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Reportaje:HISTORIA

Guerra contra Hitler

Documentos inéditos prueban que el coronel Vicente Rojo, jefe del Estado Mayor de la República, propuso al Gobierno de Negrín que provocara una guerra con la Alemania nazi

Reaccionar ofensivamente contra la nación alemana. En otras palabras, declarar la guerra al país más poderoso de Europa. Es el consejo que el Estado Mayor Central, que dirige el coronel Vicente Rojo, le da al Gobierno de la República el día 31 de mayo de 1937. Indalecio Prieto, ministro de Defensa, ha encargado a Rojo que estudie todas las posibilidades y presente al Consejo de Ministros la propuesta esa misma mañana.

El motivo merece ser estudiado y que se tomen medidas. Una poderosa flota alemana compuesta por un acorazado de bolsillo y cuatro destructores ha bombardeado impunemente durante dos horas el centro de Almería. Más de doscientos disparos de gran calibre han caído sobre la ciudad y han causado casi cuarenta muertos y doscientos heridos. Muchos edificios se han derrumbado. La escasa artillería de costa no ha podido responder al ataque. Los buques llevaban enarbolada la bandera de su país, no han pretendido ocultar su procedencia.

El Estado Mayor pensó que franceses, ingleses y soviéticos ayudarían a la República si era atacada por Alemania
El Gobierno rechazó el plan de Prieto. Negrín, Azaña, los comunistas y los nacionalistas vascos y catalanes se opusieron

La agresión alemana es una respuesta a otro ataque. Dos días antes, el 29 de mayo, una escuadrilla de bombarderos rápidos republicanos Tupolev SB-2, los llamados Katiuska, tripulados por pilotos soviéticos, partió de la base de Los Alcázares, en Murcia, y bombardeó un gran buque de guerra fondeado en las proximidades de Ibiza. Los aviadores afirmaron a su vuelta que creían estar atacando a uno de los mayores barcos de guerra franquista, el crucero Canarias. Sin embargo, se trataba de un acorazado de bolsillo alemán, el Deutschland. El barco, que incumplía la normativa del Comité de No Intervención de permanecer a un mínimo de diez millas de la costa española, resultó seriamente averiado por las bombas, y se registraron más de treinta muertos y setenta heridos entre sus tripulantes.

El ministro de Defensa convocó con urgencia al Estado Mayor Central (EMC) para que hiciera un análisis de la situación y diera sus recomendaciones al Gobierno. Indalecio Prieto ordenó que se produjera el cónclave. La reunión la presidió Rojo y acudieron los responsables de las distintas áreas del Estado Mayor, una quincena de personas. Y el dictamen fue inequívoco, porque sólo había dos salidas; una indigna, que era ignorar la brutal agresión; la otra, peligrosa pero que podía tener sus ventajas, atacar a los barcos alemanes y provocar un conflicto de mayor envergadura, intentando arrastrar a la guerra que provocarían los alemanes a Francia, el Reino Unido y la Unión Soviética.

La reunión transcurre en un ambiente inevitable de tensión. Al acabar la misma, las conclusiones son terminantes: el Gobierno tiene dos opciones, mantenerse en una actitud expectante, o bien reaccionar ofensivamente contra la agresión alemana. Es preciso tener en cuenta que el bombardeo de Almería no se ha producido bajo la obscena cobertura de la afiliación de los barcos a la Legión Cóndor, el contingente voluntario de militares alemanes enviado por Hitler a España, que lucha oficialmente como si fuera una parte de la Legión. Ha sido aún más grosera, porque lo han realizado un acorazado, el Admiral Scheer, gemelo del Deutschland, y cuatro destructores, todos ellos de la armada alemana. O sea, que ha partido de buques de un país teóricamente no implicado en el conflicto. Ni siquiera los capitanes se han molestado en arriar la bandera alemana de sus mástiles para disparar sus cañones. La marina de Alemania ha bombardeado abiertamente una ciudad española.

El EMC recomienda al Gobierno que reaccione siguiendo la segunda de las posibilidades, es decir, a la ofensiva. ¿Esto qué significa? No hay que ser muy agudo para responder a la pregunta, porque supone declarar la guerra a la primera potencia continental.

La propuesta de ofensiva se concreta en una acción por mar y por aire. Desde el mar, el EMC propone que los submarinos que actúan en el Cantábrico se desplacen al canal de la Mancha para hundir barcos de guerra alemanes. Al mismo tiempo, toda la aviación se puede volcar en un ataque generalizado contra las bases navales de Melilla y Palma, que son las que utiliza normalmente la marina alemana en su misión de controlar el transporte marítimo en el Mediterráneo.

El EMC reconoce que la decisión tiene un carácter político, está en manos del Gobierno, porque supondría ampliar el carácter de la guerra de manera franca, "borrando las actuales ficciones", porque Italia y Alemania están ya haciendo la guerra a España, que lucha contra tres (sic) naciones.

Para el caso de que el Gobierno aceptara la propuesta de Vicente Rojo, sus miembros proponen un plan de contingencia. Si la respuesta se produce, Alemania va a reaccionar declarando en la práctica la guerra abierta a la República, bien mediante un bloqueo que sería absoluto, o bien por una agresión oficial. Como medida más eficaz para aliviar la hipótesis del bloqueo, la salida debe ser diplomática, obligando a Inglaterra, Francia y Rusia (sic) a permitir el paso por tierra de los suministros.

En el caso de que Alemania se decidiera por la ofensiva abierta con utilización de medios abundantes, la inferioridad republicana sería tal que obligaría a procurar la ayuda externa en todos los órdenes, el humano, el material, el económico y el militar, lo que conduciría a su vez a provocar una guerra internacional de gran volumen que llevaría a resolver la guerra a favor de la España leal.

Siguiendo en esa hipótesis de guerra abierta, el EMC propone una estrategia de ganar tiempo, a través de la economía de medios hasta que la ayuda exterior pueda llegar. Eso quiere decir mantener una actitud ofensiva de la aviación y un pase franco a la defensiva de las tropas de mar y tierra. Las coordenadas de la defensa se marcan de una manera precisa, señalando en qué líneas deben atrincherarse las tropas con mejores posibilidades de defensa, en qué puertos debe refugiarse la flota y en qué aeródromos debe residir la potente fuerza aérea que ahora se posee para atacar a los barcos enemigos y resistir su más que probable reacción. Sobre la actitud ofensiva de la aviación, no es ninguna quimera. En estos momentos, la República posee una sesentena de bombarderos rápidos y más de un centenar de cazas de gran eficacia que podrían causar graves daños a la flota alemana.

El EMC no se engaña en relación con la posible actitud de apoyo de las potencias democráticas y la URSS en el caso de que se desatase el conflicto internacional. Para ayudar a que franceses, ingleses y soviéticos se decidan a intervenir, se puede "estudiar la posibilidad de hacer promesas de tipo territorial, puesto que se considera que los aspectos ideológico y sentimental no serán bastantes". Es evidente que la sugerencia está referida a las posesiones españolas en África, que son para la República más un dolor de cabeza que un motivo de orgullo patriótico. Allí tiene su retaguardia, su banderín de enganche, el ejército enemigo.

El escrito se traslada al Consejo de Ministros mientras comienzan a sonar los primeros cañonazos de una ofensiva republicana sobre La Granja. Indalecio Prieto se presenta en la reunión del Gobierno con el informe, y lo defiende. Para él, la mejor salida es hacer que el conflicto se convierta en internacional, porque piensa que la reacción de Francia e Inglaterra no podrá ser otra, en caso de guerra abierta con Alemania, que la de apoyar a la República.

Durante varias horas, los ministros debaten. La controversia es proporcional a la gravedad del asunto. El jefe del Gobierno, Juan Negrín, ante las discrepancias y las dudas, aplaza la discusión y reclama la presencia de Manuel Azaña, presidente de la República, quien preside la nueva reunión a las tres de la tarde.

Pero el Gobierno rechaza el plan de Prieto. Ni Negrín, ni los republicanos, ni los comunistas, obedientes a los intereses de Moscú, ni los nacionalistas catalanes y vascos quieren que aumente la magnitud de la catástrofe. El presidente Manuel Azaña está también abiertamente en contra de extender el conflicto. No sólo por razones tácticas, sino sobre todo por razones de carácter ético. No desea más sangre. Lo hará siempre patente en todas sus intervenciones públicas. Lo dijo de una manera franca en su discurso del 21 de enero en el Ayuntamiento de Valencia rechazando las tentaciones de convertir la guerra española en guerra general: "En primer lugar porque la guerra, de por sí, es siempre una catástrofe (...). Y en segundo término porque la guerra general dejaría sumidas las aspiraciones españolas y la justa causa española debajo de las grandes contiendas que se plantearan al mundo europeo (...)". Y la decisión es firme: no habrá guerra europea. A Azaña se le atribuye una frase contundente al respecto: "El Deutchsland puede ser nuestro Maine", en referencia al acorazado norteamericano cuyo hundimiento provocó la guerra con Estados Unidos en 1898.

La actitud de los comunistas es determinante. El ministro de Instrucción Pública ha aclarado su postura durante el receso. Según dirá después Indalecio Prieto, ha consultado al representante de la Komintern en España, Palmiro Togliatti, y éste le ha dicho que no puede apoyar una solución así, que perjudica los intereses de la URSS.

El Gobierno se traga la agresión, reduce su reacción a protestar por la flagrante quiebra de la presunta neutralidad alemana en todos los foros internacionales a los que puede acudir para denunciar la agresiva política en España de Italia y Alemania. Al margen de otras consideraciones, nadie puede tener la seguridad -salvo por lo que se refiere a los intereses de la URSS, defendidos por los asesores soviéticos- de que el bloque de países democráticos se la vaya a jugar por España. Ni siquiera los ingleses actúan de una manera contundente cuando sus barcos mercantes son atacados por navíos de guerra o por la aviación italo-alemana en los puertos donde descargan. Se han producido hundimientos y muertos de nacionalidad inglesa, pero ningún acorazado británico ha bombardeado puertos o ciudades en manos de los rebeldes. Hay un evidente doble rasero dentro del Comité de No Intervención. El desvergonzado bombardeo de Almería provoca escándalo internacional, pero nada más que escándalo.

La crisis es de una envergadura gigantesca, y muestra de forma transparente la visión de Vicente Rojo, convencido de que la guerra europea, limitada o no, sería mucho más favorable a los intereses de la República que la guerra reducida que él dirige desde el punto de vista militar.

Rojo y sus colaboradores aceptan disciplinadamente pero de mal grado la decisión. El coronel no dejará nunca de pensar que se perdió una gran oportunidad para resolver la guerra de forma favorable a los intereses republicanos. Considerará que una reacción "más firme, más enérgica y digna, y explotada atinadamente en el orden nacional y humano, hubiera podido provocar el verdadero levantamiento nacional contra nuestros verdaderos enemigos: los invasores".

Pero, en cierta manera, la decisión del Gabinete es tremendamente coherente con el optimismo que empapa ahora la acción del nuevo Gobierno en el terreno militar. Un optimismo que cultiva el propio Rojo, que muestra Indalecio Prieto y por el que se deja llevar, suavemente, el mismo presidente de la República. Si existe la posibilidad de derrotar a los franquistas, ¿para qué provocar una catástrofe añadida a las que ya padece España?

La guerra ampliada nunca tuvo lugar.

(Los documentos en los que se basa este artículo se encuentran en el Archivo Histórico Nacional, y están inéditos. La historia forma parte del libro El arte de matar, de Jorge M. Reverte, que verá la luz en la primavera de 2009).

Un niño contempla los estragos causados en Almería por el ataque alemán sufrido a finales de mayo de 1937.
Un niño contempla los estragos causados en Almería por el ataque alemán sufrido a finales de mayo de 1937.ARCHIVO HISTÓRICO DE ALMERÍA

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