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Criptomonedas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los fanáticos del bitcoin entran en la campaña electoral de EE UU (por supuesto, en favor de los republicanos)

Un sector impulsado por instintos aparentemente libertarios podría asegurarse un gran rescate gubernamental

Donald Trump en un evento sobre bitcoin
Donald Trump, en un evento sobre el bitcoin el pasado mes de julio.Kevin Wurm ( Reuters / Contacto)
Paul Krugman

No preví los giros políticos de las últimas semanas, pero ¿quién iba a imaginárselos? Sin embargo, una cosa por la que sí me culpo porque debí haberla visto venir es hasta qué punto las elecciones se han convertido en unas criptoelecciones.

Hace seis años, sostuve que el bitcoin y otras criptomonedas no servían para nada, que su valor de mercado no se basaba más que en “palabrería tecnológica y estupideces libertarias”. Mantengo mi opinión, que se ha visto reforzada por el paso del tiempo. Pero no adiviné la importancia que adquirirían las criptomonedas pese a todo, no porque cumplieran su promesa de sustituir al dinero convencional, algo que no han hecho y que nunca harán, sino porque se han convertido en una fuerza poderosa que, entre otras cosas, está deformando nuestra política.

¿Qué son las criptomonedas? Donald Trump decía no hace mucho: “La mayoría de la gente no tiene ni idea de qué demonios son”. Efectivamente. Incluso ahora, es difícil explicar exactamente qué son realmente el bitcoin y otros criptoactivos. Pero a lo mejor esto ayuda: ¿quién me garantiza que el dinero de mi cuenta bancaria me pertenece? ¿Por qué no puede decirme el banco, ‘Lo sentimos, hemos utilizado ese dinero para pagar a otras personas’? La respuesta es que hacerlo sería ilegal.

Lo que intentan hacer el bitcoin y sus emuladores es eludir la necesidad de un marco legal mediante una solución tecnológica que no depende del registro centralizado de los bancos. Se es propietario de un bitcoin si se tiene acceso a un código que convierte una cadena de unos y ceros aparentemente sin sentido en un mensaje que dice, de hecho, “Soy un bitcoin”, casi de la misma forma en que las claves numéricas pueden desbloquear comunicaciones cifradas. Estas claves se generan mediante minería, es decir, utilizando bancos de servidores informáticos para resolver problemas computacionales extremadamente complejos (un proceso costoso que consume enormes cantidades de electricidad y genera muchos gases de efecto invernadero).

Es, según me dicen, un sistema muy inteligente. Pero, ¿qué problema resuelve que no pueda resolverse de otra manera más fácil y barata? A lo largo de los años he asistido a muchas reuniones en las que los escépticos han hecho esta pregunta a los defensores de las criptomonedas y nunca he escuchado una respuesta clara.

Y las criptomonedas nunca han dado muestras de suplantar al dinero convencional. En los años transcurridos desde que se introdujo el bitcoin, los sistemas de pago digitales que se ahorran el abracadabra, como Venmo y Apple Pay, se han convertido en omnipresentes. Pero para la mayoría de nosotros, los criptoactivos tienen pocos usos aparte de la compra de otros criptoactivos, salvo por algunas excepciones notables como el blanqueo de dinero, la extorsión y las estafas.

El Salvador deleitó a los criptofieles en 2021, cuando convirtió el bitcoin en moneda de curso legal, pero tres años después la criptomoneda apenas se utiliza en el comercio.

Aun así, ¿no queda refutada la afirmación de que las criptomonedas son básicamente inútiles por el hecho de que los criptoactivos valen ahora más de dos billones de dólares? No. Esta no sería la primera vez —ni la enésima— en que operadores charlatanes con una buena historia persuaden a los inversores para que paguen grandes sumas por activos que, en última instancia, carecen de valor.

En todo caso, lo que sorprende es la durabilidad de las criptomonedas, la forma en que el bitcoin y sus emuladores han logrado recuperarse de las repetidas caídas del mercado y los escándalos.

Creo que, perversamente, la solidez de las criptomonedas tiene mucho que ver con su incomprensibilidad: es difícil llegar a la conclusión de que alguien nos estaba engañando cuando, en primer lugar, nunca entendimos lo que nos decía. Además, las criptomonedas no son como una empresa con una cuenta de resultados bien definida: “Esta empresa sigue perdiendo dinero” es más fácil de entender que “Estas supuestas monedas aún no se utilizan para transacciones cotidianas”. Por último, las criptomonedas se han comercializado mucho entre los pequeños inversores —¿recuerdan aquellos anuncios de la Super Bowl?— que normalmente no comprarían ni deberían comprar activos altamente especulativos.

Pero, ¿qué tiene esto que ver con la política? El apoyo a las criptomonedas no se divide en líneas puramente partidistas; algunos demócratas todavía tienen cosas positivas que decir sobre la tecnología. Pero el Gobierno Biden-Harris ha abogado en general por regular los criptoactivos del mismo modo que regulamos otros valores, como las acciones, y por regular las criptoinstituciones que son de hecho bancos del mismo modo que regulamos los bancos convencionales.

Y el sector de las criptomonedas ha reaccionado de forma muy parecida al de los combustibles fósiles después de que los demócratas empezaran a tomarse en serio las preocupaciones medioambientales: apoyando mayoritariamente a los republicanos. Parece que están obteniendo resultados. La plataforma del partido republicano afirma: “Los republicanos pondrán fin a la represión ilegal y antiestadounidense contra las criptomonedas por parte de los demócratas”, es decir, impedirán que los reguladores traten a los criptoactivos y a las instituciones de la misma manera que tratan a las acciones y a los bancos. Trump ha prometido convertir a Estados Unidos en una “superpotencia bitcoin”, lo que aparentemente significa hacer que el Gobierno compre muchos bitcoins.

Todo lo cual plantea la inquietante perspectiva de que un sector inicialmente impulsado, al parecer, por instintos libertarios, pero que nunca ha cumplido sus promesas económicas, sea capaz, no obstante, de comprarse a sí mismo un enorme rescate gubernamental.

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