Cacos celestiales
Girona sufre una oleada de robos en sus parroquias, con al menos 20 expolios en lo que va de año
El rector de la iglesia de Sant Feliu, Joan Baburés, abre la puerta de su despacho. Lo tiene pegadito al monumental edificio románico, con fachada barroca y una torre gótica que corona la ciudad de Girona. Se resiste a tratar el tema: "Cuanto más se cuente, peor". Pero la gente que predica el bien no puede oponerse a atender a los demás. "Sí, es cierto, entraron y robaron", admite. En lo que va de año las iglesias de Girona han sufrido al menos 20 robos: más de uno por semana. El obispado ha pedido a los sacerdotes de sus 400 parroquias que extremen las precauciones.
La iglesia de Sant Feliu es uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad y el lugar de culto más grande que ha sido profanado por ladrones este año. Aprovechando el desorden de unas excavaciones en su interior, un ladrón, o más (todavía no se sabe el número), se llevó las limosnas y dañó el sepulcro de uno de los santos un sábado 30 de enero. El rector se dio cuenta al día siguiente. Se desconoce cuánto dinero robaron. "De tratarse de una semana normal, unos 100 euros en limosnas. Pero es un suponer porque no se sabe cuánto dinero hay hasta que se abren los cajones...", explica.
La guita es lo de menos, lo más preocupante es que los ladrones lograsen quedarse dentro y, peor aún, que saliesen una vez cerrado el recinto sin ninguna dificultad porque no hacía falta una llave, desde el interior se podía abrir. El rectorado ya ha enmendando ese fallo de seguridad. "Hemos puesto cerradura y llave en todas las puertas", cuenta Baburés, en el quicio de su despacho, apurado porque llega el momento de decir misa y tiene que marchar.
Da tiempo para hacerle un par de preguntas más: ¿Roban más ahora que antes? ¿Se trata de ladrones profesionales? "Antes se podían dejar las iglesias abiertas, ahora ya no", ilustra. Y sobre si son profesionales, Baburés se remite a los hechos: el sepulcro de Sant Narcís es una pieza de mármol recubierta con una chapa de plata. Los ladrones intentaron abrirla por donde no debían, arrancaron una de las chapas y la dejaron allí tirada.
El de Sant Feliu es el caso más notorio por la importancia del lugar de culto, pero desde enero ha habido todo tipo de robos, a todo tipo de iglesias, en un montón de municipios: Flaçà, Sant Joan de Mollet, Parlavà, Bàscara, Corçà, Cistella, Estartit, Sant Llorenç de la Muga, Vilafant, Monells, Púbol, La Pera...
Los objetos robados suelen tener más valor sentimental que real. Casi siempre son las escasas limosnas que haya en la iglesia o imágenes, como una virgen con un vestido bordado con hilos de oro en el santuario de Mare de Déu de la Vida en Cistella o las cinco imágenes de santos de la iglesia de Cassà de Perlàs, en Corçà, que llevaban más de 80 años en el recinto.
En abril un caso extraño armó cierto revuelo. Unos cacos se hicieron con una campana de una ermita de Quart. En un principio se apuntó a que el instrumento de bronce pesaba 500 kilos. En realidad, ronda los 100. Aun así, nadie se explica cómo sacaron la campana del edificio ni con qué fin. Fundir una campana de ese tipo cuesta lo suyo. "Alguna idea debían tener para llevársela", dice el sacerdote Josep Casellas, responsable de tratar con los medios de comunicación. Los Mossos d'Esquadra recuperaron la campana unos días después en Sils y detuvieron a dos personas acusadas de su robo.
"Hay un aumento de robos y hay que tomar medidas al respecto", asegura Casellas. Por eso se está advirtiendo a los sacerdotes que revisen bien las iglesias antes de cerrar, incluso en el confesionario, no sea que nadie se oculte. Por lo pronto, ya se están tomando las medidas más urgentes, como poner alarmas, rejas, cerraduras y no dejar mucho dinero de las limosnas, no sea que a alguien le dé por robarle a Dios.
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