Las familias veganas piden un menú escolar vegetal: “Tuve que dejar el trabajo porque mi hija no puede ir al comedor”

Los padres esperan que se incluyan en los colegios opciones alimentarias alternativas por motivos éticos, recogidas en el Real Decreto de comedores escolares que tramita el Ministerio de Consumo. Por ahora, regulan las autonomías y ninguna exige esta opción

Juan Domínguez y Ana Opazo junto a sus hijos en la cocina de su casa familiar en Verín (Ourense), el 13 de febrero.Brais Lorenzo

En febrero, el hijo de Gracia Osuna, de cinco años, empezó a llevar su táper al comedor escolar. En las vacaciones navideñas de 2023 el niño decidió que no quería comer más animales tras ver un cerdo despiezado en la carnicería del supermercado. Por ello, su madre solicitó un menú escolar vegano a la Asociación de Familias de Alumnos del centro público, ubicado en Palma (Mallorca), que gestiona el servicio. “Como no recibía s...

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En febrero, el hijo de Gracia Osuna, de cinco años, empezó a llevar su táper al comedor escolar. En las vacaciones navideñas de 2023 el niño decidió que no quería comer más animales tras ver un cerdo despiezado en la carnicería del supermercado. Por ello, su madre solicitó un menú escolar vegano a la Asociación de Familias de Alumnos del centro público, ubicado en Palma (Mallorca), que gestiona el servicio. “Como no recibía solución, envié un burofax en junio”, cuenta. Entregó un informe elaborado por una psicóloga que evaluaba el impacto de forzar una dieta. En el centro no lo obligaban a comer la carne del plato y lo avisaban cuando esta estaba presente, pero no le ofrecían otra comida diferente. No fue hasta el 24 de enero, un año después, cuando recibió dos alternativas: separarle los productos de origen animal del resto de alimentos o llevar su propia tartera.

Osuna eligió la segunda. Justifica su decisión al saber que no siempre es posible poner la carne aparte en el menú escolar, por ejemplo, cuando se sirve lasaña o arroz con pescado. “El veganismo va más allá de una dieta, es una convicción ética. Para mi hijo es lo mismo un cerdo que un perro”, explica. Su situación anima a muchas familias veganas a alzar la voz y reabre el debate sobre si las opciones alimentarias por cuestiones éticas deben incluirse de forma obligatoria en los servicios públicos.

El Gobierno balear creó en febrero un grupo de trabajo para mejorar los menús del alumnado, integrado por las Consejerías de Educación, Agricultura y Salud, junto al Colegio Oficial de Dietistas-Nutricionistas autonómico. Esta entidad se posiciona a favor de la alternativa vegana. Defiende que no supone ningún problema nutricional o dietético para los usuarios del comedor escolar y considera que no debe implicar un aumento del precio del servicio ni una interferencia en su gestión.

No existe una regulación estatal sobre los comedores escolares, la normativa depende de las comunidades y la decisión, en muchas ocasiones, queda a criterio de las propias escuelas y de los encargados de coordinar este servicio: la dirección del centro, las asociaciones de familias del alumnado o las empresas de catering si no cuentan con cocina propia.

“La inclusión de la disponibilidad de menús especiales por motivos éticos y religiosos es un aspecto novedoso del nuevo Real Decreto de comedores escolares que se está tramitando desde el Ministerio de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030, muy relevante y un gran paso adelante, porque por primera vez en un texto normativo de ámbito estatal se contempla esta posibilidad, tal y como ya se valoraba en la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición de 2011 por motivos de salud para personas con alergias e intolerancias”, explican fuentes de este Ministerio, tras aclarar que todavía no existe una fecha prevista para que vea la luz.

Ninguna comunidad exige de forma obligatoria y generalizada que se introduzca una opción vegana en los centros educativos, aunque en 2021 el Ayuntamiento de Madrid aprobó la incorporación del menú 100% vegetal solo en las escuelas infantiles de cero a tres años que dependen de su gestión, según informan en la Plataforma por una educación sostenible, vegana y ecológica (ESVECO). La Asociación de Familias Unidas por un Menú Vegano Escolar (FEUMVE) explica que la Agencia de Salud Pública de Cataluña sí apoya que en los colegios se ofrezca una alternativa acorde a sus principios éticos.

La presidenta de esta entidad, Noelia Estraviz, residente en Errenteria (Guipúzcoa), recibió hace 14 días un resultado desfavorable tras recurrir un proceso judicial que inició en 2023 contra el antiguo colegio de sus hijas. Asegura haberse visto obligada a cambiar a sus niñas de centro hace dos cursos. En su casa son todos veganos desde que su hija mayor decidió serlo con tan solo cuatro años cuando en clase le explicaron el origen de los productos que comía. Ahora tiene 14 y su hermana 10.

Estraviz pidió en 2014 al centro educativo concertado un menú 100% vegetal: “Mis hijas tenían este derecho tras someterlo a votación entre los padres”. Pero no lo aplicaban de forma correcta, a su juicio. “Por ejemplo, un día que había caldo de puerros y pollo para todo el alumnado, a ellas les dieron el caldo solo de primero y los puerros y las patatas de segundo”, relata. Explica que denunció su situación en redes sociales y consiguió que les dejasen llevar su tartera, “aunque al siguiente curso ya no contemplaban esta opción”. The Vegan Society la invitó a exponer su caso en el Parlamento danés durante una cumbre sobre los derechos humanos de las personas veganas. “Los comedores escolares son un servicio integrado dentro del desarrollo educativo”, recuerda su abogada, Lola García.

En la misma autonomía, Izaskun Unibaso, de 41 años, no cuenta con un menú vegano para su hija en el colegio. Reside en un pequeño municipio de la provincia de Vizcaya, que prefiere no revelar para proteger a la niña, de ocho. Vive con ella y su pareja en una casa con huerto y jardín. Tienen tres gatos y una cerda rescatada tras ser abandonada.

La pequeña no puede introducir una tartera en el comedor con su propia comida y “a no ser que un pediatra certifique que la niña tiene alergia a la proteína animal, no le conceden un menú 100% vegetal”. Cada curso plantea esta cuestión al centro para que al menos permitan que la menor pueda quedarse con su táper dos días a la semana con la intención de conciliar mejor.

“Tuve que dejar el trabajo de dependienta en una tienda porque mi hija no puede ir al comedor y a mí me resultaba imposible recogerla todos los días a mediodía”, relata. En el País Vasco no existe la obligación de ofertar un menú 100% vegetal, pero sí uno sin carne de cerdo y otro ovolactovegetariano. “Le propusimos a la niña si quería probar esta última opción, pero se negó. La educamos con total libertad, ella decide lo que come. Mis familiares no son veganos”, aclara Unibaso.

La Academia Americana de Nutrición y Dietética, organismo de referencia, defiende que la alimentación vegetariana y vegana, planificada de manera adecuada, es nutricionalmente adecuada en todas las etapas del ciclo vital. En España esta opción se contempla con menos frecuencia en las guías de salud y alimentación elaboradas por organismos competentes.

Ana Opazo, residente en Madrid de 45 años, tuvo que cambiar en febrero a su bebé de 10 meses de guardería porque la que le correspondía, privada, pero de titularidad pública, localizada en su puesto de trabajo y subvencionada para empleados, al ser su marido y ella funcionarios del Estado, no le ofrecía este servicio. Cuenta que cuando llevó a su hijo de cuatro años a este centro sí le permitían llevar un táper para completar el menú cuando había productos con proteína animal, tras solicitarle un certificado de su pediatra asegurando que el niño gozaba de una alimentación sana.

El hijo de Ana Opazo comiendo uno de sus platos veganos, el 13 de febrero en Verín (Ourense).Brais Lorenzo

Pensaba que con su pequeña sucedería lo mismo, pero, según explica, ya no contemplan esta opción por motivos logísticos, al necesitar un frigorífico exclusivo para introducir esta comida y que no contamine el resto de alimentos. “Tuve que pedir una excedencia para quedarme con mi hija en casa, seguí pagando las cuotas con la intención de guardar la plaza por si cambiaban las cosas, hasta que tuvimos que irnos”, relata.

Opazo insiste en que solo les ofrecieron dos alternativas: Acudir a la guardería a mediodía para darle la comida fuera del recinto o contratar un catering particular. “Buscamos empresas, pero a ninguna le compensaba desplazarse con una furgoneta refrigerada para hacer un puré de calabacín”, explica.

Le gustaría haber recibido la misma comprensión que tuvo Gerardo Arias, ecuatoriano de 37 años que residió durante una década en Ucrania y ahora es refugiado de guerra en el Puerto de Sagunto (Valencia). Cuando llegó a España comunicó al colegio público que sus hijos eran veganos y aunque no contemplaban esta opción, una nutricionista les diseñó un menú particular y atendió a sus valoraciones.

Los niños de Rebeca Bande, dietista orensana de 42 años y presidenta de ESVECO, también cuentan con una opción vegana en su escuela rural con cocina propia: “La Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición asegura que un tercio de los menús que se sirven en los centros educativos no están supervisados por profesionales con formación acreditada en nutrición humana y dietética. Esto sí es un problema, no la posibilidad de contar con menús 100% vegetales”.

Considera que la lucha por conseguirlos supone un desgaste emocional para las familias porque asumen demasiadas consecuencias en sus vidas personales: “Las que, normalmente, dejan de trabajar porque los niños no pueden ir al comedor son las madres, lo que repercute, una vez más, en la precarización de la mujer”.

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