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Moratinos, un infatigable trabajador más apreciado fuera que dentro de España

El diplomático abandona el ministro de Exteriores con un regusto amargo por no poder completar su segundo mandato

Miguel Ángel Moratinos abandona el puesto de ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación después de seis años de infatigable trabajo, más reconocido fuera que dentro de España, y de sufrir la férrea oposición del PP por su política en frentes tan sensibles como Venezuela, Cuba, Marruecos y Gibraltar. Moratinos, sustituido por Trinidad Jiménez, sale con regusto amargo y con lágrimas en los ojos cuando pensaba contar con la confianza del jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, para completar su segundo mandato, después de haber sido uno de los pocos ministros que seguía en su puesto desde 2004.

Diplomático de carrera con un currículo internacional sin precedentes, su paso a la política en 2004 supuso un reto importante. Hasta 2000 no entró a militar en el PSOE. Tampoco estuvo presente en el aparato socialista ni tuvo relación estrecha con José Luis Rodríguez Zapatero hasta poco antes de las elecciones de ese año, pues siempre ha estado lejos de España por razones profesionales, como su cargo de enviado especial de la Unión Europea para el Proceso de Paz en Oriente Próximo.

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Además de no cumplir el objetivo de ser el jefe de la diplomacia española en estar más tiempo en el cargo, superando los siete años de Francisco Fernández-Ordóñez (1985-1992), Moratinos deja incompletas algunas asignaturas que había asumido como retos personales a pesar de las críticas. Falto desde un principio del consenso del PP para los asuntos más espinosos, el ministro fue un foco de críticas desde el comienzo, lo que no le arredró para mantenerse firme en su propósito de anteponer el diálogo como eje de su política.

Este empeño y el deseo de proteger los intereses españoles le llevaron a potenciar la relación con figuras controvertidas como Hugo Chávez y con Gobiernos como el de Marruecos y el de Cuba, que no le pusieron las cosas fáciles. A pesar de no contar con el apoyo total de Zapatero a su política con Cuba, ha porfiado hasta el último suspiro en cambiar la posición común de la UE hacia este país, objetivo que deja incompleto, como el futuro del Sáhara Occidental o el de Oriente Próximo.

En su camino, tuvo que soportar otras crisis que le hicieron pagar un fuerte coste, como los secuestros de los pesqueros Playa de Bakio y Alakrana en Somalia y el de los cooperantes en Mauritania, así como la huelga de hambre de la saharaui Aminatu Haidar. Gibraltar también le trajo quebraderos de cabeza, pero no dudó en ser el primer jefe de la diplomacia española en visitar el Peñón y de apostar por la cooperación con el Foro de Diálogo, dejando a un lado la negociación para recuperar la soberanía.

Con Estados Unidos, no consiguió la foto de Barack Obama en Madrid durante la presidencia española de la UE, pero sí restablecer la confianza entre ambos países después de la etapa de George Bush. Más valorado fuera que dentro de España, Moratinos deja sentadas las bases de una sólida relación con países como Rusia, Francia, México o Brasil y de haber llevado a España a formar parte del club del G-20.

De lo que más orgulloso se sentía era de haber sido el primer ministro en unir las carteras de Exteriores y Cooperación, aunque no pudo ver cumplida la meta de alcanzar el listón del 0,7% del PIB para la lucha contra la pobreza. En su haber queda el éxito de su política con Africa, logrando reducir notablemente la llegada de pateras desde países como Senegal o Mauritania. Otro logro que siente como propio fue haber conseguido para Barcelona el secretariado de la Unión por el Mediterráneo, además de fomentar el diálogo entre religiones con la Alianza de Civilizaciones.

A pesar del cansancio que le acarreaba el cargo, su fe en seguir hasta el final de la legislatura una vez pasado el rubicón de la presidencia europea le llevó este verano a acometer una profunda reestructuración en su departamento que ahora queda huérfana. Su tarea infatigable le ha llevado a dar varias vueltas al mundo por kilómetros recorridos y a visitar más de un centenar de países, algunos de ellos de forma inédita en los que nunca había estado antes ningún otro jefe de la diplomacia española.

Nacido en Madrid en 1951, en el seno de una familia de clase media, es padre de tres hijos, y forofo del Atlético de Madrid. Licenciado en Derecho y Ciencias Políticas por la Universidad Complutense de Madrid y diplomado en Estudios Internacionales por la Escuela Diplomática, se queda como diputado por Córdoba, ciudad por la que ha sentido especial predilección, aunque no hasta el punto de aspirar a su alcaldía, como le animaron algunos dirigentes del PSOE.

El ministro saliente de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en el Palacio de Santa Cruz de Madrid en una fotografiada fechada en septiembre de 2008.
El ministro saliente de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, en el Palacio de Santa Cruz de Madrid en una fotografiada fechada en septiembre de 2008.CRISTÓBAL MANUEL
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