los fundamentalistas cristianos.
Considerado como maestro por escritores como Bruce Chatwin y Colin Thubron, Patrick Leigh Fermor (1915) tiene la habilidad de usar las palabras como si fuesen colores, en páginas luminosas y vibrantes como un cuadro de Corot. Entre los bosques y el agua, la segunda parte del viaje que el escritor británico realizó en 1933 --año en que Hitler subió al poder-- desde Holanda hasta Constantinopla, retrata una europa crepuscular y al borde del desastre. El libro comienza en el mismo puente sobre el Danubio donde Leigh Fermor ponía punto final a El tiempo de los regalos . Sus páginas rezuman mulatság, la mezcla de la alegría y nostalgia que provocan los instrumentos de cuerda de los cíngaros cuando se mezclan con una copa de vino Tokaj. Es la alegría de un joven de 19 años que,al cabo de pocos años,luchará contra los nazis en Creta y secuestrará, al frente de un grupo de la resistencia, al comandante en jefe de la isla ocupada, el general alemán Kreipe.
En una línea de viaje de largo alcance y talante aventurero se inscribe también Paul Theroux (1941). Heredero de la visión pesimista y a la vez cómica del mundo de Naipaul y del vigor narrativo de Graham Greene, es autor de El gran bazar del ferrocarril (1975) el primer libro de una trilogía que continúa en El viejo Patagonia Express (1979) y En el Gallo de Hierro (1986).
En la lista tampoco pueden faltar novelistas como Paul Bowles (Cabezas verdes, manos azules) o Graham Greene (Viajes sin mapas, El americano impasible); el Danubio de Claudio Magris; los desiertos de Pierre Loti; la claridad de las tierras altas de Kenia que retrata Isak Dinesen en Memorias de África; la luz del Mediterráneo tamizada por los ojos de Capote (Los perros ladran), Lawrence Durrell (Limones amargos, Reflexiones sobre una Venus Marina),Paul Morand (Venecias); las Siete ciudades de Olivier Rolin,ola complejidad de la India bajo el prisma de Henri Michaux (Un bárbaro en Asia), Octavio Paz (Vislumbres de la India, Conjunciones y disyunciones), V. S. Naipaul (India, An Area of Darknes),Eric Newby (Slowly down the Ganges) o Pasolini (El olor de la India).
* “(Apoyada en un poste de amarre, me daba el perfil: Galatea contemplando lejanías inexploradas. La brisa le acariciaba el pelo, y su cabeza se volvió hacia mí con etérea suavidad, como movida por el aire.)
TC: ¿Pero cuándo damos de comer a los pájaros? Yo también tengo hambre. Es tarde y no hemos almorzado.
MARILYN: Recuerdas que te dije que si alguien te preguntaba cómo era verdaderamente Marilyn Monroe..., bueno, ¿qué le contestarías? (Su tono era inoportuno, burlón, pero también grave: quería una respuesta sincera.) Apuesto a que dirías que soy una estúpida. Una sentimental.
(La luz se iba. Marilyn parecía esfumarse con ella, mezclarse con el cielo y las nubes, disolverse a lo lejos. Quería elevar mi voz sobre los chillidos de las gaviotas y llamarla para que volviese: ¡Marilyn! ¿Por qué todo tuvo que acabar así, Marilyn? ¿por qué la vida tiene que ser tan jodida?)
TC: Diría...
MARILYN: No te oigo.
TC: Diría que eres una adorable criatura”.
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