Docentes, desigualdad y algoritmos: las preguntas que marcarán la educación del futuro
WISE 12, la cumbre global de innovación educativa celebrada en Doha, reunió a expertos de más de 100 países para debatir cómo integrar la IA sin perder la dimensión humana del aprendizaje


El avance acelerado de la inteligencia artificial ha obligado a replantear qué significa educar, evaluar y acompañar en un mundo donde la tecnología interviene ya en casi todos los procesos de aprendizaje. Esa tensión —entre innovación y valores humanos, entre oportunidad y riesgo— fue el hilo que guió muchos de los debates planteados en WISE 12, la cumbre internacional celebrada en Doha (Catar) los pasados 24 y 25 de noviembre y que reunió a más de 4.000 participantes y 200 ponentes de más de un centenar de países. Bajo el lema Humanity.io: Human Values at the Heart of Education, el encuentro no solo buscó exhibir tendencias, sino abordar cuestiones que ya se están discutiendo en centros escolares, universidades y organizaciones educativas de todo el mundo.
Aunque el encuentro se articuló en torno a un marco amplio (bienestar, equidad, innovación pedagógica, alianzas y resiliencia), el protagonismo real estuvo en las preguntas que compartieron docentes, investigadores y responsables educativos: cómo integrar la IA sin diluir la dimensión humana de la educación, cómo reforzar al profesorado y cómo garantizar la equidad incluso en sistemas profundamente desiguales.
A partir de ahí, proyectos, investigaciones y testimonios —incluidos los finalistas del WISE Prize for Education— aportaron ejemplos concretos que ayudan a entender hacia dónde puede moverse la educación en los próximos años y qué tipo de decisiones marcarán esa transformación.

Reforzar a quienes enseñan: el desafío compartido en tiempos de IA
La formación del profesorado se reveló como uno de los puntos de tensión más evidentes en WISE 12: en un ecosistema donde la IA promete acelerar procesos y personalizar el aprendizaje, los sistemas educativos siguen dependiendo de docentes que trabajan bajo condiciones desiguales, con poco tiempo y escasos apoyos. Un cruce entre urgencia y oportunidad que se percibe nítidamente en AprendoLAB, una de las iniciativas desarrolladas por la Fundación REimagina y finalista del WISE Prize for Education, y que nació para acompañar a los docentes de América Latina en su desarrollo profesional tras el colapso educativo de la pandemia.
“La tecnología solo tiene sentido si ayuda al docente a recuperar tiempo, criterio y comunidad”, explica su fundadora, Ana María Raad. Una afirmación que conecta con la preocupación compartida por muchos participantes de la cumbre: sin un profesorado formado adecuadamente, la IA corre el riesgo de convertirse en un parche más que en una herramienta transformadora.
AprendoLAB trabaja con redes educativas de distintos países para impulsar metodologías activas y dotar a los docentes de herramientas que mejoren la planificación, faciliten la evaluación y, cuando es útil, integren sistemas de IA que permitan personalizar rutas formativas.
La iniciativa se desarrolla junto a 80 organizaciones de siete países —México, Argentina, Ecuador, Chile, Paraguay, España y Uruguay—, una red que le permite conectar prácticas reales de aula con modelos de formación docente escalables y sostenibles. Su foco está en las prácticas concretas del aula y no en promesas abstractas de innovación, un enfoque que dialogó con la idea central de WISE 12: la tecnología puede ser un acelerador, pero solo tiene impacto real cuando responde a necesidades humanas identificadas y sostenibles en el tiempo.
El filtro que separa la innovación del ruido
En un ecosistema saturado de soluciones educativas que prometen transformar la enseñanza, distinguir el impacto real del simple entusiasmo tecnológico se ha convertido en una necesidad urgente. Y esa es precisamente la función que cumple el WISE Prize for Education a la innovación educativa: actuar como un filtro que permita identificar qué modelos tienen el potencial de cambiar sistemas completos. “Si un proyecto no dialoga con Gobiernos, centros y actores locales, su impacto es inevitablemente frágil”, afirma Aurelio Amaral, director de programas de WISE.
La afirmación ilumina un debate que atraviesa buena parte del sector: qué significa innovar cuando la educación funciona en ciclos largos, pero las soluciones tecnológicas aparecen y desaparecen al ritmo del mercado. Amaral lo formula sin rodeos: “La innovación no puede depender del entusiasmo del momento; tiene que sostenerse en estructuras capaces de mantenerse cuando cambia la Administración”. Es decir, no es una cuestión estética ni tecnológica, sino sistémica
Los proyectos reconocidos este año reflejan con claridad ese criterio. El primer premio, dotado con 500.000 dólares, recayó en TUMO, un modelo armenio que combina tecnología, creatividad y acompañamiento para que adolescentes desarrollen competencias digitales avanzadas. El segundo premio, de 300.000 dólares, fue para Iqrali, una iniciativa jordana que refuerza la alfabetización en árabe mediante prácticas de lectura acompañada y herramientas digitales. Y el tercer premio, con 200.000 dólares, lo obtuvo Darsel, un chatbot educativo jordano que utiliza la IA para ofrecer prácticas personalizadas de matemáticas a través de SMS, WhatsApp o Messenger, una fórmula pensada para que el aprendizaje sea accesible incluso en contextos con recursos o conectividad muy limitados.
Además de un respaldo económico de 125.000 dólares, todos los finalistas participaron durante un año en un proceso de acompañamiento y mentorización por parte de WISE, destinado a fortalecer sus modelos y evaluar su capacidad de escalar en sistemas educativos reales. Un trabajo previo que formó parte del propio proceso de selección de los premiados.
Más allá de sus diferencias, todas estas propuestas comparten un rasgo esencial: están concebidas para integrarse en los sistemas educativos y transformarlos desde dentro, y no para operar como soluciones aisladas. Forman parte de alianzas con escuelas, Administraciones públicas o redes comunitarias y están diseñadas para escalar sin perder coherencia pedagógica. En un momento en el que la IA genera promesas más rápido de lo que los sistemas pueden asumir, este enfoque se ha convertido en uno de los criterios que permiten distinguir lo sostenible de lo efímero.
El valor de esa mirada es claro: el reto de los próximos años no será elegir la herramienta más brillante, sino la que pueda sostener a docentes y estudiantes allí donde las dificultades son mayores. Por eso iniciativas como el WISE Prize for Education funcionan menos como un galardón y más como una guía para identificar qué innovaciones tienen capacidad real de transformar un sistema educativo.

La universidad frente a la IA: evaluación, competencias y una urgencia compartida
Pocas áreas están experimentando de forma tan directa la irrupción de la IA como la educación superior. Para comprender la dimensión de ese cambio, siete universidades de distintos continentes —entre ellas la Universidad Camilo José Cela, única representante española— crearon el Consorcio Global sobre Inteligencia Artificial y Educación Superior para el Desarrollo de la Fuerza Laboral (Global Consortium on Artificial Intelligence and Higher Education for Workforce Development), impulsado en el marco de WISE. Una alianza que nació con la intención de analizar cómo la IA está transformando las competencias profesionales, qué efectos reales tiene en la enseñanza universitaria y qué políticas pueden ayudar a integrarla sin debilitar la misión formativa de las instituciones.
El grupo parte de una premisa común: la IA no solo introduce nuevas herramientas, sino que obliga a replantear cómo se aprende en la universidad y qué tipo de pensamiento se quiere desarrollar. Y una de las mayores tensiones aparece en la evaluación, convertida en un terreno cada vez más vulnerable a la automatización: “Si la planificación docente se apoya en IA, el alumno responde con IA y la corrección se automatiza, corremos el riesgo de convertir la educación en un diálogo entre máquinas”, advierte Nieves Segovia, presidenta del Grupo Educativo SEK. Su reflexión apunta a una necesidad inmediata: elevar la exigencia cognitiva de las tareas, reforzar la metacognición y proteger los espacios de interacción donde la tecnología no puede sustituir la reflexión profunda ni la relación pedagógica.
Si la planificación docente se apoya en IA, el alumno responde con IA y la corrección se automatiza, corremos el riesgo de convertir la educación en un diálogo entre máquinas.Nieves Segovia, presidenta del Grupo Educativo SEK
Las conclusiones de esta colaboración internacional refuerzan ese diagnóstico. El estudio comparado muestra que el uso real de la IA en la universidad sigue un patrón claro: “El profesorado está utilizando la IA sobre todo para planificar, diseñar rúbricas o gestionar tareas administrativas, mientras que el alumnado la incorpora como un tutor de apoyo para el estudio, corregir sus propias actividades o hacerse preguntas sobre el examen o lo que el profesor va a explicar el día siguiente en clase”, explica Natalia Lara, investigadora de la Universidad Camilo José Cela.
A lo largo de su investigación, percibieron también la preocupación de los estudiantes sobre cómo hacer un buen uso de esta herramienta. “Están muy preocupados por hasta qué punto saben cribar la información que les está proporcionando la IA (...). Es decir, tienen acceso a mucha información pero dudan de si acaso están recayendo demasiado en la IA o tienen algún déficit cognitivo porque confía demasiado en lo que se me da”, añade.
El trabajo desarrollado por estas siete instituciones identifica además un segundo nivel de implicaciones, porque la IA está reconfigurando el desarrollo de competencias profesionales. Ya no se trata solo de manejar modelos generativos, sino de comprender cómo influyen en la toma de decisiones y en habilidades como el pensamiento crítico, la creatividad o el trabajo colaborativo. La creatividad aparece, de hecho, como una inquietud creciente entre los estudiantes, que perciben que la IA puede tensionar su capacidad para producir ideas propias. A ello se suma la empleabilidad, un ámbito en el que la IA abre oportunidades, pero también incertidumbre y nuevas exigencias formativas. “Lo que necesita un estudiante no varía tanto en contextos geográficos distintos; lo que cambia son los accesos a recursos”, recuerda Amaral.
La perspectiva de Segovia añade un matiz institucional necesario. Más allá de los cambios pedagógicos, insiste en que España necesita un marco común que evite que cada universidad avance por su cuenta y permita abordar de forma coordinada retos como la empleabilidad y la desaparición de trabajos iniciales. “¿Cómo queremos que sea la educación en España? ¿Cómo promovemos la empleabilidad?”, plantea, antes de subrayar que la IA está acelerando la desaparición de los puestos más juniors. Sus palabras apuntan a un consenso creciente: la educación superior no puede limitarse a incorporar herramientas, sino que debe revisar cómo evalúa, qué competencias prioriza y cómo acompaña a estudiantes y docentes en un escenario marcado por la incertidumbre.
Más allá de la tecnología: bienestar, equidad y la fuerza de las alianzas
Uno de los mensajes que atravesó WISE 12 fue que ninguna innovación —ni siquiera la inteligencia artificial— puede sostenerse si no existe un entorno educativo capaz de garantizar bienestar, equidad y apoyo a quienes habitan las aulas. Esa mirada recae con especial peso en contextos de alta desigualdad, donde las brechas estructurales condicionan cualquier avance.
Es el terreno en el que trabaja la Fundación REimagina, con presencia en varios países de América Latina, y desde el cual surge una reflexión que marcó también su paso por Doha: la transformación educativa no empieza en la tecnología, sino en las personas y en las alianzas que permiten que los cambios sean duraderos. Más que promover reformas de arriba abajo, la fundación impulsa cambios sistémicos desde la práctica: trabaja en territorio con docentes, directivos y comunidades para democratizar la innovación educativa y hacerla accesible incluso en entornos con escasos recursos.
Para Raad, fundadora de REimagina, el gran desafío no está en diseñar soluciones, sino en lograr que esas soluciones funcionen en realidades complejas: “Las políticas suelen ser muy generales, pero la implementación es donde se caen las cosas”, señala. Su diagnóstico parte de un principio sencillo: los sistemas educativos latinoamericanos —como muchos otros en el mundo— están sometidos a tensiones acumuladas, desde la falta de recursos hasta la sobrecarga docente o la discontinuidad institucional. Ninguna innovación, por prometedora que sea, puede prosperar si no reconoce esas condiciones de partida.
El trabajo de REimagina se centra precisamente en ese punto: acompañar a docentes, directores y redes educativas para fortalecer capacidades, generar prácticas sostenibles y construir comunidades de aprendizaje que permitan afrontar las desigualdades de origen. A diferencia de modelos basados únicamente en la digitalización o en el diseño curricular, la fundación opera desde una lógica sistémica y de alianzas con gobiernos, ONG y organizaciones multilaterales. Esa estrategia le ha permitido impulsar programas en varios países latinoamericanos, incluidos aquellos con mayores vulnerabilidades socioeducativas.
WISE 12 insistió en que la equidad y el bienestar no son complementos de la innovación, sino condiciones para que esta tenga impacto. En ese sentido, el enfoque de REimagina dialoga directamente con los ejes de la cumbre: resiliencia comunitaria, alianzas para el cambio educativo y fortalecimiento de la profesión docente. Raad lo expresa con claridad cuando subraya que los docentes necesitan apoyo continuado, tiempo y redes que sostengan su trabajo diario. “Si no cuidamos a quienes cuidan, nada cambia”, afirma. Y es precisamente esa atención al ecosistema —y no solo a la herramienta— la que permite que programas como AprendoLAB se integren en prácticas reales de aula y no en discursos aislados.
La experiencia latinoamericana aporta, además, una lección relevante para el debate global: las innovaciones no pueden pensarse fuera de los territorios donde se aplican. Cada país, cada comunidad y cada escuela parten de condiciones distintas, y cualquier intento de transformar la educación debe escuchar primero esas voces. WISE 12 recuperó este enfoque —el de poner los valores humanos en el centro— como un principio estructural. La contribución de organizaciones como REimagina ayuda a recordar que la tecnología puede acelerar procesos, pero solo la cohesión social y las alianzas sostenidas permiten que la innovación llegue a quienes más la necesitan.
En un panorama donde la IA monopoliza titulares, WISE 12 recordó que la transformación educativa no depende de la tecnología, sino de la capacidad de las comunidades para sostener el vínculo humano, acompañar al profesorado y construir alianzas estables. Como resume Raad, “los sistemas no se transforman con soluciones aisladas, sino con acuerdos amplios que reconozcan la complejidad del trabajo docente”. Ese es el verdadero mensaje que dejó Doha: la innovación tendrá impacto solo si se apoya en decisiones institucionales, pedagógicas y políticas que protejan lo que hace valiosa a la educación y garanticen que los avances lleguen también a quienes menos tienen.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma































































