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Juicio por el mayor atentado en España

La 'mochila de Vallecas' y su periplo hacia la comisaría

La agente que inventarió los restos de la estación del Pozo dice que no apuntó la bolsa con la mochila porque procedió inmediatamente al desalojo del recinto

La decimoséptima sesión del juicio por los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid se centra hoy en la llamada mochila de Vallecas. Hoy declaran ante el juez los agentes relacionados con el periplo de la mochila, cargada con más de diez kilos de explosivos, desde la estación de cercanías de El Pozo hasta la comisaría de Puente de Vallecas, tras pasar por el pabellón número 6 de Ifema, improvisada morgue de la matanza.

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El testigo ha relatado que el comisario jefe del centro policial de Puente de Vallecas y el inspector jefe del grupo de investigación de su unidad le ordenaron trasladar las bolsas hasta la comisaría de Villa de Vallecas, donde al llegar, según ha dicho, no les dejaron descargarlas por lo que fueron a la comisaría en la que él estaba inscrito, en Puente de Vallecas.

Una vez allí, según ha contado, tampoco bajaron las bolsas de las furgonetas ya que los dos mandos policiales mencionados les ordenaron que las transportaran hasta la morgue improvisada en Ifema; entonces, su “jefe natural” le pidió que se quedase en la comisaría para realizar otros servicios y ya no participó en este último trayecto.

En el traslado a Ifema participaron dos de los agentes -uno de ellos en prácticas el 11 de marzo de 2004-. En la sesión del juicio de hoy han relatado que, una vez en el recinto ferial, los miembros de la Unidad de Intervención Policial (UIP) les señalaron el lugar donde debían depositar las bolsas, una "zona acotada" en el pabellón seis, que “siempre estuvo vigilada”, con cinta policial y con la identificación de "efectos personales de víctimas de El Pozo".

Pero allí no terminó el periplo de la mochila. Cuando los agentes regresaron a la comisaría de Puente de Vallecas les dijeron que tenían que volver a buscar las bolsas, aunque hoy no han precisado quién dio la orden. Fue en torno a las ocho y media de la tarde del día de la matanza cuando fueron a recogerlas. "Las bolsas estaban tal cual como las dejamos. Estaban todas cerradas igual que las dejamos", ha destacado el testigo. Entonces, las metieron en la furgoneta y, una vez en comisaría, las depositaron en una habitación "cerrada bajo llave" y con un funcionario custodiando la puerta.

Fallo en el inventario

La agente que descubrió los explosivos -una policía que apenas llevaba dos días de servicio en el Cuerpo Nacional de Policía aquel día de marzo- ha sido la encargada de relatar hoy por qué no aparece en el inventario de los restos encontrados en El Pozo aquella mochila, pieza clave de la investigación.

Según ha relatado, se incorporó a su turno en la comisaría a las diez de la noche del 11 de marzo de 2004 y se le encomendó, junto a un compañero, el recuento de las pertenencias llegadas de la estación de El Pozo, “metidas en unas bolsas grandes oscuras”. Lo que nadie ha podido concretar es en qué bolsa exacta localizó el artefacto pues, en cuanto lo vio procedió inmediatamente al desalojo del recinto y la localización de esta mochila no quedó reflejada en la lista que estaba elaborando.

El propio presidente del tribunal, Javier Gómez Bermúdez, ha intervenido en el interrogatorio a la agente para inquirir sobre por qué motivo dicha bolsa no estaba inventariada y relacionada en el listado, y ha preguntado si recordaba el número de la bolsa que precedió al hallazgo del artefacto, aunque tampoco ha podido contestar. No obstante, ha afirmado que fue el último objeto que inventarió de una de las bolsas de basura grandes: una mochila de deportes azul en cuyo interior había un teléfono móvil y "había unos cables conectados" desde la ranura del cargador a "un paquete en el interior". También recuerda que el teléfono móvil estaba apagado (o no vio nada en la pantalla que le llevara a pensar que estaba conectado), y que uno de los cables conectados era de "color rojo".

Bolsa "número 5"

Su compañero, que ha declarado a continuación, ha corroborado la versión de la agente y ha añadido que la bolsa de deportes azul que contenía el artefacto explosivo estaba marcada “con el número 5”. Para su trabajo de aquel día se habilitaron dos despachos con ordenadores. Hoy ha contado que los efectos eran sacados de la sala donde se encontraban amontonados y se llevaban a la preparada para realizar la lista. En concreto, la bolsa donde se localizó la mochila bomba fue conducida de la sala principal a la secundaria donde se realizaba el inventario. Cuando vieron los explosivos "detuvimos la relación de efectos y no quedó reflejado en el listado".

En cuanto a la mochila en sí, recuerda que era una bolsa de deportes con asas cortas, recubrimiento de polipiel y "un peso considerable". "De hecho mi compañera me dijo: esta bolsa pesa. Tuve ocasión de cogerla. Pesaba entre 10 y 12 kilos". "Me acerqué de un salto cuando mi compañera la abrió y ví un teléfono móvil con dos cables, uno rojo y uno azul, y una bolsa de basura azul clarito. Estaba marcada con el número 5". Desde que la encontraron hasta que llegaron los Tédax la mochila se quedó en el mismo lugar y nadie se acercó a ella, ha añadido.

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