Ana Sainz: “Las compañías no pueden crecer ni ser competitivas en una sociedad que se empobrece económica y socialmente”
Para medir su impacto social, las empresas no sólo necesitan una metodología; también hablar con los agentes sociales para entender de verdad, sobre el terreno, si funcionan sus proyectos ESG. Es decir, necesitan comunicación y confianza mutua. Por eso, la directora general de Fundación SERES (Sociedad y Empresa Responsable), llama a superar ese pésimo negocio llamado polarización
La E de ESG, su componente ambiental, puede cuantificarse con tino en las emisiones de CO2. La G de Gobernanza, en las decisiones concretas que toma la cúpula de una compañía. Pero la S de Social refleja un concepto tan amplio y a veces difuso que es bastante más difícil de medir por consenso, con unos criterios asumidos por todos los actores, desde empresas y empleados a administraciones y organizaciones civiles.
Esto le consta a Fundación SERES como pionera en esa medición. Desde hace diez años elabora un Mapa de la Huella Social en España con una metodología propia y una visión panorámica por sectores. “Para mejorar ese impacto social y hacer tangible su retorno hay que medirlo de manera contrastada y estandarizada, mediante indicadores que puedan equipararlo a la propia medición económica”, explica Ana Sainz.
La dificultad de precisar esos indicadores estriba en que hablamos de complejas relaciones humanas como base de las relaciones económicas. Por eso es tan importante analizar la relación entre “capital humano, capital social, modelo de negocio, innovación, liderazgo y gobernanza, para aportar claridad y rigor a la medición de un impacto que actualmente no cuenta con esa estandarización”.
Sainz recuerda que “en la mayoría de las compañías, el 80% del valor de las empresas ya se explica por los intangibles”, en parte vinculados con ese impacto social positivo. Porque “la S significa gestionar éticamente nuestras cadenas de suministro, repensar la propuesta de valor para nuestro talento, construir espacios diversos donde las personas desarrollen todo su potencial, responder a las necesidades de los colectivos más vulnerables y asegurar que la transición hacia una economía descarbonizada no deja a nadie atrás”. O hablar de algo tan transcendental en la agenda, geopolítica incluso, como “el rumbo de la inteligencia artificial generativa con las personas en el centro”. Retos mayúsculos, destaca Sainz, que “sólo pueden lograrse desde un enfoque de largo plazo, holístico y colaborativo entre todos”. ¿Qué necesita esa cooperación general?: “Confianza a través de una comunicación transparente”.
Para comprender tanto las necesidades sociales como su impacto, una empresa necesita dialogar con los grupos de interés (inversores, trabajadores, cadenas de valor, consumidores, comunidades…) y así “percibir de forma directa cómo les afectan los retos sociales y buscarles mejores soluciones”. “La confianza se revela como un gran acelerador de los factores ESG dentro de las corporaciones y un intangible más poderoso y eficaz que la reputación para activar comportamientos positivos hacia las empresas”. Sainz habla de medición de indicadores concretos, pero también de compararlos entre sectores o países. Habla del contexto, en definitiva, crucial para entender los datos. ¿Y qué contexto actual dificulta esa confianza necesaria para que la sociedad valore el compromiso de una compañía? Pues ese fenómeno que cava trincheras en vez de tender puentes y acaba con la capacidad de entenderse entre diferentes para afrontar desafíos comunes. “La polarización que han traído los populismos genera desconfianza, debilita la democracia, amenaza la veracidad informativa y la colaboración entre agentes sociales, económicos y empresariales”.
Por eso Sainz llama a superar el ruido en el debate. Dice que con el regreso a los principios básicos de la convivencia resulta más fácil coincidir en consensos como que los factores ESG “impulsan la creación de valor a largo plazo, optimizan la gestión de riesgos, abren nuevas oportunidades de negocio y fortalecen el vínculo con los grupos de interés. Que son la clave para construir empresas más competitivas, sostenibles y lograr al mismo tiempo una sociedad más fuerte, justa y resiliente”.
¿A quién le podría interesar el escenario contrario? “Las compañías no pueden crecer ni ser competitivas en una sociedad que se empobrece económica y socialmente. Necesitamos comprender su papel imprescindible en la generación de riqueza y la conexión del progreso económico y social”, concluye Sainz.