MADRID-ESTAMBUL EN AUTOBÚS, DÍA 4Desde Ljubljana, la capital eslovena, la continuación lógica de este viaje hacia Oriente es por Croacia, país que hay que atravesar de norte a sur si quieres llegar a Estambul por los Balcanes.Así que saco un billete para Zagreb y me dispongo a adentrarme poco a poco en lo que quedó de la antigua Yugoslavia. El otoño sigue empleándose a fondo sobre los bosques que tapizan las ondulaciones eslovenas, tan tupidos que se ahogan en si mismos. El escudo dorado de las caducifolias se alterna con el verde los pastos y el blanco refulgente de los campanarios de las iglesias que anuncian la llegada de cada nuevo pueblo.
Zagreb, la capital de Croacia, también parece sacada de un cuento de Sissi emperatiriz, no en vano fue una de las grandes capitales del imperio austro-húngaro. Es la segunda vez que visito la capital croata y, como la primera, me siento feliz. Zagreb es coqueta, pequeña y monumental.
Flota en el ambiente una rara quietud provinciana, una sensación de que todo está cerca, asequible. Y luego están los tranvías. Adoro las ciudades con tranvía. El traqueteo metálico sobre las vías y el monocorde sonido del silbato convierten la ciudad en una especie de maqueta ferroviaria diseñada al tamaño y medida del paseante.
Al anochecer me siento en una terraza de la calle Bogoviceva a paladear la cena. Pido una buena burek (empanadilla típica croata) y me bebo un par de
pivos (cervezas de medio litro). Los efluvios de la cerveza se mezclan con la carencia de sueño y paso horas en un nirvana viajero viendo desfilar a gentes alegres y desenfadas.
De no ser por el clavo abrasador de la memoria, uno negaría que este país se hubiera desangrado en una guerra civil hace apenas cinco años. Filosofo sobre lo celestial y lo terreno, sobre el romanticismo de los tranvías, sobre la ciudad habitable? Creo que no pediré una tercera pivo.Al día siguiente indago sobre la posibilidades para continuar.
Lo más lógico sería remontar el valle del río Sava hasta Belgrado. Aunque también hay una conexión por Macedonia atravesando Kosovo. Es decir, Guatelama o Guatepeor.
Opto por ir a Belgrado.Siempre me ha producido cosquilleo interno la travesía de las fronteras.
Por cómoda y segura que sea una raya fronteriza, no puedo evitar que un latigazo de desasosiego me sacuda el estómago. No hay otro lugar donde el ser humano se sienta más indefenso que en una frontera.Si encima en la orilla de la carretera ves carteles que avisan:
?Peligro, minas? y observas aquí y allá
defensas de hormigón contra carros de combate, como ocurre cuando llegas a la frontera serbo-croata, la erupción de adrenalina supera la del volcán Pichincha. La guerra acabó, pero no la desconfianza entre los rivales.