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La hora de la verdad para el nuevo capitalismo

La pandemia obliga a las corporaciones a demostrar su compromiso con la sociedad más allá de los accionistas

María Fernández
La ciudad de Madrid practicamente vacía a consecuencia del cierre de tiendas y el servicio de hosteleria por el coronavirus.
La ciudad de Madrid practicamente vacía a consecuencia del cierre de tiendas y el servicio de hosteleria por el coronavirus.©Jaime Villanueva

Intente olvidarse del coronavirus y volver la vista atrás. Al 24 de junio de 2019. Ese día, The New York Times publicó una carta firmada por multimillonarios como George Soros, Chris Hughes (uno de los fundadores de Facebook) y otros muchos solicitando un impuesto (moderado) a la riqueza. Larry Fink, el director de Black­Rock y teóricamente el hombre más poderoso del mercado, lleva dos años hablando de que las corporaciones deben pensar no solo en los accionistas, sino en “los empleados, los clientes y las comunidades donde operan”. Miles de compañías, también las españolas, han estado desde entonces repitiendo que conseguir valor para el accionista no es su único objetivo. Pues bien, ha llegado la hora de la verdad. ¿Será la respuesta a esta crisis distinta a la de 2008? ¿Se acordarán las empresas, dentro de su margen de actuación, de esos “grupos de interés”?

Desde luego, en los accionistas sí han pensado. Este mes, con la alarma sanitaria encima, las compañías cotizadas han seguido pagando dividendos y han acelerado la compra de acciones para autocartera aprovechando el desplome bursátil con un doble objetivo: conseguir importantes descuentos sobre sus propios títulos para, cuando se recupere el mercado, poder colocarlos a precios mayores y obtener plusvalías, y, en segundo lugar, evitar que los accionistas se vean tan perjudicados por el desplome, aunque esto último sea algo prácticamente imposible dadas las circunstancias. La excepción la puso Inditex el miércoles, cuando decidió por primera vez en su historia que congelaría ese pago hasta que la situación se empiece a normalizar.

Del lado del empleo, la reacción también ha sido inmediata. Aunque el dato exacto no se conocerá hasta que se publiquen las cifras de marzo, muchas empresas han empezado a rescindir contratos temporales. Una minoría, la que no puede facilitar el teletrabajo a sus empleados y tiene que parar la actividad, ha optado por mandar de vacaciones a su plantilla, pero esto no ha sido en absoluto la norma. Sólo las medidas anunciadas por el Gobierno el martes han ayudado a contener una segura sangría de ERE incentivando mecanismos de flexibilidad, como los ERTE, que evitan los despidos. Cuando se publiquen estas líneas se habrán contabilizado decenas de miles de solicitudes de suspensión de empleo temporales en todo el territorio. La consigna ha sido recortar gasto fijo de forma inmediata, aun cuando las previsiones hablaban de que el parón de actividad iba a ser de solo dos semanas.

En esta debacle sanitaria y social, los planes estratégicos de las compañías también han ido cambiando sobre la marcha. Lo tercero que ha sucedido es una ola de profit warning (advertencia de recortes de las previsiones) que ha recorrido las Bolsas. Apple, Microsoft, Danone, Mastercad, Barclays, BMW… Las empresas de restauración sufren como nunca. El grupo francés Sodexo, uno de los más grandes del mundo, advirtió el martes que el virus puede costarle 2.000 millones en ventas y dejó en el aire sus pronósticos para este año. También las textiles. El propietario de Primark, Associated British Foods, augura una gigantesca caída de ventas tras haber cerrado el 20% de su espacio comercial (todas las tiendas en Italia, Francia, España y otros países), según The Guardian. Los anuncios se han sucedido en España. Caixabank, Inditex, Meliá, Merlin Properties, Amper, Adolfo Domínguez… La lista es tan larga como las colas en los supermercados, y los problemas descritos, parecidos. Lo que difiere de unas y otras compañías es el optimismo.

Caixabank hablaba el miércoles de que será una recesión “corta y severa”. La famosa V: una caída en picado de la actividad y una recuperación igualmente rápida. Un día antes, analistas de BlackRock decían que, si bien los movimientos del mercado pueden recordar a 2008, esto no será una repetición: “Las estrictas políticas de contención y distanciamiento social llevarán a la actividad a caer casi a un punto muerto, pero si se toman medidas agresivas de política fiscal y monetaria para salvar a las empresas y los hogares, la actividad debería regresar rápidamente con escaso daño económico permanente”. Algunas compañías solo hablan de que tienen retrasos, pero no significativos, que harán caer su facturación y que mientras las fronteras no estén cerradas al tránsito de mercancías, todo está relativamente controlado.

Cambio de actitud

En cualquier caso, los economistas y expertos consultados creen que sin un cambio de actitud de toda la sociedad (y rápido) la recesión será dramática. “Séneca decía que la adversidad es ocasión de virtud. Las crisis hacen que demuestres quién eres, qué priorizas. Esta va a demostrar quién estaba comprometido”, reflexiona Pascual Berrone, profesor de dirección estratégica en el IESE. CC OO y UGT reclaman que las medidas de flexibilidad interna que el Gobierno ha puesto a disposición de las empresas se vinculen a la prohibición de utilizar otros mecanismos de ajuste, como despidos o la no renovación de contratos temporales. Ocurre en los ERTE, donde las bonificaciones en la cotización están condicionadas a que se mantenga el empleo durante seis meses. Pero si esto se alarga, las centrales van más allá y piden que quien use dinero público limite el reparto de dividendos o la percepción de bonus entre el personal directivo.

Sin ir tan lejos, Alfred Vernis, del departamento de dirección general y estrategia de Esade, piensa que esto no debe terminar desembocando en el consabido business as usual. “O reinventamos las empresas y los sistemas productivos, o… [silencio] este es un buen momento para innovar, pero tengo mis dudas de que las empresas lo entiendan”. Las mismas compañías que durante los últimos años reclamaban bajadas de impuestos (también las pequeñas) miran ahora al Estado necesitadas de soluciones urgentes. “Cierto capitalismo decía que el sector público es improductivo. Pero un sector público fuerte que apoye políticas para evitar que los trabajadores terminen en el paro, algo que parece de izquierdas, no lo es, es de todo color político. No puede ser que las grandes multinacionales no estén pagando los impuestos que deben”. Vernis habla de la economía maravillada en el pasado por empresas emergentes, que van a quedar desnudas cuando baje la marea. “Los Glovo, Uber, Airbnb… no tienen ningún sentido. Van a ser flor de un día”. Enrique González, profesor de Economía en Icade, insiste en que el modelo de ganar dinero sin tener en cuenta lo demás puede tener los días contados. “Se pone en cuestión el propio sistema… No es de recibo que las empresas se aprovechen de las circunstancias. Deben tener cuidado porque en los tiempos actuales los errores tienen un gran coste. La visión a corto plazo que puede favorecer al accionista o al ejecutivo es pan para hoy y hambre para mañana. El accionista no debe quedar desprotegido, pero tampoco las demás personas involucradas”.

Habrá empresas dispuestas a utilizar beneficios retenidos para pagar salarios y no echar a nadie, calcula Pascual Berrone, y otras que no. “Haciendo una analogía con la enfermedad, eso sería como el paracetamol. Luego, dependiendo de cuánto dure, habrá necesidad de respiradores y se darán situaciones donde realmente muchas empresas desaparecerán. Por eso es tan necesario que las políticas sean coordinadas”.

Desde Forética, su director de desarrollo corporativo, Jaime Silos, recuerda que en este desplome global del mercado las compañías más sostenibles de Europa “han caído un 5% menos que sus índices de referencia”. Quizá tenga razón, pero ejemplos recientes de prácticas anticompetitivas, desde el escándalo de las emisiones de Volkswagen hasta los más cercanos casos de corrupción e irregularidades en empresas españolas, no han merecido grandes reproches por parte de los consumidores ni de los accionistas.

¿Será ahora distinto? Ramón Pueyo, socio responsable de sostenibilidad y buen gobierno de KPMG, sí cree que “la sociedad tiene memoria” y que recordará a aquellas compañías que hayan arrimado el hombro. “Vivimos un momento que no tiene parangón, es como si la actividad económica se estrellara contra un muro. Se darán casos de patriotismo empresarial, igual que ocurrió tras el crash de 1929 o tras la II Guerra Mundial”.

Sin ir tan atrás, Gayle Allard, profesora de Economía de IE University, recuerda que 2008 fue una oportunidad buenísima para aprender. Cruza los dedos para que España no la desaproveche. “Si de verdad nos importa la responsabilidad social corporativa (RSC), hay que defender al trabajador. Si no se despide a la gente, con medidas para trabajar menos horas y cobrar menos pero estando en plantilla, cuando esto termine, las empresas seguirán contando con trabajadores con experiencia y además estos tendrán cierta lealtad hacia las compañías”. Lo mismo pide para los autónomos. “Hay que hacer lo mismo que Alemania”.

Lástima que ambas economías, la española y la germana, se parezcan como un huevo a una castaña. Desde Fedea, Marcel Jansen opina que al menos ahora las decisiones son rápidas y contundentes. Algo se ha aprendido. “El mensaje de ayer [por el martes] de Sánchez sobre hacer ‘lo que haga falta’ vino acompañado de un llamamiento a la responsabilidad social. Si vamos a regar la economía con 200.000 millones, las empresas no tendrán argumentos para proceder a ajustes duros. Por lo menos hasta que no se haya aclarado la situación económica y la duración de la crisis”.

Se trata de caminar juntos y compartir las pérdidas. “Si el parón es breve, las empresas deben liberar recursos no pagando dividendos, manteniendo la relación con los trabajadores, que a su vez deberán comprometerse a compensar a las compañías el resto del año. Todos tenemos que contribuir para evitar una crisis duradera”, insiste Jansen.

Política irresponsable

Seis meses después de la caída de Lehman Brothers, España perdía 1,3 millones de puestos de trabajo. Desde aquel entonces, dice el portavoz de Fedea, no se ha resuelto la dualidad laboral (contratos muy endebles frente a otros con una amplia protección). El país tampoco se ha dotado de un colchón fiscal para afrontar nuevas recesiones. “Eso significa que España, unilateralmente, puede no ser capaz de desarrollar medidas sin cobertura europea. Hemos estado años con una política fiscal irresponsable, manteniendo rebajas de impuestos con un 14% de desempleo y una relación deuda/PIB que roza el 100%”. Francisco Román, presidente de la Fundación Seres, recuerda por correo electrónico que “la fortaleza de las empresas se materializa en la solidez de las comunidades de las que forman parte”. Demostrar esa solidez como sociedad es lo que necesita el país para salir adelante con los menores daños posibles.

"No queremos despedir, pero..."

Las patronales empresariales no creen que este sea un buen momento para abrir un debate sobre el futuro del capitalismo. “El escenario no tiene nada que ver con el que se presenta ahora, que es la consecuencia de una crisis sanitaria catastrófica nunca vista”, responden en la Cámara de España. “Ninguna empresa, ni grande ni pequeña, quiere despedir a uno solo de sus trabajadores, pero ante una caída radical en los ingresos necesitan mecanismos para recortar los gastos, mientras dure esta situación absolutamente excepcional. Los ERTE son una vía para preservar el empleo, no para destruirlo”, insisten. Cepyme calcula que si solo dura un mes, la paralización supondrá la pérdida de 300.000 puestos.

La prioridad para evitar catástrofes mayores, apoya desde la UOC Josep Lladó, es sostener las rentas, “y eso quiere decir muchas cosas: hipotecas, alquileres, suministros, bonificación de contratos, subsidios por salario perdido…”. También con decisiones imaginativas, como la que propone Alfred Vernis desde Esade: empecemos a pensar en jornadas laborales cortas, en semanas de cuatro días para repartir el trabajo. “No es ninguna locura. Hemos de reinventarnos sin miedo, aprendiendo y mirando al largo plazo, con sistemas regionales fuertes”. La superación de esta crisis será secuencial, insisten en las Cámaras. “Lo primero es la salud, lo segundo es la supervivencia de las empresas, después la recuperación —esperemos en forma de V, no de U ni de L— y, por último, la reconstrucción”. Crucemos los dedos.

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Sobre la firma

María Fernández
Redactora del diario EL PAÍS desde 2008. Ha trabajado en la delegación de Galicia, en Nacional y actualmente en la sección de Economía, dentro del suplemento NEGOCIOS. Ha sido durante cinco años profesora de narrativas digitales del Máster que imparte el periódico en colaboración con la UAM y tiene formación de posgrado en economía.

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