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Reportaje:

Los domadores de un animal televisivo

Uno de cada ocho minutos de los que emite Telecinco lleva la cara y la voz de Jorge Javier Vázquez. Los productores de La Fábrica de la Tele, Adrián Madrid y Óscar Cornejo, respaldan al presentador detrás de las cámaras

Una cría de león, un domador venido a menos, una ex periodista reconvertida en aspirante a Eurovisión y una mesa de tertulianos donde se agolpan desde cuñadas de folclóricas hasta cronistas que resucitan a hijos de. Está todo listo. Son las cuatro de la tarde y en el plató seis de Telecinco va a empezar el circo. Minutos antes, en la parte trasera del estudio, realizan una conexión para promocionar los contenidos del programa. Los reclamos son una concursante de Gran Hermano que va a desmenuzar la cantidad y calidad de sus escarceos en la casa y la reaparición de Ángel Cristo.

Segundos antes del directo, al presentador, Jorge Javier Vázquez (Badalona, 1970), se le ocurre que estaría bien que la pequeña leona apareciera en el plano. Arrastra a su cuidador delante de la cámara. Resulta que el joven es rumano y no entiende sus preguntas. La escena acaba siendo surrealista y se solventa con las ocurrencias ácidas de un Jorge Javier al que le sobran tablas para salir de cualquier situación. Esto es Sálvame, su feudo de lunes a viernes, donde durante tres horas diarias hace lo que le da la gana. O al menos lo parece. Por su forma de ser, "por renovar con brillantez y sentido del humor el rol de presentador en un género controvertido", el jurado de los Ondas 2009 le concedió el 4 de noviembre el premio al mejor presentador. Él acapara además uno de cada ocho minutos de emisión en la cadena de Fuencarral.

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Como todo lo que toca, su galardón también ha sido polémico. La crónica rosa no es el mejor género para hacer amigos y a Vázquez le sobran los detractores. Se le asocia a una forma de hacer televisión, que para unos ha hecho historia y para otros ha degenerado el entretenimiento de masas. Pero detrás hay un equipo de más de cien personas dirigidas por Adrián Madrid (Zamora, 1970) y Óscar Cornejo (Tarragona, 1972), los dos periodistas que en otoño de 2002 recibieron el encargo de reflotar la franja de sobremesa de Telecinco, huérfana desde la desaparición de la serie Al salir de clase. En marzo de 2003 arranca Aquí hay Tomate. "En principio iba a ser un programa de testimonios de la calle, con historias humanas y sin presentador", recuerda Cornejo. Este catalán formado en la Universidad Pompeu Fabra venía del mundo de los informativos. Entonces no conocía al que hoy es su socio en La Fábrica de la Tele, una productora fundada en febrero de 2006 y responsable de formatos como La Noria, G-20, La Caja, Hormigas Blancas, así como de reportajes polémicos como La Pasión de Lola o El sheriff de Coslada. Todos emitidos en Telecinco. Madrid se incorpora al Tomate en diciembre de 2002. Licenciado en Periodismo, ya había coordinado la sección de corazón en el magazine Sabor a ti (1998) y dirigido Rumore, rumore (2001), ambos en Antena 3.

Buena relacion con Jorge Javier

Desde entonces mantienen la buena relación con Jorge Javier Vázquez. "Un tío simpático, solvente y versátil", define Madrid. Era su candidato para presentar Aquí hay Tomate, aunque la cadena tuvo dudas porque no encajaba en el perfil, "al no ser especialmente guapo y por su dosis de mala leche". Pero surgió la química con una de las reporteras, Carmen Alcayde, en un casting nefasto de presentadores. La histriónica pareja condujo 1.234 programas a lo largo de cinco años en los que, día a día, se renovó el lenguaje televisivo. Congregaban a la audiencia usando "cebos", que ahora no faltan ni en los telediarios. "Anunciamos una entrevista con Mila Ximénez sobre Isabel Pantoja y la respuesta del público fue tremenda, así que empezamos a utilizar esta técnica constantemente. Contábamos lo que iba a suceder en diez minutos y a la media hora".

Cornejo habla de "una entrega absoluta al dato". Al share, el porcentaje de hogares sintonizando el programa. Lo que quieren ver minuto a minuto. "Si lo miras con autocrítica, te da pistas de lo que quiere la gente", añade Madrid. Aquí hay Tomate se trituró el 1 de febrero de 2008. Tocaba renovarse. El programa sustituto, Las gafas de Angelino, también de La Fábrica de la Tele, abortó a las 20 emisiones. Porque el espectador quería seguir viendo aquel Tomate vapuleado por muchos. Dicen que no les preocupa lo que los críticos escriban sobre ellos. Están curados de espanto. "No haces el programa para quien escribe sobre la tele, sino para la gente que ve la tele". Y a ellos los ve mucha gente. La aparición de la leona en el plató fue vista por 1.879.000 personas, un 17'8% de share. Así justifican decisiones polémicas, como las de pagar a Julián Muñoz tras salir de la cárcel o ser los primeros en darle protagonismo televisivo a Violeta Santander, la joven que negaba haber sido maltratada por el agresor de Jesús Neira.

No hay debates morales en la redacción, eso se lo dejan a otros. "Nuestro único límite es la ley. Si te pasas, entonces vienen los problemas, lo demás es una discusión subjetiva", opina Cornejo. Y la ley se puso de parte de personajes fustigados diariamente por el Tomate como Gonzalo Miró, al que la cadena tuvo que indemnizar con 300.000 euros por especular con la identidad de su padre, o Fran Rivera, al que pagaron 50.000 euros por "intromisión en su honor" al comentar las preferencias sexuales del torero.

Los riesgos de la provocación

Estos son los riesgos de la provocación, que siguen practicando desde Sálvame pero en una versión más cercana al sainete. "Apenas existe guión", confiesa Madrid, y Jorge Javier hace del plató su casa. Va a donde quiere seguido de un cámara. El momento estelar del programa puede darlo Sonia Monroy saliendo airada del plató quejándose del trato que recibe por la ridícula cantidad de 300 euros o Belén Esteban con el ya popular "yo por mi hija ma-to". El plató no tiene puertas para Jorge Javier. En sus paseos llega incluso hasta el baño, adonde acude junto a su tropa de colaboradores para coger desprevenida a Karmele Marchante, iPod en mano, absorta en los ensayos de Soy un Tsunami, la canción con la que pretende representar a España en Eurovisión. "Oye, que Rosa Benito [cuñada de Rocío Jurado] se ha metido en el servicio", se sorprende la responsable de realización en el plató. Una colaboradora ha aprovechado la ocasión para orinar. Disparate de bajo coste. "Sálvame es fruto de la falta de presupuesto y de tener que inventar algo barato. No te esperas que un invitado monte el numerito y abandone el plató", argumenta Cornejo.

El programa que ha rescatado la tarde de Telecinco nació como un debate semanal nocturno y grotesco del reality Supervivientes. Funcionó y pasó a las sobremesas, donde comenzó con media hora. "Estos formatos están en constante evolución si no, mueren. Sálvame es un programa en el que sucede cualquier cosa intrascendente y divertida". Aunque la falta de previsión les proporciona también episodios violentos. Como la pelea, fuera de las cámaras, entre los tertulianos Pipi Estrada y Jimmy Jiménez Arnau, que llegaron a las manos tras un enfrentamiento en el plató. "Es una prueba de que los contenidos no están guionizados. Fue un desagradable acontecimiento, pero Sálvame es como la vida misma", dice Madrid.

Cuando se les pregunta si ellos hacen telebasura, de la que muchos les consideran abanderados, la respuesta es clara. "No". Se miran, se repliegan y habla Óscar: "La respuesta es qué es telebasura, nadie lo ha definido. Es otra de esas palabras envenenadas y, además, es ofensiva". Ellos no bajan la guardia mientras la marea crece. Les salva el audímetro

Engranaje de ideas

En la redacción de una televisión, la rutina diaria pasa por planificar la escaleta del programa, es decir, el esqueleto del guión. Los productores Adrián Madrid y Óscar Cornejo se desayunan con los datos de audiencia de la emisión anterior. Es lo que conlleva la transición de coordinar un formato a presidir una productora con varios hijos televisivos. Aunque los directores de La Fábrica de la Tele se resisten a dejar de lado otras tareas. "No nos cuesta sentarnos en el ordenador para escribir un guión. Bajamos al plató, pasamos por control. Porque lo que de verdad nos gusta es construir el programa", explica Cornejo. Aunque no se puede inventar lo que llaman "el espíritu". Eso que, según ellos, hace irrepetible cada Sálvame.

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