Adiós a una pasarela

El desmontaje esta semana de una gran pasarela para peatones en forma de arco rebajado sobre la M-30, la vía de circunvalación perimetral de Madrid, tendida entre las calles de José Bergamín y Martín Machío, en las inmediaciones de la zona de Costa Rica ha seguido el proceso justamente inverso al que se aplicó para erigirla, hace 31 años, sobre la avenida de La Paz. Así se llamaba entonces esta vía de circunvalación, hoy denominada Calle 30. Enormes grúas han actuado con nocturnidad desde la madrugada del pasado domingo para no estorbar el tráfico y poder así retirar los cuatro bloques ?seccionados con hilo de diamante? de hormigón armado de hasta 80 toneladas de peso cada uno y de casi 20 metros de longitud que componían este delicado puente, de 103 metros de luz, 122 metros de tablero y un gálibo en el centro del arco de 8,78 metros. La anchura de su pasillo peatonal era de 2,60 metros.

Precisamente, ha sido el gálibo rebajado en el lateral de la pasarela una de las causas del desmontaje ya que, por efecto de la ampliación de un carril de la M-30, el combamiento de la pasarela junto a su anclaje obstruía el paso de vehículos de gran altura en este punto. "Se conoce que los camiones altos se pegaban en la cresta contra el estribo", explica un vecino llamado Emilio habituado a cruzar la pasarela. "Menos mal que hace dos meses comenzaron a construirnos esta otra", añade mientras recorre un nuevo puente de unos 6 metros de media de gálibo horizontal uniforme y no combado en sus extremos como la pasarela desmontada.

Además, la pasarela para peatones, mostraba una inclinación inicial del 18% y otra algo menor en el otro estribo, demasiado empinadas para el tránsito de personas de edad o de niños. Según la legislación viaria más reciente, este margen de inclinación no ha de superar el 8%.

"La verdad es que era muy peligrosa para los mayores, sobre todo cuando llovía", cuenta Francisco, un hombre de edad madura que lleva 20 años viviendo en la zona.

La manera en que el ingeniero José Antonio Torroja Cavanilles diseñó la pasarela, contruida por Ricardo Alberola, preveía un dispositivo según el cual, el hormigón del puente, cuatro segmentos de 18 metros, dos de ellos y de 17 otros dos, se comprimía mediante un sistema de gatos vinculado a una deslizadera que calzaba el arco en su parte interior. Con la acción de los gatos, la deslizadera se desplazaba deslizando a su vez la base del arco que, de esta forma, se combaba y elevaba sobre el andamiaje dispuesto para su erección. Una vez fraguado el hormigón y erguido el tablero de la pasarela unos 12 centímetros, el puente permanecía comprimido. El hueco sobre el que se aplicaban los gatos fue entonces cubierto con una capa de hormigón.

La pasarela ha funcionado sin problemas desde 1978 en que fue inaugurada hasta hace una semana en que la decisión de desmontarla fue adoptada. Para ello, los responsables de Calle 30 han llamado al ingeniero Torroja que la proyectó y que con deportividad de ha avenido a colaborar en el desmontaje. Su gabinete de ingeniería ha recomendado seguir un procedimiento inverso al empleado para montarla. Torroja, catedrático de Estructuras de Hormigón en la Escuela Técnica Superior de Ingeniero de Caminos, dice desconocer otro hecho semejante: el desmontaje de un puente peatonal atirantado, reconstruido por Javier Manterola en el otro lado de la M-30, a la altura del cementerio de San Isidro.

Las máquinas de la empresa Ortiz, que ejecuta las obras, entraron en acción en la madrugada del domingo. Su tarea ha consistido, primero, en picar la capa de hormigón sobre la cual se aplicaban los gatos. Una vez liberado este espacio, la deslizadera empleada para comprimir el hormigón invierte su función y el tablero del puente se descomprime, bajando suavemente sobre el andamiaje desplegado para sujetarlo.

Una vez rebajado el arco, se cerca el tablero hormigonado con hilo de diamante y se corta el hormigón armado, cuya sección es de casi tres metros. "No cabe aplicarle disco cortante porque el diámetro del hormigón es muy grande y el disco debería tenerlo igual para abarcarlo todo", precisa Torroja.

Culminado este proceso, que comprende tantas fases como segmentos, cuatro, tiene el corte del tablero de hormigón, entran en acción las grúas que, una vez cortado un carril de la M-30, recogen los grandes bloques de hormigón, uno por uno, resultantes de su sección con el hilo diamantino.

Lo curioso es que otro puente exactamente igual a éste, situado a 1,7 kilómetros sobre la misma M-30, igualmente proyectado por el ingeniero José Antonio Torroja, va a ser tratado de modo diferente para corregir la pendiente de su tablero sobre ambos estribos. "Según he oído, en vez de recurrir al desmontaje, actuarán elevando el plano del tablero con un artificio metálico, de manera que no sea necesario seccionar el hormigón".

El hecho de que en este otro puente sea posible actuar de tal modo obedece a que en él no se presenta la dificultad del gálibo, porque el número de carriles de la M-30 no se ha ampliado como en el otro caso.