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La subida de tipos golpea a las ‘start-ups’: el capital exige más rentabilidad y las valoraciones son más bajas

Expertos e inversores admiten que los fondos ya han enfriado las inyecciones de dinero

Josep Catà Figuls
Dos repartidores de Glovo empujan sus bicis por la calle.
Dos repartidores de Glovo empujan sus bicis por la calle.WIKIMEDIA

Cuentan que, hasta hace muy poco, los propietarios de las start-ups estadounidenses pedían dinero al Sillicon Valley Bank (SBV) dando solo referencias de amigos y sin asegurar los créditos con activos físicos. La cosa era crear proyectos, sacar adelante ideas aprovechando un contexto de mucha liquidez, y hacerlas crecer pese a que no estuviese muy claro cuál era la senda de la rentabilidad. Hay algo del vocabulario de las start-ups —el emprendimiento es una máquina de generar conceptos como elevator pitch: el discurso de un minuto, justo lo que dura un trayecto en ascensor en el que vender una idea a un inversor— que da cuenta de esta manera de hacer, y también se ve en los números: el 90% de las empresas emergentes fracasa, pero en algún momento han conseguido que alguien les financie la aventura. Esto ha sido así hasta ahora, con mucho dinero barato fluyendo y empresas que cerraban una ronda de inversión tras otra. Pero los tiempos han cambiado: el enfriamiento de la demanda digital tras la pandemia, la incertidumbre por la guerra en Ucrania y una inflación que ha llevado a los bancos centrales a subir los tipos de interés, encareciendo el crédito y penalizando a las compañías que están muy endeudadas o no muestran balances sólidos. Los fondos de inversión están siendo más cautos a la hora de invertir, y buscan compañías más rentables, una tendencia que también está llegando a España.

En un artículo reciente de la consultora Arthur D. Little, titulado Cómo construir un unicornio en el mundo pospandémico de la inflación, sus autores hacían la fotografía actual de la inversión en start-ups en Estados Unidos: “El boom global de las valoraciones de las start-ups se ha parado abruptamente. Lo que pensábamos que era un crecimiento sin fin en las inversiones de capital de riesgo y capital privado [...] ha dejado un escenario de fallidas salidas a Bolsa, rebajas dramáticas en las valoraciones y recortes de personal”. El texto destaca que lo que atrae a los inversores ya no es que la start-up sea rápida escalando para tener la ventaja de ser el primero y liderar el sector, ya que eso se traduce en quemar mucho dinero y tener beneficios pequeños o inexistentes en los primeros compases. En lugar de eso, lo que buscan es proyectos que prioricen la eficiencia: “Los inversores solo quieren apostar en los líderes de cada categoría o en start-ups que tengan mucha ventaja competitiva. Esperan que los mercados se sustenten con pocos actores, forzando a los demás a salir”. Lo que se traduce en menos inversiones, y más dirigidas, en empresas que están creciendo, aunque continúen las inversiones pequeñas para aquellas que empiezan.

Este cambio en la estrategia de los inversores, que se debe al contexto económico, está haciendo mella ya en las empresas: “Las start-ups están pivotando en reacción a estas señales. Muchas han dado pasos hacia la rentabilidad y han llevado a cabo despidos y reducción de costes”, señalan los expertos de la consultora.

La inversión de capital riesgo en start-ups de EE UU ya ha caído a la mitad en el primer trimestre de este año, según Bloomberg. En España ya se notó este enfriamiento el año pasado, en especial en la segunda mitad. Mientras que la inversión de capital privado logró en 2022 un récord de 8.735 millones en 953 operaciones, el capital de riesgo (venture capital) pasó de 2.108 millones a 1.478 millones, según las estimaciones de Spaincap. El Observatorio del Ecosistema de Start-ups, de la Fundación Innovación Bankinter, lo concreta más en el ecosistema emprendedor: en 2021 se logró un récord histórico, gracias a la demanda de la pandemia, de 4.300 millones invertidos, un volumen que cayó un 20% el año pasado, hasta los 3.500 millones. Dismininuyeron sobre todo las inversiones en las llamadas series growth, las rondas que están destinadas a empresas tecnológicas que ya tienen un cierto volumen y tienen que crecer: pasaron de los 2.974 millones a los 1.957 millones (-34%).

La sensación es que esta tendencia seguirá durante este año, aunque, como apunta Roger Piqué, socio fundador de Inveready, aún hay mucho dinero por invertir en los próximos dos o tres años, fruto del capital levantado con el auge que experimentaron los fondos durante y después de la pandemia. “Lo que ocurre en Estados Unidos suele llegar un poco más tarde a España, pero estamos viendo lo mismo: los fondos están orientando sus inversiones hacia las compañías que tienen en su portafolio, o a las que buscan antes el break even [el punto en el que una empresa logra cubrir los gastos con sus beneficios], o a las que tengan mejores márgenes”, explica.

Piqué apunta los sectores más afectados, como el entorno de las criptomonedas, el blockchain y el web 3.0, así como las start-ups de seguros o las de consumo. En cambio, otros, como el de biotecnología o la ciberseguridad, son más resilientes. “Pero las valoraciones se van a contraer, porque si ya ha pasado en las compañías cotizadas, pasará en las valoraciones de compañías en crecimiento, aunque no tanto en las de las primeras rondas”, explica. En su opinión, en este entorno España tiene una ventaja competitiva: los bajos costes. “Si la competencia es por el coste y por buscar modelos más eficientes, las empresas españolas lo tienen mejor, porque los costes son más bajos que en otros países. También serán años buenos para invertir: habrá mejores oportunidades porque habrá menos dinero y más competencia”, resume.

¿Qué tienen que hacer entonces las start-ups? El artículo de la consultora lo resume así: ser líder en el mercado y a la vez rentable, buscar mercados donde no haya mucha competencia, retener a los consumidores, apostar por el modelo de suscripciones y reducir costes. Los fundadores de la aclamada Factorial, convertida el año pasado en unicornio —nombre por el que se conoce a las empresas que superan la valoración de 1.000 millones de dólares—, explicaban gráficamente en una entrevista cómo afrontar estos momentos: tienes una palanca y en un lado está el crecimiento, y en el otro la rentabilidad. Ahora se trata de llevarla hasta este último extremo. Es lo que intenta hacer también Glovo, otro unicornio que, con pérdidas cada año, está lastrando la valoración en Bolsa de su dueña, Delivery Hero. Ahora ha optado por reducir costes, centrarse en los mercados más rentables y despedir a 140 trabajadores de sus oficinas.

La duda es si, en esta nueva era, no volveremos a ver nuevos unicornios en el ecosistema español. Quino Fernández, consejero delegado y fundador de la aceleradora AtticoLab, cree que habrá dificultades desde el inicio: “El problema es que muchos proyectos no pueden ser rentables desde el inicio, y ahora los emprendedores tendrán más dificultades para cerrar las primeras rondas y tendrán que autofinanciarse. Los que estén en fases más avanzadas sí notarán una gran presión para demostrar rentabilidad si quieren cerrar rondas de crecimiento”. Josep Maria Casas, inversor, presidente de la Asociación Española de Business Angels y profesor en la escuela de negocios IESE, es mucho más optimista. “A corto plazo tenemos más dificultades para financiar proyectos, pero en un contexto de guerra en Europa e inflación, aún me sorprende que la economía funcione tan bien. A medio y largo plazo, no tengo ninguna duda de que serán los nuevos proyectos los que ocuparán de forma más rápida lugares relevantes en la economía. La transformación digital continuará”, señala.

Casas recuerda que los fondos “están más cargados que nunca”, y apunta que ahora son los que tienen el poder de negociación: “Por eso están avisando a las start-ups de que las valoraciones bajarán”. El inversor cree que los proyectos “buenos, serios y con tracción” encontrarán fondos, y admite que habrá “un reajuste”: “Las start-ups muy buenas encontrarán dinero y buena valoración; las menos buenas también levantarán dinero, pero su valoración puede bajar. Y es verdad que habrá empresas que no encontrarán ni dinero ni valoración, pero es un ciclo, y en parte es bueno que pase”.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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