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Contenido patrocinadoESG

Modelo para armar un planeta mejor

China, Estados Unidos y Europa plantean sus propias estrategias ante el camino verde. El mundo se mueve entre las reticencias del gobierno de Trump y el empeño de los líderes chinos y europeos por abanderar el cambio

Miguel Ángel García Vega

El mayor error que podría cometer Europa es hacer trampas en el solitario. Entre 2008 y 2034 está previsto un incremento de las inversiones en Defensa del 400% y el espacio verde pasa a un segundo lugar. Europa, China y Estados Unidos entienden las famosas siglas ESG (ambientales, sociales y de gobernanza) a su manera. El esfuerzo que se había logrado con la Administración del expresidente Joe Biden se ha perdido con Trump. Ha salido del Acuerdo Climático de París y, en palabras del propio mandatario, sus próximos cuatro años serán “drill, drill, drill”. Perforar, perforar, perforar: el regreso a los combustibles fósiles. Gracias al petróleo y al gas de esquisto hace tiempo que este país es autónomo en energía. “Resulta innegable que Estados Unidos ha dejado de ser un socio de confianza y el mundo sostenible ha pasado a un segundo lugar”, observa Raymond Torres, director de Coyuntura y Análisis Internacional de Funcas. Sin embargo, algunos estados demócratas —California, Nueva York, New Jersey o Illinois— impulsan, por su cuenta, reportes en sostenibilidad.

Esa falta de sintonía la resume Claudia Antuña, socia y directora de Sostenibilidad de Analistas Financieros Internacionales (AFI): “Europa ha creado un marco regulatorio robusto, estructurado, cada vez más simple y el país de las barras y estrellas optó por desregular y eliminar incentivos”. Gira en diferente sentido. Pero aún queda otro jugador en la partida: China. Se mueve a ambos lados. “Va a una doble velocidad: es el mayor emisor de dióxido de carbono del planeta pero también el que más promueve la inversión sostenible”, observa Ferrán Curtó, responsable adjunto de Sostenibilidad de Esade. El Partido Comunista Chino (PCC) ha resuelto esta contradicción con dos palabras: “civilización ecológica”. Alinear crecimiento económico y sostenibilidad, esa es su estrategia. Los números son un espejo plano de la realidad. El coloso asiático fue el mayor inversor en energías limpias el pasado año. Un 31%. O sea, 625.000 millones de dólares (unos 555.000 millones de euros). Una cifra enorme. Además, ya controla el 75% de las patentes y la producción interanual de baterías creció el 65% si comparamos los cuatro primeros meses de 2024 frente al mismo periodo de este ejercicio. Sin mucho ruido, lejos de sus fronteras, China se ha asegurado el acopio de tierras raras —esenciales en la electrificación— procedentes de América Latina y África. El petróleo está a punto de llegar a su máximo y desde ahí descenderá. En 2070, desde luego, “el país mejor situado será China”, advierte Ferrán Curtó. Es la gran apuesta. Puro pragmatismo.

La actitud europea

Dentro de estas conocidas siglas y pactos, a Europa quizá le ha fallado el tiempo y el número: deberían haberse implantado antes y con menores trabas. Sin embargo, el origen de los estándares procede del Viejo Continente. El Reglamento Delegado de 2023 (que introdujo las NEIS o Normas Europeas de Información sobre Sostenibilidad), y que supuso una revolución en la información financiera y sostenible procede, como dicen los críticos, con bastante injusticia, de este “parque temático”. Sin embargo, en este ovillo de normativas existe alguna que, por sí sola, justifica el sentido ético cultivado durante siglos por Europa. El término se pronuncia —de nuevo—en inglés: Due Diligence Direct. “Establece si se han violado los derechos humanos en las cadenas de valor de las empresas. Dada la imposibilidad de controlarlas por entero, se mide solo ese primer eslabón (Tier 1, en nomenclatura anglosajona). La Unión ha detectado que tanto China, por reacción, como Estados Unidos, por dejación de su responsabilidad, se estaban situando ajenos a la partida solidaria. Los dos gigantes —guiados por sus propios intereses— se comportaban como un capitán que miente mientras el barco zozobra.

europa avanza con regulaciones muy robustas, EEUU retrocede con un giro de 180 grados y China se posiciona como líder global en energías limpias

Frente a China y Estados Unidos, la actitud europea ha sido incorporar lo sostenible dentro de la rentabilidad “para recuperar la pérdida de competitividad”, incide el citado profesor de Esade. Estas medidas de reporting exigen un esfuerzo. “Lo complicado resulta colocar el rasero para no quedarnos fuera de juego”, comenta Severiano Solana, director de Estrategia y Seguimiento de Sostenibilidad de Caixabank. Entre 2019 y 2030 tiene que estar en marcha el Fit for 55: “La obligación jurídica de reducir las emisiones al menos un 55% en 2030”, subraya el experto. El cronómetro se mueve deprisa. España ha establecido el conocido Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), cuya función es aglutinar estos desafíos. Algunos —hay que reconocerlo— ya perdidos. El propósito de alcanzar una subida de la temperatura de 1,5oC frente a los niveles preindustriales en los próximos años es una quimera. La Organización Meteorológica Mundial (OMM) pronostica que las temperaturas superficiales globales medias anuales para cada año entre 2025 y 2029 pueden aumentar entre 1,2°C y 1,9°C por encima de la media de 1850 a 1900.

El dinero sí tiene fe

Se habrán perdido los plazos de la temperatura, pero en Europa crece la conciencia ESG. El segundo mayor fondo soberano de los Países Bajos (PFZW, por sus siglas neerlandesas), que maneja un patrimonio de 250.000 millones de dólares, ha expulsado al todopoderoso fondo BlackRock, la gestora de activos más importante del planeta (controla unos 9,9 billones de euros), por respaldar a compañías energéticas fósiles. Y los números que aporta Morningstar —firma especializada en servicios financieros— revelan que las inversiones mundiales en fondos ESG han repuntado en el segundo trimestre del año. Este universo registró 4.900 millones de dólares (algo más de 4.200 millones de euros) de entradas netas. Un cambio radical respecto a los reembolsos récord de 11.800 millones de dólares —unos 10.090 millones de euros— del primer trimestre. La recuperación ha sido impulsada por los inversores europeos, que han aportado 8.600 millones de dólares (cerca de 7.350 millones de euros). Todo a pesar del complejo entorno geopolítico, que ha restado prioridad al desafío sostenible y ha desviado la atención hacia el crecimiento económico, la competitividad y la defensa. El panorama ESG mejora en Europa. Sí, sí, los periódicos tienen razón. El Viejo Continente aún sostiene una buena mano en la partida mundial de la ESG.

Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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