El momento de la renta fija
La pausa en las subidas de tipos de la Fed abre una gran oportunidad para alargar la duración de las inversiones en deuda pública norteamericana
Esta semana hemos asistido a uno de los acontecimientos más importantes del año: la Reserva Federal ha implementado la que pensamos, será la última subida de tipos de interés de este ciclo económico. Tras subir el precio del dinero hasta el 5-5,25%, niveles no alcanzados desde 2007, la principal autoridad monetaria del mundo ha cambiado de retórica.
Aunque el anuncio no ha sido rotundo y todavía afirman que las próximas decisiones se tomarán “reunión a reunión, en función de los datos”, comienza a pesar el aumento de 500 puntos básicos acometido en apenas 18 meses -el más rápido desde los años 80-. Si se cumplen las estimaciones de la Fed, la economía norteamericana tendrá que lidiar muy pronto con los efectos que causarán unos tipos de interés reales del 2% -cotas no vistas desde 2006, resultado de restar a los tipos nominales su expectativa de inflación a 12 meses del 3,3%-.
A partir de ahora, toca calibrar el retardo con el que la economía se verá castigada por una política monetaria tan restrictiva y la velocidad con la que se frene la inflación de servicios. Todo ello en un contexto marcado por el deterioro del crédito, penalizado por los problemas de la banca regional norteamericana. Sabiendo que en la medida en que la economía se debilite será necesario bajar tipos para volver a estimular la actividad, resulta sorprendente la discrepancia de expectativas: mientras la Reserva Federal insiste en que mantendrá los tipos de interés en los niveles actuales hasta por lo menos final de año, el mercado anticipa bajadas bruscas y tempranas: una primera reducción en septiembre y, para enero, un acumulado de más de 100 puntos básicos.
Aunque desde un punto de vista histórico, tras la pausa, las primeras bajadas se suelen producir una media de cinco meses más tarde -algo compatible con el recorte estimado por el mercado para septiembre-, es importante considerar que, en la mayor parte de las ocasiones, estas rebajas de tipos suelen ser un preludio de recesión. Como las contracciones económicas históricamente llegan entre 2 y 14 meses después, permanecemos cautos con la renta variable, ante el incierto devenir macro y el poco potencial de crecimiento de beneficios -para el S&P 500 se espera una caída del -0,3% en 2023-.
Sin embargo, tras las pausas de la Fed, la renta fija sí suele obtener retornos positivos. La historia ha demostrado que es precisamente al alcanzar el punto más elevado en los tipos de interés oficiales cuando conviene alargar la duración de las carteras y reducir el riesgo de reinversión de los flujos de caja futuros que se reinvertirían a un tipo menor, en especial la de la deuda gubernamental y la de menor riesgo.
Aunque esta vez pudiera ser menos lineal porque los tipos son más bajos, es una realidad que se ha cumplido en cada uno de los ciclos de los últimos 50 años y, si no, ya saben: como decía Rousseau, aunque la paciencia es amarga su fruto es dulce.
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