Nunca el 69 dio tanto placer
La 'Manolita' de Barcelona es un bar en el que ayer festejaron más de 30 millones del segundo premio
—El 55.469.
—Sí, es un número al que solemos estar abonados todo el año. En Navidad, también. Tiene mucha clientela. Ya sabes...
—¿?
—Hombre, es un número... Bueno, tiene connotaciones eróticas. Y lo quiere mucha gente. También los que acaban en 13. Pero en 69, más.
Lo explica Pedro Fortuño, propietario de la administración número 97 de Barcelona, pequeña, justo en la boca del metro de Urquinaona, en el centro de la ciudad. Es una de las veteranas. Lleva 60 años despachando y ha repartido muchas veces la suerte. Ayer, también. Porque el 55.469 fue el segundo premio del sorteo de Navidad. Ese pequeño local vendió 180 millones de euros.
El propietario afirma que la mayoría de los décimos se vendieron por ventanilla. No todos: 40 millones de euros fueron a parar a las localidades granadinas de Motril y Armilla, y más de cuatro millones llegaron a Biscarrués (Huesca), de sólo 200 habitantes, por medio de un vecino que vive en Cataluña. Tal vez Barcelona fue compensada por un año aciago: Cercanías, apagón, retraso del AVE...
Un buen pellizco del 55.469 se vendió en un bar del barrio de Sant Antoni, donde se cumplió a rajatabla el rito colectivo de la lotería de Navidad. La suerte quiso que la granja Manolita —nada que ver con la famosa administración de Madrid del mismo nombre— repartiera 30 millones de euros entre clientes, vecinos y comerciantes en forma de décimos y participaciones. Los afortunados se dejaron caer por el bar a lo largo de toda la mañana: vaciaron botellas de cava, se acordaron de sus hipotecas y contaron en pesetas.
Manolo, copropietario del bar junto con su mujer, Manolita, aseguraba feliz que llevaba 25 años fiel al mismo número: "Ya era hora de que tuviéramos suerte. Pero estoy contento sobre todo por la gente a la que le ha tocado. Todos clientes y vecinos de aquí de toda la vida". Muchos premiados, incrédulos, se acercaron al establecimiento para corroborar su suerte, se abrazaron al matrimonio y salieron corriendo a celebrarlo.
Martín, un jubilado, pasaba junto a la administración que repartió la suerte y, al ver el remolino de gente, preguntó.
—¿Qué ocurre?
—Que ha tocado el segundo.
—¡Ah!, pues yo juego uno. A ver...
Y de la cartera sacó un décimo del 55.469. Un papelito premiado con 100.000 euros. El hombre, un poco atribulado y pensando en su mujer, que estaba en la peluquería, no le daba demasiada importancia: "Estaré tranquilo una temporada. Porque hacer falta de verdad...".
En la puerta del local, el lotero —a quien no le ha tocado nada— atendía a todo el mundo sonriente, copa de cava en mano. En esas, llega un hombre y le dice: "El 5,75 y el 6 a tres meses". Sin más, se va.
—¿Es un abonado?
—No, es un empleado del banco. Por si llega alguien con el número de la suerte.
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