La empresa de baterías que nació de una competición universitaria
Alterity, fundada por cinco ingenieros de la Politécnica de Cataluña, factura más de un millón de euros
Los cinco fundadores de la empresa bilbaína Alterity forman, literalmente, un equipo. En 2014 se unieron para ganar la primera competición universitaria internacional de motociclismo eléctrico como parte de Motospirit, el conjunto que presentó la Universidad Politécnica de Cataluña, donde habían estudiado ingeniería. El desafío, en el que periódicamente participan distintas universidades del mundo, consiste en diseñar, desarrollar y fabricar un prototipo de moto de carreras real que después se prueba y evalúa en un circuito. Cada proyecto es a la vez un plan empresarial que debe describir las ventajas y dificultades que podría conllevar la fabricación industrial.
Aquella competición, donde ganaron varios premios, dio paso a que Javier Peña, Jaume Safont, Oriol Puig, Xavier Safont y Cristian Rosiña, que ahora cuentan con entre 30 y 40 años, comenzaran a darle vueltas a fabricar baterías eléctricas. A mediados de 2018 fundaron Alterity con ayudas públicas del ecosistema de innovación del País Vasco y fondos propios. Su intención era construir una fábrica, servicios de mantenimiento y asistencia técnica para baterías de ion-litio de vehículos eléctricos ligeros.
Joseba Villarte, su consejero delegado, cuenta que pronto identificaron que había un mercado por explotar. Varias rondas de inversión de más de un millón de euros; el respaldo de la Diputación de Bizkaia y el CDETI sentaron las bases de lo que hoy es la compañía. “La parte más dura quizá fue poder entender el mercado. Alterity nació muy ligada a la movilidad eléctrica ligera, sobre todo de bicis y motos, pero ahí había una competencia brutal desde China, que al final es el mayor proveedor mundial de celdas [de litio]”. Pero había un tipo de baterías, más sofisticadas, para robots y vehículos autónomos guiados, donde la competencia era menor. “Las empresas de robots tenían la necesidad de encontrar un socio europeo que les entendiera y que pudieran personalizar la solución de su batería” cuenta Villarte. Ya han abandonado las baterías pequeñas y trabajan en baterías más grandes para motos, vehículos UTV (todo terreno) o vehículos de entregas de última milla. “Las empresas europeas agradecen que el fabricante de la batería pueda darles servicio desde la fase de diseño de su robot”, explica. Con un equipo de ingeniería propio y 30 empleados, Alterity produce sistemas de almacenamiento de energía que pueden reutilizarse (volverse a fabricar cuando pierdan parte de su capacidad). El año pasado facturaron 1,1 millones de euros y este 2024 confían en que llegarán a los 2,7 millones. No han logrado beneficios, pero les ilusiona estar cerca de conseguirlos. “Llegaremos al punto de equilibrio el año que viene”. Se han trasladado a una nave más grande en el polígono industrial de Zamundio y han solicitado una patente sobre la fabricación modular de la batería después de un largo debate interno. “Creemos que patentar es bueno porque la gente sabe que estás haciendo algo tecnológicamente más innovador, pero te expone a que todo el mundo pueda intentar copiar lo que haces. Porque aunque estés protegido, hay mecanismos para sortear esa protección”.
Este año quieren que sea el de la internacionalización, ya que la mayoría de sus clientes ahora están en España. A medio plazo, creen, quizá podrían desarrollar su negocio hacia la fabricación de baterías para almacenamiento energético de autoconsumo doméstico. Temen, eso sí, la ola de proteccionismo que ha despertado en el mundo y que recientemente ha hecho que Europa imponga aranceles a los coches eléctricos chinos. Un arma de doble filo que puede salpicar a empresas como la suya. “Afortunadamente ahora los aranceles no están en las celdas, que en un 90% se producen en China, y no se prevé que los haya”. Explican que en Europa la fabricación de este componente esencial para las baterías todavía está en manos de empresas en desarrollo, de modo que sería un error político aplicar sobrecostes a los productos importados. “Si mañana tuviésemos que comprar en Europa no podríamos, y eso que somos una empresa pequeña. Pero Volkswagen tampoco podría comprar el 100% de sus baterías en el continente”.
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