Cuando el tesoro está en la chatarra
Alfametal se beneficia del impulso del consumo de hierro reciclado por la nueva legislación y factura 210 millones de euros, cuatro veces más que hace solo tres años
El negocio de la chatarra es uno de los más antiguos. Negocios familiares que solían estar situados en los extrarradios de las grandes ciudades o en pueblos y que recogían y diseccionaban cualquier tipo de aparato desde electrodomésticos hasta coches usados para luego venderlo a acerías y fundiciones. Se trata de una actividad que genera un valor económico equivalente al 1% del PIB español, según la Federación Española de Reciclaje (FER), y en el que trabajan más de 33.000 personas.
Hoy en día estas empresas están viviendo un cambio de 180 grados. De ser un sector muy atomizado, la concentración está dando lugar a grupos más grandes, una tendencia que también se está dando en el resto de Europa. Además, esta actividad se ha profesionalizado cada vez más de la mano de empresas más eficientes y sostenibles. Una de ellas es Alfametal, con sede en Rubí (Barcelona), especializada en la recuperación, el transporte, el almacenamiento y la comercialización de metales, especialmente de residuos industriales y de consumo, como vehículos fuera de uso.
Su historia comienza en Canarias en 2016 cuando Marcos Manzanares y Marcello Perillo, fundadores de Alfametal, tuvieron la oportunidad de comprar la única planta de fragmentación de vehículos fuera de uso que había en Las Palmas de Gran Canaria, y que estaba en manos de un grupo de inversores a los que no les iba bien. “Marcello vio que era una buena oportunidad y me llamó afrontar juntos esta compra. Necesitaba músculo económico porque este sector no es barato, no solo hay que comprar, también gestionar”, explica Manzanares, que ya había trabajado como director de una planta de gestión de chatarra unos años antes en Celsa, empresa productora de acero circular.
En estos siete años de andadura, Alfametal, que mantiene un accionariado repartido entre ambos fundadores sin concretar la participación de cada uno, ha crecido de forma exponencial gracias sobre todo a la subida de la demanda de hierro reciclado fruto de las nuevas legislaciones que incentivan su uso y del alza del precio de las materias primas. Además, acaba de entrar en el ranking del Financial Times de las 1.000 compañías de más rápido crecimiento en Europa y sus números dan cuenta de esta subida, situándose como la tercera empresa del sector en España de una lista de más de 2.000.
En 2020, su facturación se cifró en 50 millones de euros para luego escalar a los 164 en 2021. El pasado año, el guarismo se elevó hasta los 210 millones, con un margen operativo de un 5% sobre las ventas. Los principales motores del negocio son la chatarra férrica (hierro), que aporta el 60% de la facturación, el cobre (20%) y el resto procede de materiales como aluminio, estaño y níquel, entre otros. Materiales que llegan desde España, “no importamos nada”, señala Manzanares, y que venden a fundiciones y acerías, sobre todo nacionales.
Las exportaciones representan un 40% de su facturación, con destinos como Marruecos, Portugal y Asia. De su producción, entre un 20% y un 25%, es material férrico y tiene como destino acerías marroquíes. “Necesitan mucha chatarra, tienen poca industria y escasa producción. Marruecos es un mercado muy bueno, está cerca y el flete es corto”, apunta Perillo.
De momento, no tiene previsto incrementar exportaciones ni llegar a otros países “porque todo lo que tenemos está vendido. Además, a la acería nacional no le hace ilusión sacar la materia prima fuera de su zona o región, pero si lo haces bien y lo explicas no hay problema”, subraya Manzanares.
En cualquier caso, la subida de ventas no parece peligrar en un contexto como el actual, en el que han entrado en escena variables como la relativa escasez de coches de segunda mano, debido al auge de ventas. “Nos ha afectado poco, igual que cuando hay un Plan Prever, que es más difícil proveerse, pero el negocio del vehículo fuera de uso está basado en una edad media del coche al que no le afectan políticas locales”, argumenta Manzanares. Tampoco la llegada del coche eléctrico. “Igual sí de aquí a 20 años, pero hasta que se recicle queda mucho tiempo. Las plantas como las nuestras no tienen problemas de abastecimiento por ahora”, añade.
Nueve plantas
La puesta en marcha de nuevas ubicaciones también ha colaborado al crecimiento de la empresa que gestiona el tratamiento y reciclaje de vehículos fuera de uso, motores eléctricos, la compra y tratamiento de chatarra clásica que llega desde la construcción o la industria y RAEE (residuos procedentes de los aparatos eléctricos y electrónicos). “Estamos especializados en un RAEE muy amplio: desde un secador de pelo a un ordenador, aunque nos queremos centrar en residuos de informática y tecnología, un material del que se extraen metales preciosos como el oro y el platino, entre otros”, explica Perillo. Así, por ejemplo, un televisor de tubo catódico puede contener medio gramo de oro y hasta 400 de cobre, y una tonelada de teléfonos móviles puede sumar unos 350 gramos de oro.
Actualmente, Alfametal cuenta con nueve plantas repartidas entre Cataluña (Rubí, Puerto de Barcelona y El Pont de Vilomara); Zaragoza (Calatayud), adquirida en 2020; Canarias (Arinaga, Puerto de Arinaga y Santa Cruz de Tenerife), y Andalucía (Puerto de Motril y Padul). Esta última, con más de 30.000 metros cuadrados, que estaba en proceso concursal, fue adquirida recientemente por seis millones de euros y entrará en funcionamiento a finales de año. “Una planta que estaba inoperativa y cuya puesta en marcha ha sido más dolorosa que la compra”, sonríe Perillo.
Sin un plan estratégico de crecimiento para el futuro, sus previsiones apuntan a elevar un 10% su facturación en 2023. “De momento vamos paso a paso, primero tenemos que digerir la inversión de Padul en Granada y a partir de ahí dependerá”, concreta Perillo. Lo que sí tienen claro es que seguirán apostando por un crecimiento orgánico e inorgánico. “Estamos en un proceso de concentración y profesionalización. Ahora hay mucha gente que vende este tipo de negocio porque no quiere seguir haciéndole frente o no puede. Este era un negocio familiar que pasaba de padres a hijos y ahora hay actores de tercera o cuarta generación, acomodados económicamente, que ya no tienen ganas de pelear ni de consolidar. No son negocios con grandes beneficios, tienen márgenes ajustados y esto brinda muchas oportunidades”, concluye Manzanares.
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